martes, 20 de noviembre de 2012

En Una Buena Orquesta...

Fecha: 12-XI-2012. 20:00 horas.
Lugar: Sala de cámara, Auditorio Príncipe Felipe [Oviedo].
Contexto: Primer concierto del ciclo Oviedo Barroco. Entrada: 21 €uros.
Programa: Todos los caminos llevan a Roma.
Intérprete: European Union Baroque Orchestra [EUBO] - Lars Ulrik Mortensen.


   En una buena orquesta, ora convencial -lo que se entiende hoy día por una orquesta sinfónica-, ora barroca -como es el caso- han de conjugarse muchos elementos, algunos de los cuales son vitales para el total desenvolvimiento y consecución del éxito a consecuencia de, esto es, algunos factores básicos, que casi se dan por supuestos, a saber: afinación, empaste, equilibrio, sonoridad bella, matices, control rítmico... pero otros que quizá no lo están tanto, pero son igual o más importantes, como pueden ser la expresividad, el feedback director-intrumentistas, emoción, disfrute... Si una orquesta consigue tener esto, en mayor o menor grado, creo que el trabajo conseguido ha de ser digno de alabar. Pues bien, nos encontramos ante un caso, ¡y encima repleta de jóvenes! -cansado uno como está, en ocaciones, de encontrarse con dinosaurios copando la mayoría de atriles-.

   La EUBO es un caso excepcional en Europa, sí, pero también a nivel mundial, pues no existe otra orquesta que se rija de la misma manera: seleccionado a músicos jóvenes especializados en la interpretación con instrumentos originales, que trabajan juntos y con un determinado director durante un período de seis meses, cuyo resultado se muestra en una gira por diversos países, y que vuelve a su ser tras ese perído, comenzando de nuevo todo el proceso. Esta orquesta barroca ha trabajado, desde que se fundara en 1985, con mucho de los grandes directores del panorama barroco mundial, tales como Roy Goodman, Petra Müllejans, Christophe Coin, Margaret Faultless, Edward Higginbottom, Rachel Podger, Andrew Manze, Ton Koopman, Fabio Biondi and Christina Pluhar, Enrico Onofri... y lo hará esta temporada bajo las órdenes de la mencionada Faultlees, Ricardo Minassi, Paul Agnew, Gottfried von der Goltz, Stefano Montanari y el que es, desde 2004, su director musical estable, el danés lars Ulrik Mortensen.

   El programa y la plantilla presente en Oviedo fueron los siguientes:

   
   Como se observa, la presencia de países es bastante variada, aunque alguno -como Alemania, Polonia o Gran Bretaña- ocupan varios plazas dentro del conjunto.
El programa es realmente precioso, con algunos de los grandes ejemplos del concerto grosso en la Europa del XVII y XVIII.

   Comenzó el concierto con el concerto grosso II de Georg Muffat [1653-1704], denominado por el también como sonata en su publicación del Armonico Tributo de 1682. La música de Muffat es maravillosa en tanto en cuanto supone una auténtica toma de los puntos más interesantes de la música francesa e italiana, pasadas siempre por su mano, lo que le da a esta colección de piezas -al igual que suceda posteriormente con sus doce concerti grossi [1701], que reutilizan material de estas seis sonate/concerti- un sonido tan caracerístico de este compositor.

   La primera parte continuaría con dos obras de Georg Fridrich Händel [1685-1759]. Su Ouverture en Si bemol mayor HWV 336, de la que no se conoce la fecha de composición, pues no se conserva el manuscrito autógrafo, muestra característica del género en el corpus "händelian", con esa mezcla de estilo italiano y francés, con un primer movimiento Largo y un segundo Allegro -ambos parecen tener concordancias con la sonatas HWV 445, 446 y 447-. La segunda y última pieza de "Il Caro Sassone", fue la Sonata a 5 [concerto] en Si bemol mayor, para violín y orquesta, juega con esa delgada línea entre la sonata y el concierto barrocos, y contiene uno de los momentos más bellos y conocidos de la obra del alemán.

   Para finalizar esta primera parte, se interpretó uno de los doce concerti grossi del gran Arcangelo Corelli [1653-1713], publicado de manera póstuma en 1714, y que son probablemente la cima del género en la historia de la música, concreatmente el Op. VI / IV, concerto da chiesa en Re mayor, concierto con grandes contrastes, pues contiene momentos de delicadeza sublime, mientras otros [el Vivace y el Allegro finales] son de una energía abrumadora.

   En esta primera se notó un tanto fríos a los músicos, creo que haciéndose a la acústica nada agradable de la angosta sala de cámara de este auditorio ovetense y a un incesante y muy molesto ruido de fondo que hacía su entrada en cada silencio. Sin embargo, conforme fueron pasando los minutos, la sinergia que se iba produciendo era brutal, siendo su punto culminante precisamente ese último movimiento del concerto grosso del de Fusignano. Hubo momentos bellos en Muffat -como su Sonata y posterior Allemande-, y en Händel, como en su Sonata a 5, aunque me quedo especialmente con los momentos orquestales antes que los solísiticos, en los que hubo ciertos desajustes. Eso sí, bien el papel del concertino, con momentos muy brillantes y un excelente gusto en las ornamentaciones, aunque tuvo ciertos problemas en la afinación.

   La segunda parte comenzó con otros de los concerti grossi de Corelli -otro da chiesa-, esta vez el Op. VI / III, quizá algo más contenido que el anterior y con momentos absolutamente sublimes -me fascinan especialmente sus movimientos lentos-.

   El concierto terminaría como empezó, con el Armonico Tributo de Muffat, en esta ocasión la Sonata/Concerto V [Sol mayor], magnífico ejemplo del excelente compendio que podía llegar a ser un concerto de estas características, en el que encontramos de todo: danzas rapidas y lentas, una fuga y una Passacaglia final, que cierra de manera monumental su colección, suponiendo, para mí, uno de los momentos cumbre de la literatura barroca.

   La vuelta al escenario fue mucho más contundente en esta segunda parte, dejando ya para el olvido aquellos momentos de desajuste rítmico y desequilibrio de la primera parte. Fabulosos en la obra de Corelli, dejaron lo mejor para el final, bordando absolutamente el obrón de Muffat y haciendo una interpretación absoltamente magistral de la Passacaglia.

   Tras lo numerosos aplausos, volvieron a escena para interpretar -como bis, aunque hubiera sido la guinda al pastel haber escuchado una obra fuera de programa- el último movimiento del Op. VI / IV de Corelli, donde mostraron toda energía y buen rollo que les caracteriza.

   El trabajo de la orquesta fue fabuloso -dejando, ya digo, a un lado, pequeños detalles, aunque sí señalando que eché mucho de menos la presencia de cuerda pulsada en el continuo, algo tan sustancial en esta música-, con momentos sublimes en cuanto a dinámicas, agógica, carácter, expresividad... pero el verdadero punto fuerte de este conjunto es la energía y vitalidad que les aporta su juventud, el maravilloso feeling que hay entre ellos y la absoluta relación casi de amistad que parece unirles con el danés Mortensen, quien se mostró absolutamente entregado a la causa, feliz en el rostro, disfrutando cada momento, dejando en muchos otros las labores del continuo al otro clave para dar rienda suelta a su gesto en la dirección y a su disfrute en la escucha. En definitiva, había eso que hace falta en tantas orquestas, una unión y disfrute de todos y para todos. Cuando eso se consigue, la sensación generada es inigualable. Bravo pues por los jóvenes intrumentistas barrocos de la Unión Europea. Que sea por mucho años...


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