El director belga y su legendario conjunto ponen música a la pintura de Francisco de Zurbarán a través de un maravilloso recorrido por algunos de los maestros más interesantes del XVII español.
La
oreja de Zurbarán. Música de Andrés Barea, Juan García de Salazar,
Diego de Pontac, Manuel Machado, Fray José de Vaquedano, Mateo Romero, Miguel
de Ambiela y anónimo. Huelgas Ensemble | Paul Van Nevel. Cypres Records, 1 CD [CYP1669],
2014. T.T.: 56:56.
Parece que esa es la pregunta que se
plantean los protagonistas de este registro a la hora de llevarlo a cabo, y la
que pretenden responderse a sí mismos y a los oyentes en el álbum que aquí
presentamos. Francisco de Zurbarán
[1598-1664] es, como bien saben, uno de los mayores exponentes en la pintura
del siglo XVII español, pero también europeo. Aprovechando que este año se
celebra la efeméride del 350 aniversario de su fallecimiento, el Palais des
Beaux-Arts de Bruxelles [Bozar] –un
centro cultural de enorme calado en Bélgica– programó una exposición, entre el
29 de enero y el 25 de mayo, dedicada al maestro extremeño en la que se
presentaron algunas de sus obras fundamentales. En el marco de la misma se
concibe este registro discográfico, que intenta poner sonidos a su obra
pictórica. La intención no es otra que presentar algunas de las obras que el
maestro Zurbarán pudo haber escuchado en el desarrollo de su carrera entre
Sevilla y Madrid. Para tal empresa se graban aquí ocho piezas de ocho maestros diferentes,
una miscelánea de música sacra y profana –tanto en latín como en lengua
vernácula– que muestra una breve pero fascinante panorámica de la producción
vocal que se estaba produciendo en España durante todo el siglo XVII, contando
con el enorme interés de que algunas de ellas son primeras grabaciones
mundiales.
Encontramos
piezas de marcado contraste: por un lado piezas en un evidente stile antico, el que todavía pervivía en
la Península Ibérica, por otro, obras en las que la influencia de la seconda prattica italiana que va posando
en la producción músical hispánica se deja ver con claridad. Así encontramos
piezas sacras en latín, compuestas todas por compositores que ejercieron su
magisterio de capilla en algunas catedrales españolas, en las que encontramos
escritura contrapuntística, pero con una carga muy fuerte del recurso de la
homofonía. El primero en aparecer en Andrés
Barea [c. 1610-1689], que fue maestro de capilla en Burgo de Osma,
Salamanca, Valladolid y Palencia, y del que se graba su exquisito Miserere mei Deus a 8 in alternatim,
en el que utiliza la técnica italiana del doble coro spezzati –esto es, separado uno de otro–, consiguiendo una
sonoridad de hondura notable y en la que utiliza sutiles disonancias,
especialmente en las cadencias.
Lauda Sion salvatorem a 4, de Juan García de Salazar [1639-1710] –quien
fuera maestro de capilla en Toro, Burgo de Osma y Zamora–, nos presenta una
escritura más arcaica, que parece buscar ese estado de éxtasis –como apunta Van
Nevel en las notas críticas– a través de una recurrencia armónica y melódica
evidente.
Diego de Pontac [1603-1654], compositor
zaragozano, maestro de capilla en el Hospital Real de Zaragoza, en la Iglesia
Mayor de Granada, Santiago de Compostela, La Seo zaragozana y posteriormente en
la Real Capilla madrileña, supone un fantástico ejemplo de la influencia que
otras escuelas compositivas tuvieron en la producción musical de la España del
XVII. En su Agnus Dei «In exitu Israel»
a 4 nos muestra un estilo cercano al franco-flamenco, con gran manejo del
contrapunto imitativo. Una pequeña gran joya.
Las
Lamentaciones a 8 de Fray José de Vaquedano [1642-1711]
–maestro de capilla en el Convento de la Encarnación madrileño y finalmente en
Santiago de Compostela–, son un ejemplo evidente de que avanzado tanto el XVII
en España todavía se componía con un marcado arcaísmo. Música contrapuntística
de dificultad técnica notable y una escritura ampliamente melismática sobre
todo en las letras hebraicas. Uno de los tesoros mejor guardados en el presente
registro.
Del
mismo modo destaca la brillantez del Stabat
mater a 1 y 4, compuesto por el también zaragozano Miguel de Ambiela [1666-1733], quien ejerció su magisterio de
capilla en diversas instituciones: Colegiata de Daroca, Lleida, Jaca, El Pilar
de Zaragoza, las Descalzas Reales de Madrid y Toledo –probablemente fue el último
maestro de capilla de su catedral–. Utilizando la partitura presente en el Ms. 25, f. 83v.-84r. de la Biblioteca Capitular de Toledo
–de enorme belleza, por cierto–, se nos presenta esta pieza construida de
manera clara sobre un cantus firmus,
que muestra cierto arcaísmo, pero con algunos avances armónicos de sumo
interés.
Tres
son las piezas profanas con texto en lengua vernácula grabadas aquí.
Primeramente el anónimo Río de Sevilla,
una canción con estribillo a 3, datada en el siglo XVI, en cuya simplicidad
melódica y curioso texto encontramos su mayor encanto. Del Cancionero de la Sablonara [1624/1625] nos llegan las otras dos
piezas: Dos estrellas le seguen, un delicado
y hermoso romance 4, compuesto por el compositor portugués Manuel Machado [c. 1590-1646] –que desarrolló su carrera en la
Capilla Real de Madrid–, que Van Nevel arregla aquí con variabilidad en la
introducción de las diversas líneas –esto es, primero solo dos partes, luego
tres y posteriormente las cuatro–, intentando ofrecer una mayor variedad sonora
en el resultado final –incluso llega a introducir un pasaje con boca cerrada
que no existe, obviamente, en el manuscrito original–; y el villancico a 4, Fatigada navecilla, de Mateo Romero [c. 1575-1647] –compositor flamenco, conocido por el sobrenombre
de «Maestro Capitán», que desarrolló su carrera en Madrid–, maravillosa y
contrastada pieza, con una escritura calmada para un texto realmente agitado.
Uno
podría pensar el porqué de la elección de un conjunto belga para llevar a cabo
la grabación de piezas de autores españoles. En primer lugar hay que destacar que
tanto la entidad de la que sale la idea de organizar la exposición en torno a
la que gira la grabación, como la discográfica involucrada son belgas, por lo
que en cierta manera ese «barrer para casa» es comprensible. En segundo lugar,
si hay que elegir a un conjunto vocal para interpretar piezas de este tipo, una
de las primeras opciones que le vienen a uno a la mente es precisamente la del Huelgas Ensemble. Y en tercer lugar –y
lo siento por los conjuntos españoles–, pero no hay en este país un conjunto
capaz de acceder a estas piezas e interpretarlas con el nivel de excelencia del
Huelgas. Al menos no hasta el momento. Contando con el concurso de 11 cantores
–de los habituales del ensemble–,
estamos ante interpretaciones sencillamente fabulosas. Se nos antoja necesario
plasmar aquí sus nombres: Axelle Bernage,
Magdalene Harer, Poline Renou y Katelijne Van Laethem [superius]; Achim Schulz, Stefan
Berghammer, Timothy Leigh Evans,
Tom Phillips y Matthew Vine [tenor]; Tim
Scott Whiteley y Guillaume Olry
[bassus]. El equilibrio, calidad vocal, comprensión del repertorio y
especialmente el poder expresivo del conjunto belga son de lo mejor en el
panorama mundial. Pocos conjuntos consiguen un sonido tan complejo y rico en
sonoridad, así como una interpretación tan pulida. Cuando uno escucha al
Huelgas tiene la sensación de que su sonido es como una ola que llega y te
golpea la cara con contundencia, pero sin dejar tras de sí una sensación de
incomodidad o angustia. En nuestra opinión no es posible pensar en intérpretes
mejores, al menos para unas obras de este tipo. Debemos destacar, además, el
notable esfuerzo y el buen resultado en la dicción de las piezas en español
A
la cabeza está Paul Van Nevel, sin
duda uno de los máximos exponentes en el ámbito de la música vocal de los
siglos XV y XVI en el mundo. Aquí, aunque se desliza temporalmente a un siglo
que aparentemente le puede quedar más lejano, el arcaísmo general de las piezas
y el carácter expresivo y profundo de las piezas hace que se mueva como pez en
el agua. Si algo consigue siempre Van Nevel es aportar una homogeneidad de
sonido absolutamente envidiable. Nadie sabe, como él, conjugar en una línea de
tenores cantores ingleses y centroeuropeos con un resultado tan brillante,
exponer a las sopranos a una línea de canto en extremo delicada con un empaste
tan escrupuloso, o conseguir de las voces graves una omnipresencia basada más
en la elegancia canora que en la potencia. Quizá algo más aficionado a hacer ciertos
arreglos de lo que fuera deseable –especialmente en las obras profanas–, su
capacidad para conmover y extraer de cada cantor lo mejor de sí sigue siendo
todo un ejemplo para cualquiera que se dedica, de una u otra manera, a este ámbito.
Uno aprende muchísimo cuando escucha una grabación de Van Nevel, y ese es,
seguramente, su mejor legado.
El
disco presenta una sencillo pero elegante diseño –llevado a cabo por mpointproduction–, en el que nos viene
a los ojos varias reproducciones de cuadros de Zurbarán –además del hermoso
manuscrito toledano–, que se acompañan de unas interesantísimas notas escritas
por el propio Van Nevel –para lo musical– y Jérôme Giersé –para lo pictórico–. La toma de sonido resulta en
ocasiones un tanto artificial y poco lograda, lo cual no extraña poderosamente,
sobre todo estando detrás una compañía de la solvencia contrastada de Tritonus. Pequeños detalles que evitan que
el disco logre la perfección, pero que en cualquier caso sitúan al disco como
uno de los mejores del año. Un auténtico regalo auditivo y musicológico, y una
apuesta maravillosa por el riquísimo y fascinante patrimonio musical hispánico
del XVII, que tanta falta hace aún a estas alturas. Una conjunción maravillosa,
tanto de música e intérpretes, como de idea y puesta a punto, que Cypres Records ha sabido recoger para
crear un objeto cultural de primer orden.
Publicado en Codalario el 25-XI-2014.
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