martes, 14 de julio de 2015

«Gloriosa música al...» | Crítica, para Codalario, del último disco de Stilo Antico

Gloriosa música al servicio de emperadores
El fantástico conjunto británico nos propone este viaje por la música que algunos de los más grandes compositores del Renacimiento compusieron estando al servicio de los Habsburgo, firmando uno de los mejores discos vocales del pasado año.

From the Imperial Court. Music for the House of Hapsburg. Música de Josquin des Prez, Heinrich Isaac, Pierre de la Rue, Ludwig Senfl, Nicolas Gombert, Cristóbal de Morales, Thomas Crecquillon, Thomas Tallis, Jacob Clemens Non Papa y Alonso Lobo. Stile Antico. Harmonia Mundi | Production USA, 1 CD [HMU 807595], 2014. T.T.: 71:07.

   
   La música, especialmente la sacra, aunque también la profana, y sobre todo aquella creada antes de que el siglo XIX trajera consigo la emancipación del compositor como asalariado y miembro de la plantilla de una casa real o institución religiosa, nos ha legado una gran parte de obras compuestas con un fin específico, bien fuera de corte real o religioso. En cierto que las instituciones religiosas y las casas reales son las causantes de la práctica totalidad de la creación musical en siglos pretéritos. El Renacimiento es probablemente el caso más paradigmático. Es por ello que resulta bastante habitual encontrar registros discográficos que reparan en la creación amparada al auspicio de una casa real dada o de una institución clerical de este o aquel lugar.

   Dentro de las casas reales, sin duda la de los Habsburgo es uno de las más celebradas, puesto que por su importancia en toda Europa la hizo extenderse de manera impresionante por gran parte del territorio europeo, en el que reinó durante varios siglos nada menos que desde el siglo XI hasta 1918 dependiendo de los territorios. Esto la hace especialmente idónea para un registro discográfico de estas características, pues por sus distintas pasaron muchos de los mejores compositores del momento en la Europa del Renacimiento.

   Uno de los grandes exponentes de la Casa de los Habsburgo fue Maximilian I, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico desde 1486 hasta 1519. Por su corte pasaron algunos de los grandes maestros del momento. Quizá el de mayor importancia fue Heinric Isaac [c. 1450-1517], uno de los grandes maestros franco-flamenco, sin duda a la altura de los grandes como Pierre de la Rue, Alexander Agricola, Jacob Obrecht e incluso en parte a la de Josquin Des Prez. De él se interpreta aquí su hermoso y monumental motete Virgo prudentissima a 6, claro ejemplo de la composición ex profeso para la corte, pues se creó en 1507 para el Reichstag que confirmaba a Maximilian I como emperador del Sacro Imperio.

   Otro de los grandes autores ya mencionados es Pierre de la Rue [1460-1518], quien fuera miembro de la Grande Chapelle de la corte borgoñona, que por aquel entonces mantenía la regencia de Felipe I de Castilla. Absalon fili mi a 4 es una obra sobre cuya autoría se lleva años transitando entre la figura de Des Prez y la de de la Rue. Finalmente parece que este último es el candidato más defendido para ser el autor de este subyugante y emocionante motete, uno de los mejores ejemplos de motetes sobre temas luctuosos y de lamentos de todo el Renacimiento, que parece haberse compuesto en 1506 con la muerte precisamente del propio Felipe I.

   Otro de los grandes compositores franco-flamencos que trabajó para Maximilian I fue Ludwig Senfl [c. 1486-c. 1543], compositor suizo de nacimiento y alumno de Isaac, que ayudó a desarrollar de manera fundamental algunos géneros vocales profanos como el lied. Para la muerte del emperador en 1519 compuso su maravilloso Quis dabit oculis a 4, con gran carga expresiva y una belleza desgarradora.

   Otro de las grandes figuras en la Casa de los Habsburgo es la del emperador Carlos I de España y V de Alemania, como nos obligaban a repetir en la escuela. En su afamada Grande Chapelle o Capilla Flamenca como también se la conocía trabajaron varios de los mejores talentos musicales. Uno de estos era Nicolas Gombert [c. 1495-c. 1560], que fue cantor de la capilla desde 1526 y maestro de los niños cantores desde 1529. Precisamente por abusar de uno de estos infantes fue condenado a galeras, aunque fue perdonado al componer para el emperador sus cantos del cisne, en probable referencia a sus últimas composiciones sobre el Magnificat. Aquí se interpreta su Magnificat primi toni a 4, magnífica pieza en la contrae y expande la polifonía a su antojo con gran maestría, con secciones a 3 y un esplendoroso final a 6. De él se registra su composición a 6 sobre la célebre chanson Mille regretz a 4, denominada como La canción del emperador por decirse que era la favorita de Carlos V. Gombert amplia de manera realmente hermosa las cuatro partes originales a seis, convirtiendo así la sencilla composición original en una magnífica obra de densa textura y un refinado contrapunto. La chanson original, obra del gran Josquin des Prez [c. 1440-1521], es un dechado de elegancia y delicadeza, en la que muestra su genialidad el construir una de las obras profanas más geniales de toda la historia de la música sobre un material realmente sencillo. Es por eso que demuestra que es probablemente el autor más grande de todos los franco-flamencos, al que sin duda admiraban y que fue inspiración para la gran parte de ellos.

   Un ejemplo excelente que aúna el encargo de una obra a medio camino entre lo real y lo religioso es el motete celebrativo Jubilate Deo omnis terra a 6, que Cristóbal de Morales [c. 1500-1553] compuso en 1538 por encargo de su patrón, el Papa Pablo III para conmemorar la paz firmada ese mismo año por Carlos V y François I. Un excelente motete bipartito, que una interesante mezcla de material exultante con más reflexivo, que utiliza como cantus firmus el incipit del canto Gaudeamus omnes in Domino.

   Otro motete festivo es Andreas Christi famulus a 8, compuesto por Thomas Crecquillon [c. 1505-1557] gran maestro franco-flamenco que desarrolló buena parte de su carrera en la capilla de Carlos V en 1546 para una reunión de la Orden del Toisón de Oro, de la que el emperador era miembro. Un motete extraordinario si nos atenemos a su compleja construcción, armónicamente muy rica y con recurrente uso de falsas relaciones.

   Carole magnus eras a 5 fue compuesto por otro de los mejores franco-flamencos, Jacob Clement [c. 1510-c. 1555], conocido como Clemens non Papa a raíz de aparecer mencionado en una edición de Tilman Susato como Clement non Papa, una obra para distinguirlo del Papa Clemente. Motete compuesto probablemente tres años después de la promulgación de la Pragmática Sanción de 1549, la cual determinaba que las 27 provincias de los Países Bajos pasaban a ser propiedad de su hijo Felipe II. Se trata de un texto latino pero con texto profano, aunque su construcción musical se corresponde de manera fiel a la de un motete sacro.

   Aunque lejos de las tierras de dominio Habsburgo, Inglaterra estuvo relacionada de manera directo con la dinastía, entro otras cosas porque Felipe II contrajo matrimonio en 1554 con Mary I. Es por eso que se añade aquí una obra del maestro inglés Thomas Tallis [c. 1505-1585], uno de los grandes compositores británicos de la historia. Su motete Loquebantur variis linguis a 7 no tiene una conexión directa con el monarca, aunque se defiende que es una de las pocas piezas que fueran compuestas para ser interpretadas en conjunto por la Capilla Flamenca y la Chapel Royal de la reina Mary. Pieza inusual por su plantilla, muestra la capacidad de Tallis para condensar una densa textura contrapuntística en una refinada tela polifónica claramente inteligible.

   Alonso Lobo [1555-1617] es sin duda uno de los grandes maestros entre la pléyade geniales polifonistas hispánicos de los siglos XV y XVI. Su delicado y fascinante motete Versa est in luctum a 6 fue compuesto en 1598 para las exequias de Felipe II, suponiendo sin duda su gran legado al monarca, que musicaliza uno de los textos luctuosos más hermosos sobre los que de manera recurrente pusieron música los maestros hispánicos.

   Se trata, pues, de un registro que aglutina algunas de las composiciones más hermosas de los siglos XV y XVI, lo que per se es ya razón suficiente para adquirirlo y escucharlo en momentos de reflexión, calma y sosiego. Pero es que además está interpretado por Stile Antico, ensemble británico que desde hace años se encuentra entre lo más granado de la interpretación de polifonía renacentista en el mundo. Su calidad vocal fuera de toda duda, su capacidad para acometer lecturas repletas de rigor, con una afinación, sonoridad y equilibrio dignos del mejor British sound, del que son garantes desde hace diez años, sin duda les coloca, por méritos propios, a la altura de los mejores conjuntos especializados a nivel mundial. Destaca especialmente su capacidad de conjunto, puesto que llevan prácticamente desde su fundación con la misma plantilla, lo que les convierte en un excelso ejemplo del feedback anhelado por cualquier conjunto de estas características. Además, lejos de esa visión estática y fría que algunos achacan a ciertos conjuntos británicos, estos jóvenes resultan tremendamente expresivos, vehementes, elocuentes y evocadores. Han sabido conseguir la alquimia perfecta para hacernos llegar composiciones de tan exquisita belleza y tan imponente hondura, como son estas, de la mejor manera imaginable.

   Por lo demás, el compacto es un ejemplo del savoir faire de Harmonia Mundi, que de manera realmente inteligente apostó por este joven conjunto hace ya diez años, y que ha ido editando todos sus discos desde entonces su discografía actual consta de nueve álbumes, a cada cual mejor. El álbum presenta un diseño maravilloso, elegante y vistoso, repleto de imágenes en color de algunos de los monarcas y cuadros relacionados con estos, obras de grandes artistas del Renacimiento europeo. Las notas al programa, obra del cantor Matthew O’Donovan, son realmente ilustrativas e interesantes. Además, la toma de sonido resulta absolutamente límpida, nítida y consigue un equilibrio admirable. Gran trabajo el de Brad Michel en este sentido, y por supuesto el de Robina G. Young como productora habitual de los discos bajo el subsello Production USA de la casa francesa.

   Estamos, a todas las luces, ante un disco esplendoroso. Cualquier apasionado de la polifonía renacentista debe tenerlo en sus anaqueles, porque encontrar tanta belleza compositiva y calidad interpretativa en un espacio tan pequeño es difícil actualmente. Un lujo 100%.

Publicado en Codalario el 05-VI-2015.

martes, 7 de julio de 2015

«Madrigali alla...» | Crítica, para Codalario, del primer volumen de Les Arts Florissants dedicado a los madrigales monteverdianos

Madrigali alla francese
Se presenta el primero de los volúmenes que Les Arts Florissants y Paul Agnew han dedicado a los madrigales monteverdianos, reflejo de la integral que llevan interpretando desde hace varios años y que en el presente registro se centra en la ciudad de Mantova.

Madrigali. Vol. II | Mantova. Música de Claudio Monteverdi. Les Arts Florissants | Paul Agnew. Éditions Arts Florissants, 1 CD [AF.003], 2014. T.T.: 74:03.


   Los madrigales monteverdianos siguen siendo cima y culmen del género. Es bien cierto que no son los suyos los únicos con sobrada calidad y dosis elevadas de genio no podemos olvidarnos de Carlo Gesualdo, Luzzascho Luzzaschi o Luca Marenzio, pero sí que logró como ningún otro estructurar un corpus madrigalístico en torno a sus ocho libros que han pasado a la historia como el mejor ejemplo y el summum de la producción del madrigal en toda su historia. Ya el pasado febrero dedicamos una crítica a hablar largo y tendido de la integral que La Venexiana | Claudio Cavina grabaran durante varios años y que Glossa reeditaba en un fantástico estuche. Pero los madrigales dan para mucho y parece que todavía se tiene mucho que decir al respecto, cuando era un terreno que ya parecía prácticamente inaccesible para los intérpretes, puesto que estos madrigales se han grabado en numerosas ocasiones y muy bien, por cierto.

   Fue en 2011 cuando el conjunto francés Les Arts Florissants, con su director musical adjunto, el cantante escocés aunque francés de adopción Paul Agnew, se embarcaran en un proyecto fascinante: la interpretación integral en concierto de los ocho libros de madrigales de Claudio Monteverdi [1567-1643]. Desde entonces y hasta este mes de mayo, cuando se da por finalizado el proyecto, han llevado por gran parte del mundo y a algunos de los escenarios más importantes sus interesantes lecturas de este monumento musical. Afortunadamente, y gracias a la disponibilidad que actualmente se tiene de la tecnología, y que a Les Arts Florissants es un conjunto que se afana considerablemente por difundir a los internautas muchos de sus espectáculos, su integral se ha podido seguir en directo a lo largo de estos años, concretamente en cada uno de los conciertos que se han interpretado en la Cité de la musique, reconvertida este año en la nueva Philharmonie de Paris.

   Como reflejo de este magno proyecto, Éditions Arts Florissants, el sello propio creado por William Christie y su conjunto en 2013, ha planeado la edición discográfica de algunos de los madrigales. Hay que lamentar que no se trata de una integral, sino de una edición de tres volúmenes en los que se presentan algunos de los extractos de los conciertos, por lo tanto, se trata de grabaciones en directo, lo cual siempre supone un aporte de frescura y naturalidad a los registros, con algunas pistas pertenecientes no estrictamente al directo, sino a sesiones de anteriores o posteriores a dichos conciertos. El concepto a la hora de seleccionar y editar ha sido el siguiente: los madrigales según las ciudades en las que se compusieron. Así, se ha presentado primeramente este segundo volumen, que tiene a la ciudad de Mantova como protagonista.

   Están representados aquí su Quarto Libro [1603], Quinto Libro [1605] y Sesto Libro [1614], publicados todos en ellos en Venezia, a pesar de ser compuestos en su estancia mantovana. Los límites no resultan tan claros como podría parecer a priori, pues este Sesto Libro ya coincide con el año en que Monteverdi se traslada a la laguna veneciana, al igual que el Terzo Libro [1592] lo hace con su traslado a Mantova, sin embargo, se eligen criterios puramente musicales y de estilo para establecer dicha separación geográfica. Un total de 22 piezas, que no son sino una muestra pequeña dentro de la producción total de los tres libros, pero que sirven como referencia para apreciar el excelso trabajo desarrollado por Monteverdi durante estos años, especialmente para apreciar su evolución en la escritura y el tratamiento de las voces, además de la introducción de acompañamiento instrumental.

   Il quarto libro de madrigali todavía pertenece a los madrigales desarrollados bajo los designios de la Prima prattica o Stile antico, un estilo dominado por la ausencia de acompañamiento instrumental y en el que el lenguaje mira en cierta manera hacia el pasado, aunque con ciertas licencias que Monteverdi supo introducir de manera fantástica, especialmente en lo que al tratamiento armónico se refiere. Utiliza básicamente todos los textos firmados por uno de los grandes autores del momento, Giovanni Battista Guarini. Algunos de los madrigales aquí representados son obras de la grandeza de Sfovaga con le stelle, Si ch’io vorrei morire o Anima dolorosa, che vivendo.

   En Il quinto libro de madrigali se produce el cambio más sustancial en la historia del género y una inflexión en la carrera de Monteverdi, pues del total de 19 madrigales que se contienen en el libro, los trece primeros están escritos en la línea de sus anteriores libros aquí representados por el célebre Cruda Amarilli o por Era l’anima mia, los seis últimos constan de una línea de bajo continuo, algo hasta ahora inédito. De esta manera el madrigal pasa a convertirse en una forma musical concertata, suponiendo este uno de los mayores avances dentro del género. Si bien a principios de siglos algunos compositores como Salomone Rossi o Luzzaschi ya habían compuesto colecciones en las que se introducían instrumentos, puede decirse que con Monteverdi este paso se convertiría en una práctica ya consolidada y que cambiaría los designios del género desde ese momento. La mayoría de los textos pertenecen de nuevo a Guarini. Además, Monteverdi se atreve a traspasar la barrera de las cinco partes para las que había compuesto todos sus madrigales, y utiliza siete en E così, a poco y nueve en Questi vaghi que cierra el disco, en el que introduce unos pasajes puramente instrumentales a modo de introducción y ritornelli, que suponen otro de los momentos más imponentes en el desarrollo del madrigal a lo largo de su historia.

   Il sesto libro de madrigale supone ya el gran cambio en la producción madrigalística del propio Monteverdi, pero especialmente en toda la historia del género. Continúa con su estructura a cinco partes vocales a excepción de su Presso un fiume tranquillo, obra a siete partes, añadiendo en algunos de ellos el bajo continuo, pero el cambio esencial se produce en el tratamiento de la escritura: Monteverdi pasa del contrapunto polifónico a una textura en la que la monodia acompañada comienza a adquirir el mayor peso en las composiciones. Las partes siguen interactuando, pero ya no lo hacen a la manera de una pieza polifónica renacentista profana, sino que se presentan como estructuras complejas en forma y variedad de conjunto que plantean un evidente cambio de mentalidad. A este libro pertenecen piezas maestras como su Lamento d’Arianna o la Sestina, que juntas aglutinan 10 de los 18 madrigales del libro. Los poetas elegidos para la ocasión son Ottavio Rinuccini, Francesco Petrarca, Scipione Agnelli y Giambattista Marino.

   ¿Y qué pueden ofrecer Les Arts Florissants y Paul Agnew a unas obras que, como decimos, se han grabado tantas veces y de manera tan extraordinaria por algunos de los intérpretes a priori más dotados para ello, como La Venexiana | Claudio Cavina o Concerto Italiano | Rinaldo Alessandrini? Pues presentan unas lecturas muy sólidas, técnicamente muy solventes, con una gran carga expresiva, pero con una visión apasionada que es capaz de mantenerse a cierta distancia. Al contrario de los italianos, que sienten el género y las obras como propias, el conjunto francés logra unas interpretaciones vívidas pero menos mediterráneas, algo más estáticas y menos extáticas, presentando así a un Monteverdi nuevo hasta el momento, lo cual es todo un logro. Se cuenta con voces de contrastada calidad, como el propio Agnew o Miriam Allan [soprano], a la que se añaden auténticas sorpresas al menos para el que firma, la de cantores de una calidad superlativa, entre las que cabe mencionar la belleza y ligereza de Maud Gnidzaz [soprano], el timbre cálido y el poderosísimo e impactante registro grave de Lucile Richardot [alto], el color británico aportado por Sean Clayton [tenor], o el poderío y contundencia, además de la elegancia en la línea, de Lisandro Abadie y Cyril Costanzo [bajos].

   Se suman a ellos un conjunto de instrumentistas de enorme calidad, entre los que se encuentra una curiosa mezcla de experiencia los violines barrocos de Myriam Gevers y Sophie Gevers-Demoures, las violas barrocas de Galina Zinchencko y Simon Heyerick, la viola da gamba de Anne-Marie Lasla o la tiorba y el laúd barroco de Jonathan Dunford y Massimo Moscardo con juventud la tiorba de Thomas Dunford y el clave de Florian Carré. El momento conseguido por los instrumentistas en Questi vaghi concenti es uno de los más gloriosos de cuantos se hayan escuchado a lo largo de la ingente discografía dedicada a Monteverdi. Si definir el buen gusto es casi imposible, por lo subjetivo que resulta, desde luego este disco es un ejemplo magnífico palpable de lo que ello puede ser.

   Paul Agnew, que lleva años mostrándose como uno de los mejores cantantes del repertorio barroco, especialmente en el francés para mí sin duda uno de los mejores hautes-contres que han tenido los siglos XX y XXI, estaba un tanto alejado de la interpretación vocal, pues se había centrado en su carrera como director. Por lo tanto, escucharle aquí para comprobar que sigue en plano forma, y observar con qué naturalidad es capaz de aunar su faceta vocal con la directora, suponen un auténtico regalo. Siempre cálido, elegante, con una fluidez en su línea admirable, con una facilidad para el agudo de la que adolecen otros muchos, Agnew se presenta aquí además como un director notable, un gran conocedor del repertorio que llevaba cantando desde hacía años con otros conjuntos, que le postulan como un director ideal para acometer un proyecto de estas características. El trabajo realizado es grandioso.

   Un disco hermoso que se completa con un doble libreto realmente cuidado y de máximo interés, pues en el primero, además de los textos, unas preciosas fotografías, y los datos relevantes del disco, se añaden una serie de textos del propio Agnew sobre Monteverdi y sus madrigales, además de un texto de Ritta de Letteris centrado en los poetas de los madrigales y otro de Jean-Pierre Darmon sobre la ciudad de Mantova en la época de Monteverdi. Un segundo libreto presenta el texto inédito del escritor francés René de Ceccatty, encargado para la ocasión, titulado La Sibylle ou la fresque des illusions. Un hermoso disco, de cuidado y elegante diseño, que supone un exquisito trabajo en colaboración de Les Arts Florissants, el Théâtre de Caen, la Cité de la musique y Radio France. Todo un ejemplo del buen hacer de los franceses en estas cuestiones. Un Monteverdi no inédito, pero sí redescubierto, que promete dejarles fascinados. Esperamos con ansia ya el primer volumen de la serie, dedicado a los tres primeros libros y a Cremona, que se anuncia para este mes.



Publicado en Codalario el 27-V-2015