Madrigales de Gesualdo, el poder de la palabra
La Compagnia del Madrigale nos trae una sugerente lectura
de la sexta entrega de los madrigales del enigmático Gesualdo, en la que
la palabra es el poderoso pilar sobre las que se sustentan las audaces e
hipnóticas piezas del “Prencipe di Venosa”.
Sesto Libro di Madrigali. Obras de Carlo Gesualdo. La Compagnia del Madriagle. Glossa [GCD 922801].
Bajo el sugerente y clarificador nombre de La Compagnia del Madrigale
nace en 2008 este conjunto vocal italiano, evidente continuador de la
labor que en su día realizasen con gran ahínco Concerto Italiano
[Rinaldo Alessandrini] y La Venexiana [Claudio Cavina] en la
interpretación del repertorio madrigalístico de los siglos XVI y XVII
–sus tres miembros fundadores formaron parte de los mismos–. Cantando
ahora sin director nos traen su segundo registro discográfico –el
primero estaba protagonizado por madrigales diversos sobre el texto Orlando Furioso de Ludovico Ariosto–, en el que se continúa la labor que La Venexiana estaba llevando a cabo en Glossa con la integral de los madrigales de Carlo Gesualdo –se habían grabado los libros cuarto y quinto. El Sesto Libro di Madrigali,
con un total de 23 piezas –los 23 canapés de caviar que decía Igor
Stravinsky–, todas a cinco voces, fue compuesto en 1611, y en él se
despliega todo el universo sonoro y el turbador mundo interior de este
enigmático compositor.
Mucha tinta ha corrido sobre la azarosa y atormentada vida de este
personaje –el doble asesinato perpetrado y las causas que lo motivaron–,
sobre la cual algunos han querido sustentar su quehacer compositivo, no
dejando esto de ser un error. La musicología moderna está intentado
arrojar algo de luz sobre este estilo y las posibles causas de un perfil
compositivo tan absolutamente innovador y adelantado a su tiempo, sin
llegar a conseguir, por el momento, conclusiones reales. No debemos, por
ejemplo, olvidar la evidente influencia que algunos maestros del género
tuvieron sobre él, como Luzzasco Luzzaschi o Luca Marenzio, quienes ya
habían elegido la senda de las audacias armónicas en cierta medida –muy
destacado el caso de Marenzio–, que es llevada con Gesualdo a su máxima
expresión.
Estamos en 1611, casi al final de la vida de Gesualdo, quien imprime
en este, su último libro de madrigales, todo su saber, su expresión
interior, lo sombrío, aquello que marcó su vida. Son obvias las
referencias textuales al amor, la muerte, el dolor, la belleza, la
posesión del ser amado. Estamos ante un despliegue literario de primer
orden, textos de una sublimidad y hondura sobrecogedoras, subyugantes
podríamos decir. Un claro ejemplo de los afectos barrocos, de los
intensos madrigalismos contenidos en su obra –auténtica declaración del expressio verborvm
del momento–. Los sentimientos, las escenas, el fluir en la vida del
compositor son casi palpables compás a compás, en una obra claramente
supeditada al texto –curiosamente todos de autor anónimo–.
En lo estrictamente musical, el despliegue armónico es absolutamente
impresionante, milagroso para la época. El dominio del cromatismo es
apabullante, mostrándonos la sinuosa senda a transitar, dejando a un
lado las extravagancias gratuitas y vacuas. Todo aquí goza de un
sentido. Impresiona pararse a escuchar el devenir de los acordes, la
fascinante inestabilidad tonal que es provocada de manera tan
absolutamente brillante y consciente. El discurso de las voces es todo
un muestrario del dominio técnico de las técnicas compositivas del
contrapunto, la disonancia, la imitación, la textura polifónica y la
resolución armónica, pero sobre todo de la retórica y la puesta en
música de las expresiones más intensas del alma humana.
La lectura ante la que nos encontramos, llevada a cabo por ocho de
las voces más experimentadas en el repertorio, es sencillamente
modélica. La manera en la que el texto es esculpido es un absoluto
homenaje a la obra de Gesualdo. La tremenda complejidad de estas obras
es salvada con insultante solvencia por La Compagnia del Madrigale, que
logra un balance entre las voces, un color específico y buscado con
detalle para cada madrigal, en los que esta característica vocal no es
sino una extensión de la expresión de la música. El Sesto Libro
es sin duda el más complejo y repleto de escollos de la producción de
Gesualdo, por lo que supone la verdadera piedra de toque para cualquier
conjunto especializado. Desde este punto, esta versión se convierte
automáticamente en una referencia. Una visión en la que destaca la
búsqueda de la belleza, de la emoción y de la más evidente y desnuda
humanidad.
Por lo demás, el disco se completa con una preciosista presentación –made in Glossa–
y un rompedor ensayo a cargo de Marco Bizzarini, en el que se
desmitifica la figura del Gesualdo atormentado y loco, presentando lo
que es en realidad, una figura apasionada, amén de una de las más
talentosas en el campo musical de cuantas hayan existido.
Publicado en Doce Notas el 16-V-2013.