The Tallis Scholars y Peter Phillips honran la memoria del
polifonista abulense en un concierto inolvidable que rozó la perfección.
Ávila. Iglesia del Real Monasterio de Santo Tomás.20-VIII-2013, 20:00. Entrada: 12, 10 y 8 €uros. The Tallis Scholars. Director: Peter Phillips.
Programa: Ávila, España, Méjico. Maestros del Renacimiento. Obras de
Juan Gutiérrez de Padilla, Tomás Luis de Victoria, Francisco Guerrero,
Sebastián de Vivanco y Alonso Lobo.
Cuando uno admira tanto a un conjunto y a la
cabeza visible del mismo, por llevar años dedicados a disfrutar de sus
grabaciones y conciertos, admirando desde lo más profundo la manera de
hacer y la excelencia conseguida a lo largo de los años, resulta harto
compleja la empresa de realizar la crítica de un concierto en el que esa
misma excelencia volvió a mostrarse en puro estado The Tallis Scholars.
Es justo, no obstante, comenzar dedicando unas líneas al marco que
ha acogido este concierto, único en España de la gira del 40 aniversario
del ensemble británico, lo cual ha sido todo un logro. Abvlensis
es un festival muy joven -tan solo lleva dos años-, pero a pesar de
ello ha llegado ya a unas cotas que otros muchos quisieran con decenas
de años a sus espaldas. Nacido de la ilusión de un grupo de jóvenes
musicólogos y músicos de la ciudad de Ávila por resaltar y poner en su
justo lugar la inmensa figura del abvlensis, Tomás Luis de Victoria,
que a pesar de ser reconocido hoy como quizá el mejor compositor
español de nuestra historia, ha pasado más que desapercibido durante
años en la ciudad amurallada.
Y así ha sido, pues tras una primera edición cargada de entusiasmo,
la cual recibió una respuesta masiva por parte del público, este año han
regresado, y lo han hecho a lo grande. Los actos programados para esta
edición han sido: la presentación del último gran libro dedicado a la
figura de Victoria, Estudios Tomás Luis de Victoria Studies -excelente libro, por cierto; un acto titulado Preambulum: TheTallisScholars, 40 años-en el que Peter Phillips
y los miembros del conjunto hicieron un repaso a su trayectoria, su
manera de abordar la polifonía renacentista, realmente interesante y
divertida, en la que incluso nos regalaron la interpretación de un par
de piezas de polifonía inglesa [Thomas Tallis y William Mundy]; un curso de interpretación de música policoral de Victoria, a cargo de Rupert Damerell
-encargado de los ensayos previos y el trabajo más arduo- y Peter
Phillips -quien ha dado el toque final y aportado su sapiencia al
respecto-, que ha tenido una respuesta inmediata y masiva por parte de
los intérpretes españoles -me consta que han tenido que ampliar las
plazas hasta 50 y aun así ¡dejar fuera otras 70 solicitudes!; además de
otros dos conciertos, uno protagonizado por el organista Juan de la Rubia, el otro por Marta Infantey Manuel, Vilas.
Pero sin duda, el plato fuerte era el
concierto inaugural, que traía a tierras amuralladas al conjunto más
afamado del mundo en la interpretación de polifonía sacra del
Renacimiento. The Tallis Scholars, ensemble formado un 3 de
noviembre de 1973 por Peter Phillips, que por aquel entonces era un
joven entusiasta de estas músicas con ganas de interpretar de la manera
más pura posible unas obras complejas y que requerían de un talento
palpable y muchas horas de estudio. Los comienzos fueron muy difíciles, y
aunque poco a poco fueron saliendo adelante, el propio Peter confiesa
que no se esperaba todo lo que sobrevendría. The Tallis Scholars son
sencillamente unas estrellas a nivel mundial, de algo muy especializado y
minoritario, sí, pero los mejores del mundo en lo suyo al fin y al
cabo. Peter concibe su vida como la de un predicador de la polifonía
renacentista por todo el mundo, llevándola a los lugares más lejanos que
le es posible y acercándola a todo el público. Ellos han sido, en gran
parte, los creadores de ese British sound que todos los demás
han querido imitar, y sin duda los grandes potenciadores de que obras de
compositores españoles, ingleses, franco-flamencos, italianos o
portugueses de este período sean conocidas hoy por más personas de las
que jamás se pudo llegar a atisbar.
Y estando en la ciudad que vio nacer al Abvlensis, el programa no
podía tener como pilar fundamental la música de otro que no fuese el
propio Victoria. Se inició, no obstante, con una breve y maravillosa
pieza de Juan Gutiérrez de Padilla, malagueño que acabó sus días en tierras mejicanas, siendo allí uno de los maestros de la polifonía más respetados. Su Deus in adjutorum
a 8, maravilloso juego de oposición entre la sencilla entonación del
canto llano y el dominio de las ocho voces en doble coro, que concluye
con un esplendoroso Gloria Patri.
La parte central del programa estuvo dedicada, como digo, a obras de Tomás Luis de Victoria. El primer bloque estuvo formado por la antífona Alma redemptoris mater a 8 -publicada en el libro de 1581b-, que destaca por ese precioso dúo del comienzo,en escalas descendentes entre el altvs primvs y el tenor primvs,
una obra en la que el aún joven Victoria sabe aunar el estilo más
intimista y "arcaico" de su primera etapa, con el colorido y la
exuberancia del doble coro más cercano a su etapa de madurez. Basada
precisamente en estaantífona está la Missa Alma redemptoris mater,
también a 8 y publicada en su libro de 1600 a, en la que la maestría de
Victoria a la hora de reutilizar el material preexistente resulta
fascinante, dejándolo claramente patente en muchos momentos, mientras
que en otros consigue reelaborarlo de una manera sutil y velada.
Tras un generoso descanso se retomó
la figura del maestro hispánico con una serie de obras de un carácter
completamente distinto; un Victoria más íntimo, menos barroco,
estilísticamente más anclado en la tradición renacentista. De su Officium Hebdomadæ Sanctæ
[1585a] se interpretaron tres de sus lamentaciones, concretamente las
pertenecientes al SabattoSancto. Hay que tener en cuenta un aspecto en
relación a las notas al programa, pues en la distribución de las voces
aparece para cuatro partes en las dos primeras lamentaciones, quedando
la tercera a seis partes. Realmente esta distribución de voces, si bien
correcta -al menos en el comienzo de las piezas es así, pasando a
ampliarse en el verso Ierusalem convertere ad Deum tuum-,puede
confundirse con la que se encuentra en el manuscrito de la Capella
Sistina. The Tallis Scholars interpretaron la versión posterior sí
impresa por Victoria, en la que la primera de las lamentaciones es a
seis partes, la segunda a cinco y la última a ocho. Es un dato relevante
y que no debe confundirse, pues hay sustanciosas variantes musicales y
textuales entre ese manuscrito -que suele considerarse anterior- y la
publicación impresa de 1585.
Se cerró la interpretación de Victoria con su motete luctuoso Versa est in luctum
a 6, también perteneciente a este oficio de Semana Santa, y que es una
de las obras más emocionantes de cuantas salieran de la inspiración
"victoriana", que posee, además, uno de los textos más hermosos de todos
los que se hayan usado con frecuencia en las composiciones de la
península.
El programa se completó con dos obras de polifonistas hispánicos de gran relevancia. Primeramente el motete Us quequo Domine a 6, del sevillano Francisco Guerrero.
Preciosa obra en la que Guerrero muestra sus dotes compositivas en un
contenido ejercicio de contrapuntístico en contraposición a momentos
homofónicos, musicalizando un texto de claro carácter suplicante.Una
obra poderosa en su recepción, de densas texturas, pero simplicidad en
su carente uso de disonancias y suspensiones, que apoyan la emoción de
la imploración. Se cerró el concierto con el extraordinario Magnificat octavi toni a 8, de Sebastián de Vivanco,
maestro también abulense que desarrolló su carrera en Salamanca. Una
obra de contrastes, destacando especialmente el producido entre el uso
de las ocho voces en algunos de los versos, dejando otros solamente a
cuatro. Además, como solía ser costumbre en la época, Vivanco pone en
polifonía únicamente los versos pares, quedando lo impares en el canto
llano habitual. Impresionante la fuerza que desprende esta obra,
especialmente en el verso Gloria Patri, et filio, et Spiritu Sancto -la cadencia final corta la respiración.
Música
de una altura que no muchas veces puede escucharse en un concierto,
pero que necesita de unos intérpretes que estén a la misma altura para
que el resultado sea algo irrepetible, casi mágico. The Tallis Scholars
no son la mayor referencia a nivel mundial en estos repertorios por
nada, y las 300 personas que abarrotaban la maravillosa Iglesia del Real
Monasterio de SantoTomás, pudieron darse cuenta de ello desde el primer
acorde. Constando esta vez con el concurso de los siguientes miembros: Janet Coxwell, Amy Haworth, Amy Wood, Juliet Fraser [soprano]; Patrick Craig, Hannah Cooke [alto]; George Pooley, Simon Wall [tenor]; y Stephen Charlesworth, SimonWhiteley [bajo]; si bien quizá cantores no absolutamente titulares en la plantilla actual del conjunto -hubo bajas importantes, como Caroline Trevor, Mark Dobell, Christopher Watson, Tim Scott Whiteley o Robert Macdonald-,
aun así el resultado terminó por ser absolutamente brillante, algo
completamente excepcional de ver en territorio español con asiduidad.
Debo sincerarme, pues he tenido una importante duda a la hora de
enfrentarme a esta crítica. Es bien cierto que hubo algunos errores
durante el concierto, errores muy notables que quizá para otro conjunto
serían auténticas nimiedades -problemas en varias entradas, sobre todo
en la línea de soprano I; una línea de tenor I que desmereció en
bastante el resto del conjunto-, pero en el caso de TTS pueden llamar
poderosamente la atención, precisamente por lo cercanos a la perfección
que se muestran siempre. Sin embargo, ¿es pues preciso reparar en esos
fallos dada la excelencia absoluta del conjunto, o por otro lado es
preferible darlos como meras muestras de su carácter humano y ensalzar
la magia que fueron capaces de crear pese a todo? Tras mucho pensar, me
decanto por lo segundo.
Resulta verdaderamente complejo hacer una crítica de un concierto en
el que la excelencia y la complejidad de lo allí sucedido sobrepasa lo
meramente sonoro. Es decir, ¿cómo se intenta transmitir al lector lo
ocurrido en una noche en la que el tiempo pareció detenerse, en la que
uno se siente tan absolutamente ínfimo entre tanta inmensidad, en el que
la belleza y los momentos tan cercanos a la perfección son capaces de
envolverte y de sobrepasarte de una manera tan brutal? Pues creo que no
se puede. The Tallis Scholars trascienden cualquier plano musical. La
perfección técnica, marca de la casa, y que ya se les supone, resulta
casi una mera anécdota al lado de otras muchas maravillosas cualidades
-y aun así sigue sobrecogiendo absolutamente la capacidad, el dominio
técnico y la facilidad en la manera de cantar tan insultante. Las líneas
se clarifican, su vuelven diáfanas, límpidas; el equilibrio entre las
voces es total -nadie suena más que nadie cuando no tiene que hacerlo-,
el entendimiento del resultado global por parte de cada cantor es total;
el tactvs es siempre impecable, manteniendo siempre el
carácter aún con los cambios producidos por el uso de proporciones.
Sencillamente se roza la perfección en cada momento. Incluso con la
elección del número de cantores, que provocó que en las piezas a ocho
hubiese una voz por parte en todas las líneas a excepción de las
sopranos, que contaban con dos, el equilibrio no se veía afectado en lo
más mínimo, consiguiendo en los momentos en los que se juntaban dos
cantores en una línea sonar como si de uno solo se tratase. El nivel de
excelencia medio de un concierto suyo es tan, tan alto, que apenas uno
puede concebirlo como real.
Y es que estos cantores tienen delante a uno de los mayores expertos
en este tipo de repertorio, una persona que lleva dedicada
prácticamente toda su vida a desentrañar cada milímetro de las miles de
partituras que ha tenido el placer de interpretar. Versiones y gustos
aparte, su conocimiento es tan absoluto, tan profundo, que todo cobra un
sentido sin igual cuando sale de su cabeza y se instala en las voces de
sus cantores. Mucho se habla de lo que fácil que resultaría dirigir a
TTS con esos cantores tan excelsos, ¿Pero de verdad creemos que el
resultado sería el mismo con cualquier otro al frente? Ni por asomo.
Estamos hablando, sin duda, de un acontecimiento que marcará un antes y
un después en la historia musical de la ciudad de Ávila. Probablemente,
aquellas 300 personas que hemos tenido el absoluto privilegio de
encontrarnos ahí en ese preciso momento, no volveremos a ser las mismas,
al menos no en lo más profundo de nosotros. Qué difícil y qué mágico
cuando alguien es capaz de conseguir algo así.
Publicado en Codalario el 23-VIII-2013.
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