Condensación estilística
Gran lectura del fortepianista holandés sobre el Op. V del menor de los Bach.
Six Sonatas Op. 5.
Obras de Johann Christian Bach. Bart van Oort. Brilliant Classics, 1 CD [94634],
2013. T.T.: 56:01.
Al menor de los hijos compositores del inmenso Johann
Sebastian, Johann Christian Bach
[1735-1782] –llamado «el Bach de Londres», por razones obvias–, le corresponde
el honor –si es que puede verse así–, o más bien diríamos la ardua tarea de
vivir en un período en que los cambios estilísticos en la música eran más que
evidentes. Puede decirse que le tocó el, en este caso sí infausto honor, de
cerrar musicalmente toda una la saga familiar de músicos más importantes que
haya legado la historia, la cual se remontaba nada menos que dos siglos atrás
–aunque tras de sí todavía quedó algún Bach dedicándose a la música, es posible
decir que él puso el punto y final a esos doscientos años de música. Gran
viajante, pasó años en Italia, pero sobre en London –gran parte de su vida– y
Manhheim. Tras la desaparición de su padre, se trasladó a Thuringia para vivir
y estudiar con su hermano mayor, Carl Philipp Emanuel, pero ya en 1755 se
traslada a Italia –primeramente a Milano–, donde pasó una etapa formándose con
Giovanni Battista Martini en Bologna –con el que aprendió un estilo barroco más
cercano ya a eso que llamamos «Style Galant». Tras pasar unos años dando saltos
de una ciudad a otra de Italia, termina, tras un breve paso por Alemania, por
trasladarse a London, donde permaneció desde 1762 hasta 1782, ciudad en la que
desarrolló una vigorosa carrera como operista, unida especialmente al King’s
Theatre, además de concertística, ligada a la figura de Carl Friedrich Abel –el
último gran violagambista– con quien creó los «Bach-Abel concerts». Tras un
breve período en la ciudad alemana de Mannheim, famosa por su orquesta, Johan
Christian regresa a London, donde vivirá hasta el último de sus días.
El teclado
está ligado indisolublemente a la figura del «Bach de Londres», del que era un
auténtico virtuoso –nada extraño entre los Bach–, pero en su caso ya más
centrado casi de manera exclusiva en el fortepiano, ese instrumento creado por
Bartolomeo Cristofori circa 1700, que
en este momento estaba ya empezando a desbancar de manera poderosa al clave de
la escena. Aunque, como se sabe, la primera colección de sonatas escritas de
manera estricta para el nuevo instrumento se debe al ignoto compositor Ludovico
Giustini [Firenze, 1732]; sí el posible decir que Johann Christian fue el
primer compositor en defender el fortepiano en concierto, además de que su
colección Six Sonatas Op. 5 [London,
1766] –que precisamente se graba aquí– es la primera en la que aparece
mencionada la posibilidad de interpretarse tanto al fortepiano como al clave.
En estas Six Sonatas Op. 5 encontramos un
clarísimo ejemplo de su profunda capacidad para conjugar una diversidad
estilística considerable, desde las melodías de carácter «cantábile» al más
puro «Style Galant», pasando por el uso de fugas o danzas de claro corte
barroquizante. Como desgrana Sylvia
Berry, autora de las notas críticas, en la Sonata nº. 1 en Si bemol mayor observamos una
interesante estructura en tan solo dos movimientos, el primero de ellos basado
en la fórmula de la «forma sonata», mientras que el segundo es un Minuetto,
ambos construidos sobre una escritura relativamente sencilla que al parecer
hizo que fuese muy interpretada por los pianistas con ciertas dotes de la
sociedad londinense. En la Sonata nº. 2 en Re mayor –que junto a las nºs. 3 y 4 el mismísimo
Mozart arreglara en forma de conciertos para ser tocados por él mismo–, ya en
tres movimientos, se puede atisbar una textura ciertamente «sinfónica» en su
primer movimiento –lo que hizo más sencillo el trasvase a concierto para
Mozart–, mientras que el segundo movimiento es un Andante di molto en el que se
aprecia la capacidad lírica del autor, con gran cercanía a la forma del aria. De
nuevo el tercer movimiento es un Minuetto con articulaciones muy marcadas en
claro contraste con la sección central. La Sonata nº. 3 en Sol mayor, de nuevo en dos movimientos, en
el que destaca el primero [Allegro] por sus continuos y marcados contrastes
rítmicos, al que sigue un Allegretto de amable línea, que esconde la forma del
tema con variaciones. De nuevo en dos movimientos se presenta la Sonata nº.
4 en Mi bemol mayor; el primero de
ello desarrollado sobre una potente energía que subyace en la melodía, con un
desarrollo más largo en este primer movimiento que en los precedentes, con el
uso más «serio» del relativo menor en uno de sus pasajes; le sigue un segundo
movimiento, que no es sino un Rondeaux: Allegretto de color mucho más clásico,
en el que se explora una sonoridad más «romántica», habitualmente ligada
afínales del XVIII a esta tonalidad. La Sonata nº. 5 en Mi mayor es la única de la colección que
presenta una estructura más habitual en tres movimientos rápido-lento-rápido,
pues aunque también termina con un Minuetto –como la 2–, se señala en la
partitura como Prestissimo, lo que consigue marcar la diferencia entre ambas;
destacan esos movimientos extremos por lo virtuosístico de su escritura, que
contrastan absolutamente con el Adagio central, magnífico ejemplo de las
posibilidades expresivas de escritura de Johann Christian –realmente se trata
de un movimiento precioso–, pero también técnicas, con el audaz uso de terceras
y sextas paralelas en la mano izquierda, que sotienen los recurrentes y
delicados trinos de la derecha. Para la última pieza, Sonata nº. 6
en Do menor, se reserva el maestro el único uso de una tonalidad menor en toda
la colección, así como la mayor variedad formal y de carácter de las seis
sonatas; comienzo con un gran movimiento lento [Grave] que termina sobre una
cadencia en dominante, para dar paso a un Allegro moderato que esconde en
realidad una fuga al más puro estilo barroco –posible homenaje al lenguaje de
su padre–, para terminar con un Allegretto, que es en realidad un «tempo de
Gavotta» en el que se observa una clara influencia de la escuela clavecinística
francesa.
Las lecturas
que nos ofrece Bart van Oort son,
como es habitual en él, de primer nivel. El fortepianista holandés, formado
durante años con los mejores maestros, lleva a sus espaldas de1cenas de
grabaciones de este repertorio, erigiéndose, sin duda alguna, como uno de los
grandes intérpretes que hay a día de hoy en el panorama mundial. Todo en su
versión resulta clarividente, natural, fluido, lógico. La esencia de la música
de Johann Christian está constantemente ahí, subyace en cada compás. La
solvencia técnica se da por supuesta –quizá un error común–, pero en este caso
es apabullante. Sin ser la escritura más enrevesada de la historia, algunas de
estas sonatas presentes escollos importantes para el intérprete, pero estos son
siempre esquivados con la mayor y aparente facilidad que se puedan imaginar.
Además, van Oort destaca por remarcar de manera muy inteligente las
elegantes y hermosas melodías, dando el
punto justo al acompañamiento que Johann Christian proporciona a la mano
izquierda.
Un disco
realmente amable, con música de calibre considerable y una interpretación
fabulosa. No dejen de adquirirlo, que es Brilliant…
Publicado en Codalario el 21-VI-2014.
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