Madrileño de nacimiento y actualmente estadounidense de
adopción, es uno de los clavecinistas españoles más destacados de la
actualidad. Formado entre la capital española y ciudades como Indiana y
New York, está forjando una sólida carrera como solista de clave, tras
abandonar progresivamente el piano al que se había dedicado durante
tiempo. Merced a grabaciones bachianas de primer nivel y a una presencia
de calibre notable en Estados Unidos, Prego se está haciendo ya con un
puesto entre los clavecinistas españoles con mayor proyección de los
últimos años. Nos recibe para hablar sobre sus comienzos, la importancia
de EE.UU. en su carrera, sus proyectos, su futuro y especialmente sobre
Bach.
Vayamos al comienzo de todo. ¿Cuándo y por qué el clave?
Yo tengo formación de pianista. Tocaba el piano
desde muy pequeño. Por cuestiones familiares siempre he estado muy
familiarizado con el clave y con la música antigua, porque mi familia es
muy aficionada, así que siempre ha estado muy presente y de manera
constante. «Jugueteé» siempre con el clave, pues algunos amigos de mi
familia tenían un clave en La Granja, y siempre lo intentaba tocar un
poco y recibía alguna clase. Pero mi primera formación fue de pianista,
en Segovia. Después me fui a vivir a El Escorial, donde estudié el grado
superior de piano [Conservatorio Padre Antonio Soler], con un profesor
ruso, aunque seguí tocando el clave de manera amateur. Luego me fui a
Estados Unidos a estudiar, y fue principalmente en la Indiana University
donde comencé a compaginar ambos instrumentos, haciendo un máster en
piano y clave, especialmente gracias a mi profesora, Elisabeth Wright,
con quien realicé la transición entre ambos. De aquí pasé a The
Juilliard Scholl [New York], donde estudié clave con Kenneth Weiss y
Richard Egarr, y de ahí hasta hoy. Aquí es donde he tenido además un
mayor contacto con otro clavecinistas, como Lars Ulrik Mortensen,
Béatrice Martin, William Christie o Masaaki Suzuki. Si tuviera que
resumir mi formación de clave lo haría en tres nombres, que han sido los
principales en mi vida: Wright, Weiss y Egarr.
Y tras su formación en Madrid, la marcha a Estados Unidos. ¿Qué le llevó a elegir este país?
Para piano la razón fue un profesor brasileño
llamado Luiz de Moura Castro. Mi intención, como la mayoría de la gente
que se va a estudiar fuera, era estar allí dos años y volver a España
para seguir con mi vida y mi carrera. Ya cuando me fui tenía bastantes
conciertos aquí, un trío que funcionaba bastante bien, ya tenía mis
cosas, pero una vez que me fui allí fue todo bastante natural, porque
fui becado por la Agencia Estatal de Cooperación Internacional, y cuando
llegó el momento de volver pudo enlazar con otra beca que en principio
me iba a llevar a Wien, pero tuve un problema en un dedo en que me tuvo
sin tocar cinco meses, y dado que allí no podía comenzar en enero y en
Indiana sí, pues decidí quedarme, porque realmente tienen un
departamento de música espectacular, en piano sobre todo y en música
antigua también. Cuando acabé me quedé allí me dije lo mismo: «venga,
pues ya está, se acabó», pero entonces surgió la oportunidad de ese
programa en Juilliard, que es espectacular en muchos aspectos y con
muchas oportunidades profesionales, con mucho contacto con grandes
músicos, y ya me quedé otros dos años, viviendo en Manhattan, que
suponía además una gran opción, y hasta hoy. Ahora acabo de comenzar a
trabajar en Yale University [New Haven, Connecticut], como artista
residente y como vocal coach con cantantes. Voy pensando en grupos de
dos años, así que de momento estaré allí una temporada.
Estados Unidos siempre se ha considerado como
la hermana pequeña de la interpretación histórica en comparación con
Europa. Sin embargo, actualmente está en un momento espléndido en cuanto
a la formación. Lugares como The Julliard School, donde ha estudiado,
tienen actualmente un departamento de música antigua más que notable.
¿Qué opinión le merece, como buen conocedor, el sistema educativo
estadounidense en este aspecto?
El sistema allí está muy descentralizado. Se mueve
un poco por focos. Es cierto que no es comparable que no es comparable a
la tradición y la historia de Europa, lo que es lógico, porque al fin y
al cabo Estados Unidos fue fundado por ingleses ultrarreligiosos
emigrados y realmente no había una tradición de música, ni siquiera
hablamos de luteranos que fueron y llevaron consigo música de Bach. Por
lo tanto, por cuestiones de tradición, es cierto que Estados Unidos ha
estado y está lejos de Europa. Por otro lado, hay que tener en cuenta
que es un país con 300 millones de habitantes, muy grande, por lo que
hablar de él en comparación con Europa es realmente delicado. Lo que sí
tiene es unos centros artísticos impresionantes en canto a música
antigua, y lo que creo que definiría al país es que tiene un tremendo
potencial, mucho interés –porque además tienen los recursos económicos
para ello–, y los medios, porque sorprende realmente los instrumentos
que te encuentras y las colecciones de estos que hay. Hay una tradición
enorme de mecenazgo, y te encuentras que la gente con mucho dinero se lo
gasta en esto, al contrario de lo que pasa en otro países como España,
en el que la gente se lo gasta en otro tipo de cosas, pero no en
cultura, pues aquí es habitual con alguien que de repente dona 20, 40 o
100 millones de dólares para crear un departamento de música antigua,
para que una universidad beque a todos sus alumnos o para comprar una
colección de instrumentos con Ruckers y Taskin impresionante. En ese
sentido sí que creo que hay una diferencia enorme de tradición, pero
creo que Estados Unidos mira hacia el futuro, y en Europa en este
momento la inercia es la contraria: suprimir ayudas a grupos, cada vez
es más complicado vivir como músicos. Estados Unidos tiene mucho
potencial y mucho futuro. Y en esos focos te encuentras músicos
increíble que no tienen nada que envidiar a los europeos, e incluso
muchos europeos que viven aquí, porque es más fácil desarrollar una
carrera, o son mejor tratados por las instituciones universitarias. Como
trabajador de Yale podría estar muchos minutos hablando de las grandes
ventajas de estar aquí trabajando y lo fácil que resulta todo:
cuestiones económicas, burocráticas… Es todo positivo. Sin embargo hablo
con mis compañeros en España y es todo lo contrario. Irte de un
conservatorio para dar un concierto se convierte en una verdadera
aventura, porque básicamente puedes perder hasta tu puesto de trabajo.
Hasta algunos años el piano tuvo un espacio muy
grande en su terreno interpretativo. ¿Sigue dedicándole algo de tiempo o
está ya por completo centrado en el clave?
El piano en este momento es un instrumento de
trabajo porque lo uso con mis alumnos, porque allí no hacen únicamente
música antigua, sino que hacen mucho lied, así que a menudo uso el
fortepiano, pro es muchas ocasiones el piano moderno, porque es lo que
está disponible en ese momento, por ejemplo. De hecho, en los recitales
que doy con ellos se suele hacer la mitad con cada instrumento.
Profesionalmente no lo potencio ni lo pretendo potenciar. No estoy en
activo como intérprete en el piano, pero lo necesito para desarrollar mi
labor como profesor en Yale.
Sorprende su enorme presencia en Estados Unidos
en comparación con lo escasa que resulta en España. ¿Esto es algo
premeditado o más bien obligado por las circunstancias?
Mi presencia en Estados Unidos, la subida de mi
carrera allí ha sido bastante rápida. 2014 ha sido un año repleto de
cosas y con proyectos muy buenos. Ya llevo muchos años tocando allí y me
parece normal, es decir, tampoco culpo a nadie. Es cierto que a veces
uno tiene la sensación de que para tocar en España tienes que estar
«erre que erre», haciendo llamadas, enviando mails, y
reuniéndote. Me parece que de forma natural en Estados Unidos he
construido una carrera y en España todavía no. Sinceramente, no es nada
premeditado ni deseado, porque me encantaría tocar más en España. He
hecho algunos intentos, aunque sinceramente sin grandes esfuerzos,
porque creo que tiene que ser algo natural, así que creo que algún
momento esto saldrá para delante. Espero que sea así. De hecho, tampoco
es casualidad que grabe con sellos españoles y que gran parte de la
promoción de los discos, entrevistas como estas y demás sean en España.
Las circunstancias a veces te obligan a trabajar allí donde te lo
ofrecen y donde tienen la capacidad de ofrecértelo.
Acaba de salir al mercado su última grabación, dedicada a las Die Französischen Suiten,
en el sello Cantus, que sucede a aquel extraordinario disco dedicado a
algunas de las grandes obras para clave del Kantor, para el sello Verso.
Doble pregunta, pues, ¿Bach es el centro de su visión como intérprete?
¿Por qué dos sellos españoles?
En cuanto a la primera, diría que sí, que Bach es el
centro de mi vida musical, porque es lo que más he tocado, lo que más
toco, y preveo que va a ser una gran parte de lo que toque. Es, a mi
parecer, el padre de todos y me encanta tocarlo, es muy natural. Sé que
para muchos intérpretes supone muchas veces un desafío muy grande –también para mí, obviamente–, pero es un desafío que siempre tiene
recompensa, y me gusta ese tipo de desafío que requiere más trabajo, más
profundidad. Bach no es compositor que se toque a primera vista,
requiere ir más allá, y si quieres ir quitando las capas de la cebolla y
llegar al fondo –o lo que uno cree que es el fondo en ese momento de su
vida, porque probablemente en el futuro descubres que hay muchas más
capas–, requiere mucho trabajo y ese trabajo me gusta. Sin duda es el
centro y lo seguirá siendo. En cuanto a los sellos españoles, lo de
Verso fue una cuestión de que ya había grabado para ellos, con Josetxu
[Obregón], un disco de cello y piano dedicado a música del siglo XX,
antes de que ambos nos dedicáramos a la música antigua. Es un sello que
funciona muy bien y fue un disco que produjo yo mismo, y me gustó la
idea de hacerlo así, especialmente para un primer disco de clave solo.
En cuanto a Cantus, ha sido algo similar, porque ya había grabado con
ellos, un DVD junto a La Ritirata, llamado Concierto Barroco,
además tengo algunos de sus discos –me parece que la factura de estos es
excelente– y me pareció una buena opción. La grabación la tenía ya
desde hacía un año y medio, y tras una serie de vicisitudes acabó en
Cantus y la verdad es que estoy muy contento con el resultado.
¿Qué suponen para usted estas suites llamadas francesas?
Ha sido un gusto poder grabarlas, porque son una
colección de obras que he estado tocando toda mi vida. De hecho, la
primera obra que toque en concierto en mi vida, en un concierto de
alumnos allá en Segovia, cuando tenía 12 años, fue precisamente una de
ellas, concretamente la segunda, en Do menor. Con excepción de la
primera, en Re menor, las había tocado todas, bien en clave o piano,
algunas en concierto y otras para mis profesores, así que al final era
algo bastante lógico el terminar grabándolas, porque la tenía muy
interiorizadas. Es un Bach algo diferente al que te puedes encontrar en
sus preludios y fugas, en las Goldberg, las partitas o las suites inglesas.
Las compuso precisamente después de las inglesas y antes de las
partitas, y no tienen esa complejidad y sí un acercamiento al estilo
galante desarrollado por su hijo [Carl Philipp Emanuel] más tarde, con
muchas atención a la melodía y sin esa complejidad contrapuntística de
otras obras. Resume muy bien esa dualidad entre la parte melódica –y
también contrapuntística, aunque esté menos potenciada– y horizontal,
con otra vertical y más rítmica que tiene su origen en el bajo continuo.
Tiene un equilibrio especialmente interesante, que en otras obras es en
realidad una complejidad tremenda, con menos atención a la parte de la
danza. Es un equilibrio algo más ligero que el de otras piezas.
¿Cómo se plantea el asunto de la ornamentación
cuando interpreta a Bach? ¿Prefiere un Bach austero –que se ciña a las
indicaciones prácticamente nulas que él dejaba en este aspecto en sus
partituras– o quizá uno más libre, en el que el intérprete tenga algo
que decir al respecto, basándose en el estudio de los tratados y el la
praxis del momento?
Creo que en este tema siempre ha habido una
confusión enorme. Pensar que Bach tocaba únicamente lo que estaba
escrito, o que esperaba que los intérpretes solo interpretaran las
ornamentaciones que él marcaba me parece algo completamente erróneo. Lo
mejor, como con otros compositores, es acudir a sus propias versiones
ornamentadas. Estoy pensando en la Sarabande de su tercera suite
inglesa, en Sol menor, que está llena de cosas. Otra de las posiciones
erróneas en cuanto a Bach es la de su continuo. Se tiende a pensar que
Bach era un continuista poco rico, que se consideraba no añadía
demasiados adornos porque en las líneas altas ya había tantas cosas que
no era apropiado, pero sin embargo, cuando encuentras su música con la
parte de continuo escrita –como la sonata para clave– observas que es
tremendamente rico. Creo que era una persona que tocaba mucho y que
cuando ornamentaba tocaba mucho. Aquí hay varios asuntos: primero si el
intérprete sabe esto, si es consciente de ellos, porque creo que es algo
que se puede y se debe hacer; y segundo si el intérprete está preparado
para hacer una barbaridad de ornamentos, que personalmente creo que sí
se puede hacer, quizá no constantemente, pero sí especialmente en las
repeticiones. La actitud debe ser ir a las fuentes –ya que además no
dejó nada escrito acerca de esto, sí dejó tablas escritas con lo que
significaba cada ornamentación, pero no una indicación de en qué pasaje
podía hacerse una u otra, como sí podíamos encontrar a finales del siglo
XVI, con los Ortiz y compañía, que ya te daban indicaciones de cómo
hacer disminuciones, por ejemplo–. Es cierto que las suites francesas ya
tienen esa parte ornamentada en la propia escritura, que aunque no
resulta excesivo, sí que se encuentran cosas.
Cuando uno interpreta o escucha la música de
Bach tiene la sensación de sentirse realmente empequeñecido ante un
genio sin igual como el suyo. ¿Qué siente cuando se acerca a interpretar
a solo sus obras?
Diría lo mismo. Tal vez no pequeño, pero sí diría
que me pone en mi sitio y me hace ser humilde. Creo que Bach tiene esa
cualidad, que también combina lo espiritual con lo profundo, lo divino
con lo más humano, que te hace encontrarte con sensaciones de
austeridad, humildad, nobleza. Es en ese sentido el que mejor lo hace,
porque a pesar de tener una escritura tremendamente compleja, técnica y
estructuralmente, porque hay mucho en su música, es espectacular, y
además es algo que nunca terminaremos de descubrir 100% y entender,
porque tiene ese misterio; al mismo tiempo logra humanizar mucho esa
música. Es cierto que te sientes pequeño y humilde, pero una manera
cercana a la vez. No te invade, no sé cómo decirlo, no es algo contra el
ser humano, sino que es algo que le eleva y le ayuda a entender más la
vida. Creo que además es una música tremendamente llena de vitalidad, de
optimismo y de alegría. Cuando toco música de Bach, la verdad es que
estoy feliz, también por esa sensación de recompensa de la que hablaba
antes. Bach es un músico que tiene recompensa.
Su carrera en Estados Unidos está en este
momento en su mejor momento. ¿Qué le está aportando como intérprete la
escena musical de este país?
Principalmente estoy viviendo una experiencia muy
buena, porque me estoy encontrando con oportunidades que creo que en
Europa no me encontraría, al menos por ahora. Estados Unidos en ese
sentido es muy abierto, no tiene esos prejuicios. En Europa parece que
la gente va a caballo ganador, a por alguien que ya tiene diez discos y
una larga trayectoria, y es poco dada –aunque parece que ahora un poco
más– a tener las puertas abiertas a jóvenes intérpretes. En Estados
Unidos la gente en muy sana en este sentido, y valoran el talento y
apuestan por él, lo que hacen en todos los planos. Realmente lo están
poniendo en bandeja para desarrollar una carrera, que por otro lado
espero tenga continuidad en España y en el resto de Europa.
Hace poco ha participado como solista con una
de las grandes orquestas historicistas, The English Concert. ¿Cómo ha
vivido esta experiencia?
Llegué a ellos gracias a Harry Bicket, que actuó un
poco como mentor. Yo lo conocí durante mis años en Juilliard y han
creado un proyecto para dar oportunidades a jóvenes intérpretes. En este
caso me eligieron a mí para tocar en alguno de sus conciertos. Fue muy
interesante, porque además tuve la oportunidad de dirigir yo desde el
clave, aunque son intérpretes que no necesitan mucho desde la dirección,
porque son espectaculares, y hay que hacer muy poco para que funcione.
Es gente, además, muy simpática, muy fácil de tratar, que apoya mucho a
la gente joven que comienza a trabajar con ellos. Por otro lado, es un
placer poder trabajar con una orquesta de ese nivel, que suena así. Creo
que el secreto es que llevan mucho tiempo tocando juntos, además de que
Bicket unifica mucho, es una persona muy tranquila y eso lo transmite a
la orquesta. Hay un ambiente muy bueno.
¿Pretende seguir vinculado a los conjuntos en
los que participaba, especialmente La Ritirata, o su carrera como
solista va a ocupar todo su tiempo y la lejanía te impide mantener esa
duplicidad?
Me encanta ir a España y tocar con La Ritirata,
porque son unos músicos espectaculares y me enriquece mucho tocar con
ellos. He aprendido mucho tocando con los continuistas de La Ritirata, y
también escuchándoles tocar. Espero que siga siendo así. Es cierto que
he tenido que decir que no a varias actuaciones y proyectos, no solo con
La Ritirata, sino también con otros conjuntos, por una coincidencia de
fechas, pero esa es la única razón. Siempre que puedo y que pueda será
un placer tocar con ellos y con otras orquestas, como The Portland
Baroque Orchestra y Monica Hugget –con quien voy a tocar próximamente Le Quattro Stagioni
como– y es un verdadero placer. Creo que no hacerlo no es
ni muy realista –porque tampoco se puede vivir de tocar solo recitales
como solista–, ni muy historicista –la figura del intérprete de clave
solista dando conciertos por el mundo es algo que nunca se vio–. El
músico al final es alguien que está tocando con otros músicos y de ahí
aprende mucho, le enriquece mucho, al igual que él enriquece a los
otros. Esa colaboración es fundamental. Lo que sí tengo pendiente es mi
propio conjunto, que creé y presenté hace poco en New York, pero justo
empecé a trabajar en Yale y lo he tenido que dejar en stand by, pero
otro de las cosas que quiero hacer, y que espero sea gran parte de mi
vida musical, es tener mi propio grupo, que dirigiré desde el clave y
que espero pueda dedicarle algo más de tiempo cuando termine de trabajar
en Yale, que me observe muchísimo, pero que por otra parte me está
aportando mucho, pues tengo la oportunidad de trabajar mucho repertorio
vocal, con cantantes de gran nivel, y esto me va a ayudar para
desarrollar esa labor en el futuro.
Además de Bach, ¿qué otros compositores ocupan su mente con mayor presencia?
Toco mucha música española relativamente temprana.
Hablo de Cabezón, Cabanilles, Soler, Alberoa… que he tocado mucho en
Estados Unidos –como mi programa titulado El canto del caballero–. Es un
repertorio que hago muy a menudo y que incluso combino con Bach,
porque funciona fenomenal –como el programa From Cabezón to Bach, que va
desde Cabezón y Cabanilles a Frescobaldi, que parece ser que conoció la
obra del primero y desde luego que hay una relación clarísima–. También
hago bastante Froberger. En general me gusta más el repertorio
temprano, como Louis Couperin. También he tocado, sobre todo este pasado
año, mucho Carl Philipp Emanuel, del que soy un admirador. Si debo
decirte un repertorio que no hago, aunque sí lo he tocado en alguna
ocasión por diferentes motivos, es el francés tardío [Rameau y François
Couperin]. Me interesa, lo valoro, porque son grandísimos compositores,
que además lo escucho mucho y me encanta verlo tocar, pero por alguna
razón existe una afinidad menor con ellos de la que puede haber con
compositores franceses anteriores como Couperin o D’Anglebert.
¿Cuáles son sus clavecinistas de cabecera?
[Resopla] Me encanta Richard Egarr, me encanta
Kenneth Weiss, pero también clavecinistas anteriores, como Scott Ross.
De la gente más joven me gusta Mahan Esfahani, que me parece un gran
clavecinista. Me gustan las Goldberg de Andreas Staier.
¿A aquellos clavecinistas de las primeras
horanadas, como Gustav Leonhardt, Bob Van Asperen y demás, los tiene más
como una referencia o los considera como los pioneros que realizaron su
labor pero que yan han sido superados?
Sí, por supuesto son una referencia. Es cierto que
hay algunas cosas que han envejecido peor, por ejemplo el continuo de
Leonhardt es algo que hoy día ya se ve como anacrónico, porque resulta
demasiado pobre, cristalino y ligero, pero por supuesto que son
referencias. Si tuviera que decir algunos de auqellos diría un Ross, un
Kenneth Gilbert, un Van Asperen o un Leonhardt.
¿Es de esos intérpres al que le gusta, en el
tiempo que le queda, escuchar discos y asistir a conciertos, o más de
aquellos que no son muy dados a escuchar a otros?
Me encanta. Escucho mucha música. No escucho
únicamente música de clave, de hecho, de esta escucha bastante poca.
Escucho sobre todo mucha música orquestal, óperas, oratorios, que me
encantan, y también escucho música para piano, aunque ahora ya me cuesta
mucho escuchar música antigua interpretada en un piano. Sobre todo
escucho música orquestal y vocal. Cuando voy a tocar algo no soy una
persona que escucha treinta versiones de una misma obra, porque me
parece contraproducente y te condiciona mucho, aunque si tengo una duda
en algún pasaje, y sobre todo hay alguna versión de alguien que me gusta
y admiro, pienso: «voy a escuchar a ver qué hace con esa ornamentación,
con ese trino…», pero lo busco más como un profesor, como el que toca
para alguien que admira y quiere saber su opinión.
¿Qué le espera en un futuro próximo?
A corto plazo me espera Yale, donde tengo muchísimo trabajo, como un Judas Maccabæus
con David Hill y la Schola Cantorum. También comienzo una colaboración
con un conjunto de Boston llamado L’Académie, tengo conciertos en
febrero con Phoebe Carrai en South Carolina, sigo colaborando con The
Portland Baroque Orchestra | Monica Huggett, algún concierto con La
Ritirata, además de varios proyectos de grabación, que aún están por
definir, pero mi intención es grabar las Goldberg este verano y
probablemente un cedé dedicado a la música española que he estado
tocando todos estos años –además se acerca «año Cabezón»–. Pero bueno,
todo esto son ideas que espero poder llevar a cabo.
Foto: ignacioprego.com
Publicado en Codalario el 28-I-2015.
No hay comentarios:
Publicar un comentario