jueves, 31 de julio de 2014

Bach en un... | Crítica, para Codalario, del disco que Brilliant dedica a la música para laúd de Bach

Bach en un laúd algo desdibujado
El pulsista italiano graba la integral de la obra para laúd conservada del genio de Eisenach en una versión con cierto toque anodino.

Complete Music for Lute. Obras de Johann Sebastian Bach. Mario D’Agosto. Brilliant Classics, 2CD [94408], 2013. T.T.: 105:23.


  Johann Sebastian Bach [1685-1750], poco más hay que añadir. Su talento inigualable en toda la historia de la música nos ha legado cientos de obras de talla inalcanzable para la mayoría de los mortales. Uno de los grandes secretos del Kantor fue el mostrar un talento sin igual para escribir piezas sublimes para prácticamente todos los instrumentos conocidos en su momento. El laúd no iba a ser menos, y es por ello que Bach dedicó algunas obras a sus cuerdas, al menos así se han reconocido entre su corpus compositivo. Únicamente siete, lo que en comparación con otros instrumentos desmerece un tanto. No obstante, la calidad de la música es tan exquisita que hace que el número de piezas sea meramente anecdótico.

 Estas siete obras conservadas y que se han identificado como piezas en cierta manera con posibilidad de ser interpretadas en el laúd son las siguientes: I. Suite en Sol menor BWV 995, arreglo de la suite para cello solo BWV 1011 y conservada en un manuscrito autógrafo, datada entre 1727-1731; II. Suite en Mi menor BWV 996, para laúd o clave-laúd, compuesta entre 1714-1717; III. Partita en Do menor BWV 997, para laúd o clave-laúd, compuesta antes de 1740; IV. Preludio, Fuga y Allegro en Mi bemol mayor BWV 998, para laúd o clave, conservada en un manuscrito autógrafo de 1740; V. Preludio en Do menor BWV 999, para laúd, conservada en un manuscrito datado después de 1727, aunque probablemente compuesta en Köthen entre 1727 y 1723; VI. Fuga en Sol menor BWV 1.000, para laúd, arreglo de la fuga de la Sonata para violín en Sol menor BWV 1.001 –datada después de 1720; y VII. Partita en Mi mayor BWV 1.006a, para instrumento sin especificar, probablemente arpa, teclado o laúd, datada c. 1736-1737 y conservada en un autógrafo manuscrito, que es un arreglo de la Partita para violín en Mi mayor BWV 1.006.

  Las piezas parecen estar concebidas para el modelo de laúd más en boga del momento, el de trece órdenes, como se demuestra en relación a la afinación y registros requeridos en la escritura, como así lo destaca en sus notas Mario Torta. Las principales características de este, en oposición al ya en desuso laúd renacentista eran: dos primeras cuerdas simples, dejando las dos o cinco últimas como bordones, al llamado «estilo de tiorba», en el que los seis primeros órdenes proporcionaban el acorde de Re menor; su sonoridad era muy apropiada tanto para piezas de carácter solístico como para formar parte en un conjunto, así como instrumento concertante o simplemente formando parte del bajo continuo. La única excepción en el disco en cuanto al uso de esta tipología de laúd la encontramos en el BWV 995, que requiere un laúd de catorce órdenes, con una cuerda grave más que consiga acceder al Sol que Bach escribe.

  En estas pocas obras puede observarse la capacidad de Bach para absorber todo aquello que encontraba a su alrededor –lo que por otra parte es algo más que obvio en toda su producción. Quizá no era un experto en el instrumento, pero supo captar la esencia de algunos de los mejores laudistas del momento que desarrollaban su labor en una zona relativamente cercana a la suya: Silvius Leopold Weiss –el mejor representante de la escuela laudística centroeuropea–, Johann Kropfgans, Johann Christian Weyrauch, Adam Falckenhagen, Ernst Gottlien Baron, Johann Ludwig Krebs o Rudolph Straube.

  A lo largo de dos cedés el pulsista italiano Mario D’Agosto va desgranando cada una de las piezas. Lo hace en unas lecturas en general de carácter sosegado e intimista, en el que se destacan especialmente los movimientos lentos y la expresividad sobre el virtuosismo de los movimientos más rápidos. Es necesario tener en cuenta que él modifica la afinación utilizada en tres piezas: BWV 996 –de Mi menor a Sol menor–, BWV 997 –de Do menor a La menor– y BWV 1.006a –de Mi mayor a Fa mayor–, con el fin de interpretar estas piezas aprovechando al máximo todas las características de este tipo de laúd. Estamos ante unas versiones que no sobresalen por su brillantez técnica, pues cumplen sin excesivos alardes con la compleja escritura contrapuntística que Bach propone en sus piezas –a veces incluso con ciertos problemas para solventar los escollos propuestos por el compositor de Eisenach. Nadie debe esperar el dominio técnico, y quizá aún menos el expresivo, de las lecturas referenciales que a muchos pueden venirles a la mente: Hopkinson Smith, Paul O’Dette, Jakob Lindberg o Nigel Short. Las interpretaciones del laudista italiano pecan, probablemente, de cierto estatismo, impidiendo la fluidez que las imbricadas líneas de esta escritura requieren. Por momentos la música parece no avanzar, resultando hasta un tanto anodina, no por la escritura del propio Bach, a la que no se puede achacar absolutamente nada, sino porque el pasado –y presente– como guitarrista del intérprete sale a relucir en demasiadas ocasiones, proporcionando a sus lecturas unas articulaciones que quizá se alejen un tanto de las habitualmente «barrocas» a las que un oyente conocedor puede estar acostumbrado.

  Hay que alabar el intento de D’Agosto por darle vida a tan impresionante música. La música de Bach es probablemente una de las más complejas y exigentes de cuántas se hayan escrito para el instrumento, no solo por el aspecto técnico– que en ciertos momentos no es tan desmesuradamente inabarcable–, sino porque el trasfondo que subyace en ella requiere de un bagaje musical e intelectual considerablemente extenso. No es que el italiano sea incapaz o carezca de estas virtudes, pero sencillamente en estas versiones no estamos ante un Bach inapelable, pues se aprecian fisuras, repito, fruto única y exclusivamente de las interpretaciones. De cualquier manera, el registro es más que válido para todo aquel que quiera acercarse por primera vez a tan exquisita música, puesto que el precio de los discos de Brilliant Classics, como es bien sabido, no tiene competidor, y la música lo merece. Ahora bien, para aquel conocedor medianamente instruido en el repertorio, y por supuesto para los expertos en el mismo, quizá esta versión no sea lo que esperan, sobre todo cuando hay en el mercado apuestas absolutamente seguras al respecto. Eso sí, por este precio, una versión más para comparar nunca está de más. 

Publicado en Codalario el 01-VI-2014.

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