El
Fèstival de Torroella de Montgrí registra una interpretación en directo del
oratorio vivaldiano caracterizada por la falta de fuerza general.
Juditha trimphans. Música de Antonio Vivaldi. Gemma Coma-Alabert, Monica Piccinini, Marina de Liso, María Hinojosa, Marta Infante, Cor La Xantria y Acadèmia 1750 – Ottavio Dantone. Versàtil [VR-0001]. 2008. T.T.: 118’03.
Juditha triumphas
devicta Holofernis barbarie, con número de
catálogo en Ryom 644, es el único oratorio –que él mismo calificó como Sacrum militare oratorium– de los cuatro
que se cree que fueron compuestos por Antonio
Vivaldi que ha sobrevivido hasta nuestros días. Este es concretamente el
segundo de los que compuso, allá por el año 1716, sobre libreto de Giacomo Casetti, quien utiliza, de una
manera realmente menos sutil de lo que pudiera parecer, la confrontación que
desde 1714 la Serenissima Repubblica di
Venezia tenía con el Imperio Otomano para personificar en el terrible
Holofernes al turco –el Sultán otomano, concretamente–, siendo la contundente y
mucho menos sutil aún, Judith, la que saldrá triunfadora de su terrible
enfrentamiento, que terminará con la decapitación del primero en manos de esta
–interesante metáfora del futuro que la república veneciana obtuvo en dicho enfrentamiento.
Todo ello con el evidente trasfondo religioso de la lucha entre el Cristianismo
y las religiones «bárbaras», enmascarado en la bíblica confrontación entre
judíos y asirios. Los demás personajes, aunque secundarios, tienen un papel
fundamental en el desarrollo del oratorio, sobre en el aspecto dramático y
musical: Abra –sirvienta de Judith– encarnará a la fe cristiana, Bethulia –la
ciudad sitiada– a la Iglesia, Ozias –el gobernador– al Papa, mientras que
Vagaus –latinizando el nombre de Begoas– es el general del ejército turco. Es
realmente interesante observar cómo el dúo Vivaldi-Casetti desarrollan toda la
acción de una manera basada en el dramatis
personae, es decir, obviando el modelo del oratorio barroco anterior, en el
que un personaje denominado Historicus
actuaba como narrador omnisciente, sino que aquí serán los propios personajes
los que vayan contando la acción a través de sus propias vivencias, en un claro
acercamiento del género a la ópera.
La obra se
divide en dos claras partes, que Vivaldi marca como Pars prior y Pars altera,
ambas construidas en torno a catorce números –arias y coros– con sus
recitativos correspondientes, teniendo el coro una importancia algo mayor que
en la ópera, pero quedando aún en un segundo plano en comparación a las arias
solistas, y en el tratamiento que otros, como Händel, harán del mismo en un
período estrictamente coetáneo. Esta es una obra unida de manera indisoluble al
Ospedale de la Pietà, lo que se observa en que todos los papeles protagonistas
están destinados a féminas, cuyos nombres, además, se conocen gracias a la
inscripción que el propio Vivaldi dejó en su partitura autógrafa y en la lista
que un asistente a alguna representación escribió en una copia del libreto
conservado hoy en Roma. En cuanto al instrumentario utilizado, es bien sabida
la afición de Vivaldi por conseguir colores especiales en sus composiciones,
aunque si bien en las óperas es más comedido, en este caso desarrolla un
interesante uso de algunos instrumentos, pues se sabe que La Pietà estaba
especialmente bien nutrida en este aspecto. De esta manera podemos encontrar
dos trompetas, timbal, dos clarinetes, un chalmeau soprano –una especie de predecesor
del clarinete, con una belleza tímbrica espectacular–, viola d’amore, oboe,
mandolina, cuatro tiorbas, dos flautas de pico, e incluso un pequeño consort de viole all’inglese –que suele
ser asimilado a las viole da gamba. El colorido conseguido por el autor
veneciano en este oratorio es de los más impactantes que se hayan conservado en
la historia del oratorio.
La Sinfonia introductoria, hoy día perdida,
pudo ser extraída, de alguna de sus obras puramente instrumentales. La solución
habitual hoy día es la de tomar su concerto
RV 562 como sustitución más adecuada, sobre todo porque su fecha de
composición, tonalidad y orquestación son muy cercanas a las del oratorio. Otra
solución es la dejar la pieza sin la sinfonía introductoria, pasando directamente
al coro que la sigue –opción elegida en la presente grabación.
Los
resultados, por todo lo anteriormente expuesto, son absolutamente brillantes. Un
magnífico ejemplo de todo el colorido, expresividad y poder dramático de la
obra vocal de Antonio Vivaldi.
En la
presente versión, grabada en directo el 16 de mayo de 2008, en el Círculo de
Bellas Artes de Lugo, que se trata de una producción del Fèstival de Torroella de Montgrí, encontramos un Vivaldi, que a
pesar de lo ya comentado, se nos presenta bastante plano, con falta de esa
fuerza siempre tan característica suya y con algunos de los problemas propios
del directo. Las voces solistas, con representación española destacada, rinden
a un nivel considerable, aunque sin especiales alardes canoros. Judith es
representada por la mezzo catalana Gemma
Coma-Albert, que debo decir que nunca antes había escuchado, la cual me ha
parecido de lo mejor del registro; una voz expresiva, elegante, con
refinamiento técnico. La contralto italiana Marina de Liso encarna a un Holofernes no especialmente creíble,
falto de vigor, aunque su línea de canto se muestra segura, hermosa y
técnicamente solvente, en la que no destaca por su color el registro grave. Monica Piccinini, soprano italiana de
gran bagaje en la interpretación de música de Vivaldi, se encarga de dar vida a
Vagaus, y lo hace con un bello timbre, realmente dominadora del registro agudo
y con una vocalidad muy refinada, exquisita en la no especialmente endiablada
coloratura de la partitura. Abra es la soprano española María Hinojosa, uno de los papeles de mayor fuerza dramática y
expresiva del oratorio, con alguna de las arias de mayor bravura; resultado en
general muy notable el de la catalana, con buen dominio de las agilidades y el
registro medio-agudo. Marta Infante,
mezzo española, encarna a Ozias, siendo la suya la intervención más discreta.
Su timbre no acaba de resultar especialmente bello –no es de lo que
«encandilan»– y tiene importantes problemas en el registro grave, en el que
tiende a oscurecer sobremanera su voz.
El Cor La Xantria cumple con lo justo en
los breves coros que les da la partitura. Puede tratarse de la toma de sonido
–el directo ya se sabe–, pero el sonido del coro no está especialmente
trabajado como tal, y hay algunos momentos de desequilibrio entre cuerdas.
Por lo que
corresponde a la Acadèmia 1750 /
Orquesta Histórica del Fèstival de Torroella de Montgrí, formada de manera
exclusiva por intérpretes españoles –en su mayoría catalanes; excepción hecha
de la concertino, Farran James,
canadiense de nacimiento, aunque española de adopción–, su sonoridad es
coherente, aunque no destaca por tener una sonoridad de conjunto realmente
hecho, es decir, de aquellos que llevan años tocando juntos y cuyo feedback es absolutamente memorable.
Cumple sin alardes el cometido –¡y menudo cometido!– de sustentar las voces en
una partitura orquestal, que como es habitual en Vivaldi, resulta absolutamente
compleja, rica y expresiva. Lo mejor del conjunto es la sonoridad de las
cuerdas, bien equilibradas y con una tersura notable. Se nota el papel de la
gran Farran James en esta sección. Las partes solistas, que son varias y
notorias en eloratorio, no destacan por su especial brillantez, «pasando» con
lo justo, sin problemas mayúsculos de afinación o errores, pero faltos de un
trabajo de mayor hondura dramática y expresiva.
La dirección
de Ottavio Dantone es sorprendente
plana y falta de energía. Extraña esto es una figura como la suya, que tantos
buenos registros ha dejado en los últimos años al frente de su Accademia
Bizantina, algunos de Vivaldi, en las que esta falta de vigor que aquí
destacamos no es para nada semejante. Una lectura muy regular en el uso de los tempi, en la que no hay ni un mínimo
riesgo en cuanto al manejo de la agógica y dinámica, ni siquiera en el aspecto
tímbrico. No se «suelta la melena» ni en aquellos momentos en los que el furore «vivaldiano» sale a relucir en
una escritura de bravura y energía impactante, lo que supone una verdadera
lástima, porque acerca de una manera totalmente innecesaria todas las arias de
las pieza. El continuo cumple bien, con el uso de clave, órgano y dos tiorbas,
aunque no resulta especialmente envolvente, ni sustenta con mano firme todo el
elemento orquestal.
En
definitiva, una lectura española, que se agradece tener, al menos para ver que
los españoles también pueden acercarse a este repertorio, pero a la que falta
mucho para poder llegar a «competir» con las lecturas italianas o inglesas que
hay en el mercado. Una lástima, porque tenía muchos de los ingredientes para
ser una gran versión. Ya se sabe, las apariencias engañan.
Publicado en Doce Notas el 26-XII-2013
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