El
conjunto español graba las seis sonatas para dos violines de Erlebach en una
poco común versión para dos violines y continuo.
VI
Sonate a due Violini col suo Basso Continuo. El
Arte Mvsico. Verso [VRS 2146], 2013. T.T.: 66’32. Obras de Philipp Heinrich
Erlebach.
Philipp Heinrich
Erlebach [1657-1714] es un nombre
que para muchos puede no decir absolutamente nada. Sin embargo, estamos ante de
uno de esos maestros que ayudó a desarrollar una particular escritura para
violín en la Alemania del siglo XVII, que terminó por convertirse en la más
idiomática de cuántas se produjesen en Europa en aquel momento. El maestro
alemán, que parece pudo formarse en sus primeros años en la corte de Frisia
Oriental, llegaría posteriormente a ostentar el cargo más importante en la
música de la corte de Albert Anton von Schwarzburg-Rudolstadt, siendo nombrado Kapellmesiter en 1681, puesto que
ostentaría durante los 33 últimos años de su
vida
Su corpus
compositivo alberga piezas de corte vocal e instrumental que abarcan
prácticamente todos los géneros esenciales del momento. Destaca en la parte
vocal el desarrollo de la cantata, de la que ha sido uno de los grandes
representantes del género en la historia del Barroco alemán. En cuanto al
apartado instrumental, únicamente se han conservado, de las aproximadamente 120
piezas que se cree que compuso –desgraciadamente, un incendio en el Castillo de
Heidecksburg acabo con prácticamente la totalidad de las obras que se
conservaban de Erlebach: seis suites-ouverture, seis sonatas en trío y una
marcha –al menos así lo reflejan en el The
New Grove [1985] Bernd Baselt y Dorothea Schröder. En estas piezas Erlebach
muestra el dominio de las influencias francesas –suites-ouverture– y las
italianas –sonatas en trío–, conjugando en su obra general todo ello con un
estilo alemán marcado, en el que se observan elementos melódicos extraídos del
folklore y una tendencia hacia sonoridades que la acercan a la música vocal
De estas
pocas piezas supervivientes se graban aquí las VI Sonate à Violino e Viola da Gamba col suo Basso Continuo, che si
possono pratticar anche a due Violini… del año 1694, y que son, sin duda,
las piezas más célebres dentro de su corpus instrumental. Son estas obras que
ya han recibido cierta atención de los intérpretes, a pesar de que apenas es
posible encontrar hoy día grabaciones que contengan la totalidad de las seis
sonatas –sí más fácil encontrar discos con una selección de las mismas–, por lo
que esta ya es una primera razón para regocijarse por la llegada de este registro.
Pero es que, además, se graban aquí en su versión para dos violines, pues como
sabemos, el propio Erlebach deja –como se observa en su título– abierta la
posibilidad de interpretarlas con violín y viola da gamba, o por el contrario
con dos violines. Además, no solo es que lo explicase así en el título, sino
que dejó escritas por separado estas dos líneas: una para viola da gamba y otra
para violín II. Esta versión para dos violines difiere en algunos momentos con
la de violín y viola da gamba, y apenas se ha grabado, por cual debemos
regocijarnos aún más de la decisión tomada por el conjunto español a la hora de
registrar estas seis sonatas.
Como hemos
disco anteriormente, Erlebach, al igual que otros muchos compositores del
momento, fueron fraguando una escritura violinística que se convertiría en
absolutamente referencial en la Europa del período. Una de sus principales
características era el uso de un recurso interpretativo curioso, que llevaba el
nombre de scordatura, y que consistía
en cambiar la afinación habitual de las cuerdas del violín con el fin de
amoldarla a tonalidad que se requería en cada pieza de manera específica –uno
de los ejemplos más célebres es el de Heinrich Ignaz Franz von Biber y sus Rosenkranz-Sonaten. Erlebach utiliza
esta técnica en tres de las seis sonatas de 1684: la III, IV y VI.
La música
alemana del XVII, tanto la vocal como la instrumental, tiene la extraordinaria
cualidad de ser especialmente expresiva, de saber llegar con absoluta facilidad
a las entrañas de quien la escucha o interpreta. Su exquisitez melódica en las
líneas altas –especialmente las escritas para violín–, que es soportada por una
armonía verdaderamente rica y con un gran poder evocador, hace de ella una de las
más idiomáticas y representativas de la historia, reconocible casi a la primera
escucha. Es difícil explicar cómo y por qué, pero sucede: uno escucha una
cantata o una sonata de cualquiera de las decenas de compositores absolutamente
talentosos que poblaron el territorio alemán durante ese siglo XVII, y
rápidamente acuden a él una multitud de sensaciones que le sobrecogen. Es
música que realmente es capaz de desestructurar el interior del ser humano. Estas
seis sonatas de Erlebach no son una excepción. Estamos hablando de obras con
una calidad desorbitada, que no tienen nada que envidiar a las composiciones
más excelsas de la Europa del XVII. No deja de sorprenderme cómo música de este
calibre es aún tan desconocida por el público general.
Las lecturas del
conjunto español El Arte Mvsico
destacan por su capacidad para remarcar el lirismo y el poder evocador de las
seis sonatas. La sucesión de danzas y movimientos contrastantes se muestra
precisa, sin aristas. Es una lectura realmente homogénea, capaz de captar la
esencia de la escritura alemana, de la elocuencia sonora que el violín es capaz
de remarcar en todas sus facetas. Técnicamente no es una versión perfecta; hay
aspectos mejorables en este punto: quizá una pulcritud algo mayor en algunos
pasajes en cuanto a la afinación –la scordatura
complica este aspecto considerablemente–, pero hay en ella pasión y una
capacidad de conmoverse con la propia interpretación, lo que hace que esto
llegue al oyente.
Los cuatro
miembros rinden a gran altura: estupendos Ángel
Sampedro y Teresa Casanova en
los violines barrocos, pues es música de una complejidad muy considerable, que
sin embargo es solventada aquí con una notable ligereza. La sonoridad es
hermosa y el diálogo constante entre ambos violines está fantásticamente
logrado: todo resulta claro, diáfano y consecuente. Por su parte, el continuo
está conformado aquí por la presencia de Isabel
Gómez-Serranillos [cello barroco] y Diego
Fernández [clave], quienes son capaces de aportar la sensibilidad y ese
carácter evocador que la armonía supone en estas obras de una manera bien
lograda. No resulta fácil ser el sustento armónico de dos líneas de violines
que se elevan con tan bella sonoridad y absoluta contundencia y poder, siendo
capaces de encontrar el punto justo entre la presencia permanente necesaria,
pero sin traspasar en momento alguno la línea de lo razonable en cuanto al
respeto sonoro por las partes solistas. Bien conseguido dicho equilibrio, hay
que subrayarlo y aplaudir. Solo he de lamentar la ausencia en el continuo de un
instrumento de cuerda pulsada, tan común en la Alemania del XVII y que tanto
color y personalidad le aportaría a la interpretación.
Si bien uno
prefiere la versión con violín y viola da gamba –el poder emotivo de la viola
es muy difícil de igualar–, estamos aquí ante una lectura que ha de provocar la
estupefacción de muchos. ¿Erlebach hecho por españoles y así de bien? Pues sí,
así de bien. Otro acierto para el sello Verso,
que últimamente está teniendo un gran ojo con aquella que tiene a bien editar.
Habrá que seguir la pista a este conjunto.
Créanme,
si son capaces de escuchar la Sonata
Terza –prueben con la Allemande,
la Sarabande o la Ciaconne-final– sin que les sobrevengan
todo tipo de emociones al instante, entonces es que este no es su disco. Pero
eso es algo que no pasará. Les doy mi palabra.
Publicado en Codalario el 10-II-2014.
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