Ignacio Prego presenta un deslumbrante recital en el que desgrana algunos de los mejores momentos del Bach clavecinista.
Chromatic Fantasy. Obras de Johann Sebastian Bach. Ignacio Prego. Verso [VRS 2125]. 2012. T.T.: 52:40.
BACH… Johann Sebastian Bach… El nombre que todos repiten. Cuando uno es clavecinista –y organista, cellista, flautista, violinista, violagambista, oboísta, laudista…– siempre vuelve inevitablemente a él, como un camino del que de manera inexorable no se puede escapar, sobre todo porque no se quiere. Lo es todo, la fuente, el espejo, el alma, la vida. Precisamente por ello, cuando alguien se acerca a la obra del Kantor, más si se trata de piezas celebérrimas, lo hace con el mayor de los respetos y la devoción que un intérprete puede presentar. Y así, como con ese cariño con el que un hijo regala un dibujo para su padre, se presenta el clavecinista español en este registro.
Ignacio Prego no solo muestra
la admiración del alumno al maestro, sino que tiene algo que aportar. Su
solidez técnica es únicamente el firme pilar sobre el que se sustenta la
grabación, pues lo que sorprende realmente de estas lecturas es lo
extremadamente cálidas y evocadoras que resultan.
Comienzan el
disco con la endiablada Chromatische
Fantasie und Fugue BWV 903 –bravo por Verso por escribir el nombre en
alemán y no adaptarlo horriblemente a otros idiomas–, obra bien conocida por su
compleja construcción contrapuntística y sus más que exigentes escollos
técnicos. La retórica es punto fundamental en la escritura «bachiana», y este
es uno de los mejores ejemplos posibles. Absolutamente deslumbrante la fuga a 3
que el maestro de Eisenach lega al mundo, en la que el color cromático crea una
sensación dramática, casi de desasosiego.
La Toccata BWV 914, escrita en Mi menor, es un dechado de maestría
clavecinística. Cuatro breves pasajes que confluyen un una fuga final a 3, que
dan muestra de todo el universo sonoro que Bach tenía en su cabeza y la
cantidad de influencias que a lo largo de los años supo administrar de la mejor
manera posible –en este caso sobre todo italianas. Escuchar esto y darse cuenta de que no había llegado a la
treintena cuando lo compuso, le hace sentirse a uno absolutamente diminuto,
casi ínfimo.
La Partita II BWV 826 forma parte de esas
seis partitas BWV 825-830 que se publicaron de manera conjunta en el Clavierübung de 1731. Aunque
estrictamente se trata de una colección de danzas, es decir, una suite, parece que Bach quiso rendir un
homenaje a Johann Kuhnau [1660-1722], quien había sido su predecesor como
Kantor en la Thomaskirche de Leipzig,
y que ya había utilizado esta curiosa denominación en unas colecciones para
clave de finales del XVII. Hay en esta partita, como en el resto, una
apabullante fusión de elementos franceses, italianos y también germánicos, que
la convierten en un ejemplo maravilloso de la magnificencia del universo
«bachiano», ese que nunca se agota, que no llega a su fin. Compuesta por una sinfonia introductoria, cuatro danzas –allemande, courante, zarabande y rondeaux– y un capriccio, nos envuelve con toda la belleza y ese dominio de la
estructura contrapuntística y de la arquitectura sonora, que solo el gran Bach
es capaz de conseguir.
Una de las piezas más especiales y bellas dentro del corpus clavecinístico del Kantor es, en mi opinión, su Capriccio sopra la lontananza del fratello diletissimo BWV 992, escrito en la tonalidad de Si bemol mayor. Narra la marcha de su hermano mayor Johann Jacob, que en 1704 se iba para tocar el oboe en la banda de la guardia real de Carlos XII de Suecia. Casi como si de una obra con programa se tratase, el joven Bach narra una pequeña historia, que Enrique Martínez Miura explicita de manera fabulosa en las notas críticas del presente disco, y que me tomo la licencia de tomar por lo que clarificadora que resulta. Cada uno de los seis movimientos narra un breve suceso: I. Arioso. Adagio: adulaciones de los amigos para disuadir a Johann Jacob de su viaje; II. [Andante]: descripción de los accidentes que pueden sobrevenir en tierra extraña; III. Adagiosissimo: lamento general de los amigos; IV. Los amigos desisten y acuden a despedirle; V. Aria di Postiglione. Allegro poco; VI. Fuga all’imitatione di Posta. A pesar de lo breve y de su carácter anecdótico es fabuloso comprobar como en algunos momentos las narraciones de la historia son absolutamente reconocibles. Desde luego, si esas adulaciones tan impresionantemente hermosas del primer movimiento –uno de los momentos cumbre de toda la literatura clavecinística de la historia– no consiguieron disuadir al hermano mayor de su partida, es que nada podía hacerlo.
Ignacio Prego demuestra en este fabuloso recital por qué es en estos momentos uno de los máximos exponentes del clave español en todo el mundo. Su inagotable y deslumbrante curriculum lo dice todo, pero más dice, créanme, la escucha de un registro de este calibre. Sabía de sus andanzas y de sus bondades, pero me he llevado una sorpresa mayúscula al escuchar el presente álbum. Estamos ante un artista que no tiene prácticamente nada que envidar a aquellos que dominan la música para tecla del gran Bach. Un disco digno de estar entre las primeras referencias discográficas de su año en cuanto a la música de tecla se refiere. La madurez y hondura interpretativa que subyacen en esta grabación son arrolladoras, más si cabe que la impecable destreza técnica con la que nos aplasta este gran clavecinista. No hay futuro que augurar, porque ya tiene un presente más que sólido, pero no se pierdan en los próximos años a esta gran figura, porque está destinado a alcanzar cotas muy, muy altas.
Publicado en Doce Notas el 18-XII-2013.
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