martes, 21 de enero de 2014

BACH también es... [crítica, en Doce Notas, del GPD que en Arsis dedican a música del Kantor]

BACH también es para españoles
Arsis e Hippocampus vuelven a darse la mano para presentar una novedosa propuesta editorial en torno a algunas cantatas «bachianas».

Bach en Vallekas. Obras de Johann Sebastian Bach. Raquel Andueza, Jordi Domènech, Jaun Sancho, Enrique Sánchez; Hippocampus – Alberto Martínez Molina. Arsis [5247]. 2013. T.T.: 71’29.


  El mercado editorial, más en el mundo de la clásica, lleva unos años inmenso en un marcado e intenso debate acerca de su presente, pero sobre todo de su futuro. Son muchos los que consideran que el disco compacto, como tal, dejará de existir en un plazo de tiempo que no se demorará ya en exceso –otros, por el contrario, sostenemos que la presencia del disco físico es, y será, insustituible, al menos que se encuentre una solución cercana a ofrecer algo que sea tan consistente en todos los sentidos como es el disco compacto. Es por eso que los hay empeñados ya en buscar nuevas soluciones al supuesto problema del cedé. Arsis fue la primera editorial discográfica española en ponerse al frente de esta «revolución». Así, se afanaron por presentar, en el 2012, lo que ellos denominaron GPD, esto es, Geaster PenDrive, que no era sino una caja al uso en cualquier tipo de cedé, pero en la que en su interior no encontramos dicho dispositivo de reproducción, sino que en su lugar se aporta un USB en el que está contenido todo el material audible, al que se añaden las oportunas notas críticas, además de información adicional, como pueden ser fotografías de las sesiones de grabación y otro tipo de materiales que se le puedan ocurrir a los editores. Además, también desarrollaron la inclusión del formato de archivos MFD –que ofrecen de manera exclusiva desde 2013–, que es un documento PDF (©Adobe), que ofrece la totalidad del contenido de una referencia discográfica [audio y/o vídeo, notas al programa, biografías, imágenes, etc.] en un único documento que puede ser descargado de la web. Otro de los aspectos novedosos de esta grabación es que no es estrictamente auditiva, sino que se nos presenta en formato audiovisual, con interpretaciones en directo –dos temas completas, se nos dice–, grabadas el 21 de marzo de 2011 en la Iglesia de San Pedro ad Víncula de la Villa de Vallecas.

  Con este modelo se presenta este Bach en Vallekas, cuyo rompedor título es toda una declaración de intenciones. «El Barrock ‘n’ Roll regresa», parecen querer decir, o más bien, «nunca se ha ido». Contiene el disco… Ay, disculpen, el dispositivo GPD –es la costumbre–, una serie de tres cantatas, correspondientes al catálogo Bach-Werke-Verzeichnis con los números 109, 112 y 202, además de un pequeño interludio protagonizado por el, para nada pequeño, Brandenburguisches Konzert. 4, BWV 1049.  

  La primera obra que se nos ofrece es la Kantata Derr Herr ist mein getreuer Hirt BWV 112, que consta de cinco números, con coro inicial, choral final, aria para alto, arioso para bajo y un dúo para soprano y tenor. Compuesta para Dominica Misericordia Domini, fue estrenada el 8 de abril de 1731, y utiliza texto de Wolfgang Meuslin [c. 1530]. La plantilla necesaria es soprano, alto, tenor, bajo, trompas, oboe d’amore, fagot, cuerdas y continuo. Obra de pequeñas proporciones, que utiliza incluso el mismo material del choral final en el coro inicial. Destaca por su especial belleza el dúo Du bereitest für mi reinen Tisch, interpretado aquí con la solvencia y presencia necesaria por los solistas de turno, sobre los que luego hablaremos. 

  La segunda cantata interpretada es Weichet nur, betrübte Schatten BWV 202, cantata nupcial, lo que no es sugerido por el texto de la misma, pues realmente no se conocen datos fidedignos de su estreno, posible función ni autor del libreto. En la copia más antigua conservada, de 1730, únicamente encontramos la descripción Cantata a voce sola, cuya tesitura hace que sea la voz de soprano la elegida para su interpretación. La plantilla instrumental requerida es oboe, violín, cuerdas y bajo continuo. Por momentos parece que el Kantor se acercase a esa producción operística que tanto se ha echado en falta por algunos estudiosos e intérpretes. La primera de las arias, con oboe obbligato es una de las más hermosas de cuántas existan en la producción de Bach, pues la belleza melódica y el juego de líneas entre los solos de soprano y oboe son sostenidos de una manera asombrosa por un leve y casi hipnótico colchón armónico realizado por la cuerda, en la que sorprenden el desarrollo de progresiones y escalas ascendentes. Los recitativos entre las arias son de una hondura armónica apabullante, creando un hermoso contraste con las arias en las que el uso de los instrumentos solistas parece crear un claro diálogo entre estos y la voz. La tercera de las arias es un brillante diálogo soprano-violín, mientras que la cuarta recupera al oboe como compañero de fatigas –deliciosa y extraordinariamente jubilosa su melodía–, terminando la obra como una fascinante aria en tiempo de gavotte, en la que el oboe, violín y la voz se convierten en el trío solista, en un esplendoroso ejemplo de dominio del contrapunto, al que acompaña una orquesta bien nutrida en la sonoridad de la cuerda, con momentos al unísono.

  Un interludio instrumental se nos presenta a continuación, con una de las grandes obras concertísticas del catálogo BWV, el Brandenburguisches Konzert. 4 BWV 1049. Compuesto en la tonalidad de Sol mayor, tiene al violín y dos flautas de pico como instrumentos solistas, quedando el resto de la orquesta con el único complemento de la cuerda y el continuo para completar la partitura. Compuesto circa 1720, en las condiciones que son sobradamente conocidas, supone un absoluto despliegue de la elegancia melódica y el virtuosismo límite –véanse los pasajes del violín– al que Bach podía llevar sus composiciones. Destacan los vívidos movimientos extremos, que enmarcan un Andante central repleto de lirismo y evocadores sensaciones en las que el timbre especialmente dulce de las flautas de pico nos parece acercar a un paisaje bucólico.  

  Se cierra el «disco» con la Kantata Ich glaube, lieber Herr, hilf meinem Unglauben! BWV 109, compuesta Dominica 21 post Trinitatis, se estrenó el 17 de octubre de 1723, en la Thomaskirche lipsiense, cuyo libretista es desconocido. Requiere de tenor y alto solistas, coro a 4, tromba da tirarsi –instrumento reconocible en la trompeta natural, que normalmente suele ser intercambiada en lo interpretativo por la trompa natural–, oboes, cuerdas y bajo continuo. El coro inicial es un fantástico despliegue de sonoridades, con los dos oboes, el fagot apoyando en el continuo, y la cuerda como soporte melódico-armónico de un coro que tiene momentos casi dedicados a voces solistas. Le siguen un recitativo y aria para tenor, esta última uno de los fantásticos ejemplos que el Kantor supo desplegar en su literatura para dicha tesitura, que destaca por una introducción orquestal que nos puede acercar a la ouverture de corte francés, para volver con presteza a esa sonoridad tan «bachiana», construida en una línea vocal sólida y compleja que es mantenida únicamente por el continuo. El aria transita por este continuo contraste entre la voz y el continuo y ese aire francés para la orquesta sin la voz solista. El tenor cede su lugar al alto, que ofrece un recitativo y un aria, otro hermoso ejemplo de lo que el maestro de Eisenach es capaz de crear, pues con el único concurso del trío solista, conseguido a través del propio alto al que suma dos oboes, y el continuo, es capaz de sostener la expresividad de un aria de más de seis minutos. Se cierra la cantata y el disco con el choral final, rúbrica al más puro estilo «bachiano», en la que encontramos un maravilloso manejo de las partes concertantes dentro del todo, desarrollando un exquisito contrapunto entre tres líneas, dejando el cantus firmus para la soprano. La escritura orquestal es absolutamente demoledora, con una riqueza en las líneas, la tímbrico y el elemento armónico de las que dejan sin palabras. 



  Está en cierta manera extendida la creencia de que la música de Bach, por su inmensidad y su estricto carácter más septentrional, no es accesible de la misma forma para cualquier tipo de intérpretes. Este disco viene a demostrar que también en España es factible hacer un Bach de cierta altura, en que los aspectos cualitativos pueden competir con dignidad con los de sus colegas alemanes, belgas u holandeses. Si bien es cierto que en España ha habido siempre mucho, mucho respeto a interpretar la magna obra del Kantor, parece que en los últimos años los artistas nacionales se están atreviendo a «plantar cara» a su obra. El resultado de este registro, si bien no  está a la misma altura de lo que puede ofrecernos un Herreweghe, Koopman o Gardiner, sí que supone una buena muestra de que se está avanzando bien por el camino. Las partes solistas cumplen entre lo insuficiente, como en el caso del contratenor Jordi Domènech, no resulta ni especialmente agradable ni adecuado para la hondura expresiva que requiere este repertorio; lo notable, el bajo Enrique Sánchez, aunque sus aportaciones se limitan prácticamente a enriquecer las partes corales, lo que no es poco, desde luego; y lo absolutamente sobresaliente, comenzando por el tenor Juan Sancho, que verdaderamente está estratosférico aquí, con un timbre hermosísimo, un gran dominio de lo técnico y un carácter excepcional para este repertorio, con una dicción muy notable del alemán; sumamos, para terminar, a Raquel Andueza, que literalmente se sale, especialmente en su cantata a solo. A pesar de que su voz y timbre más blanco pueden parecer a priori algo inapropiados para esta música, Andueza sale airosa merced a su dominio técnico, expresivo, su fantástica dicción y una extraordinaria capacidad para desarrollar una línea elegante y precisa, que engrandece el texto escrito.

  La parte orquestal luce también con claroscuros, aunque en general hay que felicitar a Hippocampus por su participación en esta ardua empresa. Las partes solistas adolecen de ciertos problemas en la afinación e algunas notas problemáticas en los pasajes más exigentes. En otros momentos saben hacer suyos los momentos más hermosos y acompañar con delicadeza y refinamiento a las voces solistas. La cuerda y el continuo son lo mejor de la grabación, con un sonido terso, límpido y en el punto justo en cuanto al carácter y manejo de las dinámicas. Bien elegidos los tempi por parte del director, Alberto Martínez Molina, quien aporte un toque personal a las versiones, sin caer, afortunadamente, en una «mediterraneización» de la obra de Bach. Es más, diríamos que es una versión bastante nórdica, contenida en la expresión, pero no fría en su resultado final. A pesar de una orquesta poco nutrida en el número, el resultado sorprende por su sonoridad redonda y llena, todo lo contrario a lo que se aprecia en las partes corales, pues la visión OVPP –one voice per part– no funciona en ninguno de sus principales aspectos. 

  Un «disco» que merece la pena más por su contenido estrictamente musical, que lo por novedoso de un concepto que, por «posmoderno» que quiera resultar, no es aún más innecesario de lo que será en los próximos años. No soy de los que auguran la caída del compacto, así que sigamos haciendo objetos culturales que honren el soporte que tantas horas de felicidad nos ha aportado y aportará. Por lo demás, lo dicho, Bach también es para españoles.

                                                                                                            Publicado en Doce Notas el 21-12-2013.

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