lunes, 27 de enero de 2014

Mille... [crítica, para Doce Notas, del último disco del Ensemble Aurora y Enrico Gatti en Glossa]

Mille... grazie
Enrico Gatti y los suyos lo vuelven a hacer, firmando un exquisito recital en el que el violín termina por convertirse casi en una mera excusa.

Mille consigli. 17th-Century Italian Violin Sonatas. Obras de Giovanni Battista Fontana, Giovanni Pierluigi da Palestrina/Francesco Rognoni/Aurelio Virgiliano, Antonio Bertali, Alessandro Piccinini, Tarquinio Merula, Marco Uccellini, Giovanni Antonio Bertoli, Michelangelo Rossi, Giovanni Legrenzi y Dario Castello. Ensemble Aurora – Enrico Gatti. Glossa [GCD 921208]. 2013. T.T.: 78:54.


  Mille consigli. Título curioso, evocador. Tiene como base las propias palabras aparecidas en Le instabilità del ingegno, texto de Anton Giulio Brignole, considerado hoy día casi como un manifiesto de la estética barroca, del uso del lenguaje, de la búsqueda de colores, metáforas, del cambio improvisado de imágenes, en clara referencia al juego de contraste y la imaginación del Barroco en estos primeros años del Seicento. La «escuela» –realmente no se puede hablar de esta como tal– violinística italiana del Seicento es una de las más absolutamente deslumbrantes y destacadas de cuántas hayan ido surgiendo en Europa desde que el nacimiento del violín como instrumento tuviera lugar no muchas décadas antes. Como el mismo Enrico Gatti destaca, en una entrevista en su página personal de Internet, es una música –sobre todo la de la primera mitad de siglo– repleta de colores y emociones, como si de un caleidoscopio se tratase, y que para él es posiblemente la que mejor podría definirse como barocca.

  Como siempre, menos es más. Cuatro intérpretes y una decena de autores son suficientes para dar buena muestra de ese crisol cromático-emocional que Gatti destaca. Comienza el disco con la absolutamente desgarradora Sonata seconda à violino solo, de Giovanni Battista Fontana [1571-1630], desde mi punto de vista, la pieza más hermosas de cuántas desfilan en el presente registro y ejemplo magistral del contraste de color y sensaciones que proponía desde sus inicios el Barroco. Del mismo compositor se nos ofrece un poco más adelante su Sonata duodecima a due, fagotto e violino, maravilloso entrecruce de instrumentos contrapuestos, cuyas sonoridades absolutamente extremas en rango se adaptan a la perfección en una textura liviana y diáfana, ayudada por un ritmo armónico bien marcado y clarificador.

  Giovanni Pierluigi da Palestrina [1525-1594] está representado con dos piezas –no, no es que se haya descubierto recientemente que Palestrina componía para instrumentos, pueden seguir tranquilos–, concretamente en dos disminuciones, la primera de ellas de su motete Pulchra es amica mea a 5, realizada por Francesco Rognoni [fl. Segunda mitad del XVII], que es todo un especialista en estas lides, y sabe captar la esencia de la composición vocal renacentista para pasarla por el tamiz de la escritura instrumental barroca de la manera más satisfactoria posible; la segunda corresponde al madrigal Vestiva i colli a 5, de los que se encargan a la par Aurelio Virgiliano [c. 1540-c. 1600], en su primera parte, y el propio Gatti en la segunda, consiguiendo un resultado exquisito y realmente homogéneo, al contrario de lo que podría pensarse.

  Antonio Bertali [1605-1691] es uno de los mayores exponentes dentro de esta «escuela» violinística, como da buena cuenta la calidad de las piezas que de él se han conservado. Se interpreta aquí su obra más célebre, que lo es por méritos propios, su Chiacona a violino solo, uno de los ejemplos más hermosos en la construcción de una pieza para violín sobre el célebre ostinato.

  Tarquinio Merula [1595-1665], otro de los grandes, está representado aquí por su La Cappellina, una hermosa canzone de vigorosa y sutil rítmica, en la que violín y fagot se encargan de las líneas solistas, en un contrapunto ligero y elegante.

  Marco Ucellini [c. 1603-1680] aparece aquí por partida doble: Sonata Op. V, nº. 11 y Sonata Op. VIII, nº. 3, hermosos ejemplos de la parte más técnica, en clara búsqueda del contraste y el equilibrio que en este momento un sector de estos violinistas requerían para sus obras –en la línea de Fontana o Castello–, y que tiene como resultado una sonoridad más profunda y expresiva.

  Giovanni Antonio Bertoli [fl. primera mitad del XVII] es uno de los compositores menos conocidos, pero su papel en la historia de la música destaca por ser uno de los primeros en darle importancia al fagot como instrumento solista. De su colección de 1645, dedicada a dicho instrumento, se extrae su Sonata seconda, un ejemplo de virtuosismo contenido, que busca más las sensaciones y colores que la mera tecnicidad interpretativa.

  De Giovanni Legrenzi [1626-1690], uno de los grandes compositores del XVII italiano, a la par que uno de los principales maestros de música del momento, se graba aquí su Sonata Op. II, nº. 8, La Foscari, en la que de nuevo violín y fagot protagonizan un intenso diálogo, fruto de un profundo conocimiento de la escritura virtuosística para instrumentos melódicos.

  Dario Castello [fl. primera mitad del XVII] es, junto a Fontana y Uccellini, el maestro más capaz en la conjugación de técnica y expresión, no siendo, en verdad, su Sonata ottava a due, sopran e faghotto un ejemplo de especial hondura compositiva. Sin embargo, el manejo de la textura contrapuntística se hace latente en cada pasaje.

  Pocos violinistas mejores que Enrico Gatti pueden venirnos a la mente para abordar un repertorio de estas características. Y así es, el despliegue es casi infinito. Lo técnico se da por supuesto en alguien de este nivel, pero no deja de sorprender, aun con todo, en muchos de los momentos más intrincados en la escritura. Gatti es, además, un intérprete especialmente dotado para el sentimiento, la evocación y la hondura expresiva, lo que es absolutamente de agradecer, porque un disco de estas características firmado únicamente por un virtuoso puro y duro, hubiera perdido prácticamente toda su esencia. Hay que destacar, por lo demás, la esplendorosa sonoridad de su violín Cornelis Kleynman de c. 1660.

  Le acompaña en labores solista la gran Elena Bianchi, uno de los puntales dentro de la interpretación de fagot barroco. Su sonido es sutil, rico en matices y tremendamente constante a pesar del constante cambio de registros a los que se ve sometida durante toda la grabación. Además, sabe bien cuando plegarse a las labores de continuo y hacerlo de la manera más efectiva y afectiva posible.

  El continuo está absolutamente garantizado con la presencia de dos grandes intérpretes: la tiorba de Gabriele Palomba –habitual compañero de Gatti– siempre consigue encontrar el punto justo en su labor, entre la elegancia requerida, pero sin dejar de lado la contundencia y presencia necesarias para desarrollar de la manera más adecuada dicha labor. Tiene un pequeño espacio en el disco para el lucimiento personal, en la Toccata decima de Alessandro Piccinini [1566-1638], y vaya si se luce; sin ser esta una pieza extremadamente compleja, Palomba consigue desplegar todo un muestrario de colores, de nuevo referencia a ese mille consigli. Por su parte, el organista Fabio Ciofini triunfa absolutamente sentado ante el teclado del fantástico órgano Luca Neri de 1647, sito en la Collegiata di San Nicolò, Terni. Lo hace con un continuo efectista, de sonoridad profunda y siempre presente, destacando en el aspecto técnico al enfrentarse a su pieza a solo, la fantasiosa y desbordantemente cromática Toccata settima de Michelangelo Rossi [1601/1602-1656].

 Desde luego, si el Ensemble Aurora  y Glossa quería dar buena muestra de la inmensidad de posibilidades que el violín, pero no solo, desplegó durante buen parte del XVII en Italia, a buena fe que pueden sentirse orgullosos. Un disco de escucha honesta, de los que se sienten sinceros, hechos con la más absoluta pasión. Puro disfrute.

Publicado en Doce Notas el 21-I-2014