miércoles, 8 de octubre de 2014

«Pasado y futuro...» | Crítica para Doce Notas de la última recuperación operística en la Vivaldi Edition

Pasado y futuro del drama veneciano
La Vivaldi Edition continúa su excepcional recorrido con una de las óperas más interesantes e innovadoras de «Il prete rosso». 
 
L’incoronazione di Dario. Música de Antonio Vivaldi. Anders Dahlin, Sara Mingardo, Delphine Galou, Riccardo Novaro, Roberta Mameli, Lucia Cirilo, Sofia Soloviy, Giuseppina Bridelli • Accademia Bizantina | Ottavio Dantone. Naïve | Vivaldi Edition 3 CD [OP 30553], 2013. T.T.: 177:20.


  Colmar de alabanzas a estas alturas la Vivaldi Edition, que la discografía Naïve está sacando adelante, y que supone, si ningún género de dudas, uno de los mayores hitos de la historia de la fonografía, es poco menos que una obviedad, pero es que cuando uno se encuentra con un disco de este tipo no puede menos que hacerlo casi de manera obligatoria, aun a riesgo de caer en la reiteración. 

  L’incoronazione di Dario RV 719 es un esplendoroso Dramma per musica compuesto por Antonio Vivaldi [1678-1741] en Venezia y estrenado en la ciudad de los canales en 1717. El año precedente había sido para Vivaldi excepcional, repleto de actos realmente importantes para su desarrollo profesional: gran éxito a principios de año con su ópera La contanza trionfante degl'amori e degl'odii RV 706, publicación en Amsterdam de su de sus Sonate per violino e continuo Op. V, pero especialmente su ascenso a Maestro de’ Concerti en el Ospedalle della Pietà, además de la visita que realizó a Venezia el Príncipe Elector de Saxony –acompañado de algunos de su músicos, entre los que se encontraba Johann Georg Pisendel, y que supuso el comienzo de la protección de la llamada Firenze sull’Elba sobre la figura de Vivaldi–, e incluso la «gloriosa victoria» de los cristianos sobre «el turco», que inspiró la composición de su célebre Juditha triumphans devicta Holofernes barbarie RV 644. El año terminó como había terminado, con otro triunfo operístico, esta vez con Arsilda Regina di Ponto RV 700. 

 Con estos mimbres llegaba Vivaldi a 1717, año en el que estreno su nuevo drama, esta L’incoronazione di Dario RV 719, calificada por Frédéric Delaméa como «la apoteosis de la luna de miel entre el compositor y su ciudad natal». El año 1717 comenzó con extrañas circunstancias para Vivaldi y el teatro San Angelo, puesto que la producción de Penelope la casta, del compositor y empresario Fortunato Chelleri, supuso un fiasco debido a diversos problemas, que incluso obligaron al compositor a dejar de interpretar el clave en medio de una función, y que obligó a Vivaldi a revisar su Arsilda, con el fin de intentar salvar los muebles y evitar la bancarrota del teatro. Finalmente, Vivaldi terminaría estrenando poco después L’incoronazione di Dario en dicho teatro, a pesar de que este estreno pudo no haberse producido nunca de no haber sido por la pericia del compositor para salvar el teatro. El 23 de enero se anuncia el estreno de esta ópera, para la que dicen requerirse «un gran número de máscaras y unos suntuosos atuendos». La gaceta Pallade Veneta describió este drama del «célebre compositor de música» como realmente magnífico y muy respetuoso con el libreto sobre el que se crea. La elección del libreto, basado en un pseudodrama histórico situado en Persia, del poeta Adriano Morselli –escrito 33 años antes– no carecía en verdad de riesgo, pues obligaba a Vivaldi a adaptar a los gustos actuales una obra que en cierto modo ya estaba pasada de moda, pues reflejaban una estética y un estilo que estaban ya obsoletos, en una época en la que las ideas de la Arcadia estaban triunfando por todas partes. A las, a buen seguro tenidas en cuenta, condiciones económicas, parece que Vivaldi se vio atraído por un texto realmente rico desde el punto de visto dramático, típico del antiguo teatro veneciano, que ofrecía un escenario, una trama y unos personajes que podían dar rienda suelta a su imaginación. El texto, retocado adecuadamente por el propio Vivaldi, conservaba un equilibrio fantástico en los estados de ánimo, con un juego muy interesante entre lo serio y lo cómico, así como unas largas escenas de recitativos que complementan los dramáticos acontecimientos sin la intrusión del aria da capo, creando así un homenaje al antiguo modelo de teatro veneciano. El uso de los ochos personajes creados por el poeta, la enorme cantidad de formas variadas de arie y conjuntos que se oponen a la hegemonía del aria da capo, la presencia de muchas arias al comienzo de las escenas, así como la inclusión del arioso en múltiples ocasiones representan toda una rebelión estilística contra los nuevos dogmas, conformando así uno de las más interesantes y diferentes creaciones «vivaldianas» en lo dramático, que sin duda fue causa de numerosas críticas por el público ya más cercano a la nueva estética teatral. 

  No obstante, a pesar de que Vivaldi podía caer en la trampa planteada por un texto apegado al pasado, su música representa bien el otro extremo, sus intenciones innovadoras. Desde la Sinfonia introductoria –modelo de obertura «vivaldiana»–, el compositor nos demuestra todo su «poderoso sentido rítmico y su brío melódico, que son proclamados con garbo» –en palabras de Delaméa. A lo largo del drama Vivaldi vuelve a demostrar su capacidad innata para el lenguaje teatral, explorando fórmulas que hasta entonces no habían sido más que esbozadas, repitiendo experimentos ya tratados hacia años y mostrando su audacia para las innovaciones, como demuestra la inserción de la Cantata di Niceno en medio del drama, que acompaña con una parte para la viola all’inglese, o la variopinta y vrituosística utilización de la paleta instrumental, que en ocasiones recuerda mucho a las usadas en sus concerti per molti stromenti.  De este modo, cada detalle, tanto psicológico como dramático, está cuidado al detalle, fundiéndose así cada uno de los sentimientos mostrados en el libreto con una música absolutamente adecuada y arrebatadoramente hermosa. La música y el drama ya no se subyugan entre sí; la fusión es absoluta. 
 
  El elenco vocal rinde a un nivel altísimo. El Dario del tenor Anders Dahlin resulta vigoroso, bellamente timbrado y solvente en el más que exigente registro agudo –por momentos con sobreagudos casi belcantistas. Destacar a estas alturas la simbiosis extraordinaria entre la contralto Sara Mingardo y la música de Vivaldi resulta también una obviedad; impresionante su rol de Statira, con el registro grave poderoso y siempre tan creíble en lo dramático, Mingardo brilla especialmente entre las voces femeninas del cast. La contralto Delphine Galou destaca por su capacidad para el registro agudo, además de su por su timbre realmente masculino –que recuerda en ocasiones al del contratenor Philippe Jaorussky– aunque por momentos se obscurece más de lo deseado, quedando para ella quizá el aria más llena de furore y hermosa de toda la ópera [D’un bel viso, Acto I, escena 5]. Convincente y poderoso el Niceno de Riccardo Novaro, barítono especialista en estas lides, que aporta el registro grave al drama. Giuseppina Bridelli es una alto realmente carnosa, con capacidad para la expresión y una línea de canto muy capacitada para el fraseo barroco. El resto del elenco se compone de papeles menores pero muy solventes y experimentados, llevados a cabo por la soprano Roberta Mameli [Alinda], la mezzo-soprano Lucia Cirillo [Oronte] y la soprano Sofia Soloviy [Arpago].

   Accademia Bizantina está absolutamente brillante. No en vano estamos ante uno de las grandes agrupaciones barrocas italianas, que se está especializando felizmente en la ópera de Vivaldi. Formada para la ocasión por 25 instrumentistas, con cuerdas 4/4/2/2/1, viola da gamba, fagot barroco, dos oboes barrocos, dos flautas de pico, dos trompas barrocas, dos trompetas barrocas, archilaúd, tiorba y dos claves, cada uno de ellos brilla con luz propia cuando se les depara algún pasaje obbligato, resultando el global de la agrupación esplendorosa en sonido, especialmente la cuerda, que se presenta límpida y tersa de modo ejemplar. Fantástico, por lo demás, el continuo, colorista e imaginativo pero con inteligencia, sin alardes desmedidos. 

  El trabajo al frente de todos por parte de Ottavio Dantone es, como acostumbra, magistral. Uno de los directores más en alza en los últimos años, su capacidad para el drama y la expresión son sobresalientes, siendo capaz de sacar lo mejor de los cantantes y un resultado apabullante en cada uno de sus instrumentistas. Dantone es, sin duda alguna, todo un ejemplo de lo que debe ser un director de ópera: alguien capaz de aglutinar capacidades y extraer de cada individuo lo mejor de sí para lograr un resultado global brillante. Solo así se concibe una ópera en estado puro, como aquí encontramos.

  Un acierto absoluto para Naïve, que nos presenta una de las mejores óperas hasta ahora editadas por el sello galo. Nadie debe dejar de tener en sus estanterías esta ópera, pues es Vivaldi en estado puro, pero encontrarán en él cosas distintas a los que quizá estén acostumbrados a escuchar. Un volumen absolutamente imprescindible dentro de la ya legendaria Vivaldi Edition.

Publicado en Doce Notas el 17-VII-2014. 

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