Por amistad con Albert Recasens, director del conjunto de música antigua español La Grande Chapelle, así como encargado del sello discográfico y la agencia de representación Lauda Música, que lleva la representación en nuestro país de varios conjuntos, pude acceder, hace ya algún tiempo, a disfrutar del ensayo -previo a un concierto ofrecido en el Auditorio Ciudad de León- de uno de mis grupos predilectos: el conjunto belga Huelgas-Ensemble, que dirige Paul Van Nevel, como es bien sabido.
Como considero esta una experiencia muy interesante y que no todo el mundo tiene la oportunidad de presenciar, he decidido contárosla en este espacio.
Iba con un poco de respeto, pues es bien conocido el carácter, algo peculiar y agrio, de Paul Van Nevel, que ya ha suspendido ensayos o echado de estos a muchas personas que no son de su agrado; pero bueno, al final no hubo problema alguno. En dicho ensayo tan sólo nos encontrabámos, la manager del conjunto, la mano derecha de Van Nevel, Albert y yo mismo, con lo cual, ya os podéis imaginar la sensación que me produjo estar ahí en ese momento (sinceramente, me sentí un auténtico privilegiado).
Al contrario que otros muchos grupos, "el Huelgas" suele acudir a una ciudad en la que tenga que actuar unos cuatros días antes del concierto (otros muchos suelen acudir un día antes e incluso el mismo día), si no tienen fechas en días continuos, obviamente. El caso de León fue este, pues el grupo llevaba cuatro días en nuestra ciudad. Pero lo realmente sorprendente de este conjunto y más teniendo en cuenta su nivel interpretativo, es el número de sesiones de ensayos que realizan al día y que asciende, nada más y nada menos, que a siete por día. Sí, habéis leído bien, este conjunto ensaya siete veces cada día y en sesiones bastante amplias. El ensayo que yo tuve la oportunidad de presenciar duró una hora y media y según se me comentó, aún tenían otro pequeño ensayo de "repaso" antes del concierto, que comenzó a las 20:30 horas.
El ensayo consistía en la interpretación de ciertas partes de las misas que se iban a interpretar -el programa que se interpretó consistía en las tres misas que se han registrado en su último álbum para Harmonia Mundi, La Quinta essentia-, fragmentos de movimientos que Van Nevel iba indicando a sus cantantes. Tras la indicación del movimiento concreto (en tres idiomas, puesto que yo le observé hablar con sus músicos en inglés, francés y alemán), Van Nevel daba la afinación. El maestro belga no es de los que da toda la serie de notas del acorde correspondiente, ni siquiera da una nota en alto sobre la que cogerlas los demás, Van Nevel golpeaba su diapasón y lo colocaba en el atril para hacerlo sonar y de ahí, cada uno cogía su nota.
Van Nevel resulta treméndamente escrupuloso y si no le gustaba cualquier mínimo detalle, no tenía reparo alguno en volver a comenzar. Siempre tomaba la afinación tras finalizar cualquier fragmento, para asegurarse que todo había ido correcto.
Los cantantes, que se encontraban siempre en pie, se sentaban en las partes en las que no intervenían, para volver a levantarse de nuevo al intervenir. El silencio era total y absoluto, sin un instante para bromas -creo recordar que tan sólo hubo un momento, de unos diez segundos de duración, en el que se rieron-. Esta seriedad y obcecación por el trabajo puro y duro me soprendió mucho, pues uno siempre piensa que la gente tan preparada no necesita de tanto esfuerzo para conseguir esos resultados tan exquisitos que luego escuchamos. Durante toda la hora y media de ensayo tan sólo hubo un breve descanso de cinco minutos, entre una misa y otra, que los cantantes aprovecharon para moverse un poco, ¡pero no hablaba nadie! Y a los cinco minutos, sin necesidad de que nadie les dijera nada, los cantantes ya estaban colocados en su sitio, preparados de nuevo, al 100%.
Me soprendió gratamente comprobar el buen rollo que había entre los propios cantantes, a pesar de la terrible seriedad del ensayo y de estos con Van Nevel -a pesar de lo comentado de su genio-, que se notaba no en una relajación de los mimos, sino es una complicidad especial durante las interpretaciones. Van Nevel tuvo momentos de sonrisas para sus cantantes, consejos e indicaciones, constantes indicaciones, pero sin parar la música, sino sobre ella, anticipándose a las partes en las que podría haber problemas. Así, sus sssssshhhhhh!, cuando se pasaban con la intensidad en ciertas líneas o su recurrente Text!, en las partes en las que no gustaba de la pronunciación. Además, me encantó observar como, de vez en cuando, surgía alguna que otra sugerencia de sus cantantes, sugerencia que era tenida en cuenta, de una manera totalmente natural, por parte de Van Nevel.
El belga tiene un gesto bastante delicado, sutil en ciertos momentos y resulta bastante detallista, siempre muy pendiente de las entradas, prestar atención al texto, los fraseos y las dinámicas de acuerdo a estos, el sonido de la sala, el equilibrio entre líneas, cada voz de manera individualizada -no tiene reparos en "echar broncas" de manera personal a un cantante-, en definitiva, está en todo.
Me quedé impresionado del increíble ritmo de ensayo que llevaban, que ya me parecía tremendo antes de saber que hacían lo mismo siete veces al día.
Pero bueno, también alivia comprobar que no todo es tan perfecto e e inhumano como parece, puesto que estos profesionales también se equivocan, entran a destiempo y se bajan en ciasrtos momentos, aunque claro, esos fallos son subsanados al instante y nunca más se vuelven a repetir. La rapidez con la que arreglan los errores me fascinó y supongo que eso es lo que distingue a un buen grupo de otro excelente.
En fin, tras observar aquello, no pude menos que reflexionar sobre algunas cosas y preguntarme como es posible que alguien de esa calidad ensaye a aquel ritmo, con aquella seriedad, aquella concentración y aquella paciencia siete veces al día. Sobre la conveniencia o no de este ritmo de ensayo, se puede hablar largo y tendido. A mí me parece realmente excesivo y más para un conjunto de estas características (ahora bien, así suena como suena...). Creo que trabajar siete veces al día, durante un número elevado de días el mismo repertorio, es peligroso, pues puede restarle frescura a las interpretaciones y convertirlas en algo mecánico, si no se está muy concentrado. No obstante, es evidente que esto no le pasa a este conjunto, a tenor de lo visto, pero creo que es algo realmente a tener en cuenta. También se puede por terminar cansando, si uno no está comprometido al máximo con el proyecto y puede causar problemas internos -de hecho, algo de esto le sucede a Van Nevel con su grupo, con el que ha cambiado de plantilla en varias ocasiones, por este tipo de problemas, como se me comentó-.
En definitiva, una experiencia fascinante, que recomiendo encarecidamente a todo aquel que pueda acceder a ella, pues es en estos momentos donde uno tiene delante la verdadera esencia del conjunto -en una sesión de grabación también sucede- y que guardaré siempre en mi memoria, a la espera de que pueda repetirse, con este u otro conjunto.
Os dejo dos pistas del disco en cuestión sobre el que versó el ensayo y el concierto posterior, para disfrute de todos los seguidores de los belgas, que me consta son muchos.
Thomas Ashewell (c.1478-c.1513): Gloria, Missa Ave Maria a 6.
Álbum: La Quinta essentia.
Huelgas-Ensemble - Paul Van Nevel, dirección.
Harmonia Mundi 2007.
Giovanni Pierluigi da Palestrina (1525-1594: Kyrie, Missa Ut re mi fa sol la a 6.
Álbum: La Quinta essentia.
Huelgas-Ensemble - Paul Van Nevel, dirección.
Harmonia Mundi 2007.
3 comentarios:
Interesante crónica, querido Mario. Por lo que describes, no es de extrañar que los resultados del Huelgas sean siempre tan excelsos. Sólo en el trabajo serio está la clave.
Un beso.
Hola:
Muchas gracias, Ana.
Desde luego, como bien dices, es la clave. No es la única, puesto que talento, pasión y alguna cuestión más también me parecen imprescindibles, pero sí es buena parte de la base, puesto que sin ese trabajo los resultado no pueden durar años.
Un beso renacentista.
Querido Mario, evidentemente tanta perfección es debida a un trabajo concienzudo y arduo.
En mi vida de músico he tenido la oportunidad de trabajar con un gran número de directores de todo tipo de caracteres. Desde los simpáticos y dicharacheros a los de más agrio proceder.
Curiosamente, salvo que el director en cuestión haya faltado el respeto a alguien, nunca me he quejado de estos señores que no permitían el más mínimo comentario o que nos exigían al máximo, porque estoy de acuerdo en que si se quieren hacer las cosas bien hay que tener una cierta disciplina.
Tal vez en el caso de Van Nevel, esta disciplina sea algo un poco exagerado. Pues por otra parte, pienso que aun teniendo una disciplina severa, también se puede relajar uno un ratito contando una anécdota o riéndonose de lo mal ha salido un determinado pasaje.
Muchas gracias por compartir conmigo tu experiencia. Ya me contarás la próxima. ¡Estaré atenta, sin duda!
Un beso,
Luisa
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