La gran soprano pamplonica y el conjunto La Galanía nos acercan la figura de Antonio Cesti en un impresionante recital repleto de belleza.
Alma mia. Raquel Andueza [soprano] & La Galanía - Jesús
Fernández Baena. Anima e Corpo [AeC003], 2013. TT. 60’30. Obras de Antonio
Cesti.
Qué bueno es cuando un intérprete es sincero, y no solo
ya en lo musical. Así, en las notas al programa del presente podemos leer cómo
la propia Raquel Andueza recelaba en un primer momento de grabar un monográfico
dedicado al no muy conocido Antonio
Cesti. Eso, sí, afortunadamente para todos, dejó rápido la negación en
cuanto vio ante lo que se estaba enfrentando. Y es que la música del compositor
aretino es de una belleza y calidad que lo sitúan en el Olimpo de la creación
operística del Seicento.
De Il Padre Cesti, miracolo della música,
tal y como fue elogiado por el dramaturgo Francesco Sbarra, se graba aquí una
selección de algunos de los mejores momentos que el maestro italiano creó para
la escena. Un total de 16 pistas, que recogen diez arias de ópera, dos cantatas
y cuatro fragmentos instrumentales –sinfonie
avanti l’opera, que dirían los italianos.
Entre las
óperas representadas aquí, encontramos algunas de las piezas maestras del de
Arezzo, como L’Argia, Orontea, La Dori e Il Tito –las
tres primeras de su etapa en Innsbruck, aunque con algunos añadidos para
representaciones en Venezia; la última estrenada ya en la ciudad de los canales.
No se ha grabado aquí nada de su ópera Il
Pomo d’Oro, lo que en cierta medida es de agradecer, pues es la obra más
conocida e interpretada del autor –dentro de lo poco conocida que en general es
su música. Temas amorosos en los que el trasfondo del dolor, la muerte, el
engaño y la esencia del ser humano están más que presentes, destacando así en
la elección de los textos que tan maravillosamente paladea Raquel. En la
música: ostinati de lo más habituales
en la Italia del XVII, bassi dolenti,
tetracordos descendentes, descensos cromáticos… todo un despliegue de recursos
compositivos, que hacen de la obra de Cesti, no solo un dechado de maestría en
la factura, sino piezas de una variedad y una belleza absolutamente
deslumbrantes.
Dos cantatas
de la etapa romana completan el apartado vocal, una de ellas [Non si parli più d’Amor] con
acompañamiento de cuerda y continuo, quedando la segunda [Ò quanto concorso] únicamente para acompañamiento del continuo.
Música con carácter moralizante, muy apropiada para el momento romano en el que
fueron compuestas –como bien se destaca en las notas críticas. Fantásticas
piezas que nos dan una visión más completa del Cesti compositor en lo vocal, y
no solamente para la escena; obras de escritura virtuosística y carácter
dinámico, en los que destacan los tempi
rápidos.
En el
apartado puramente instrumental, se interpretan cuatro Sinfonie pertenecientes a dos de sus óperas [La Dori y L’Argia], con
escritura a tres –dos violines y continuo–, en la que el juego entre las dos
líneas altas y el continuo es de una belleza fascinante, y en el que
encontramos pasajes lentos de una hondura significativa, mientras que otros
destacan por el corretear de las notas y el cruce de las líneas.
Intentar
hablar de Raquel Andueza a estas
alturas, y no tener que «echarse» prácticamente a sus pies, es tarea casi
imposible. Y es que no sabemos cómo lo hace, pero la soprano se supera una y
otra vez. En este registro escucharemos una Andueza que para muchos resultará
novedosa, alejada del repertorio que le va como un guante y qué más suele
transitar –voz y continuo–, pues la encontraremos moviéndose por arias de
bravura –dentro de lo que Cesti se permite en su arias en general sosegadas y
de gran intensidad dramática–, haciendo un uso ya más latente de la coloratura,
los adornos, las agilidades. ¡Y qué fantástico escucharla así también! Eso sí,
por mucho que las notas se multipliquen por doquier en algunas de las arias, la
ejemplar dicción de Andueza sigue mostrándose inquebrantable, insuperable para
el resto de cantantes que hay en la escena mundial en este momento. De
cualquier manera, para un servidor, Raquel sigue brillando con especial luz en
las arias más lentas, en las que puede dar rienda suelta a esa increíble
expresividad, esa profundidad que es capaz de subrayar con tanta naturalidad, y
sobre todo esa capacidad tan sorprendente de hacer suyo lo que canta hasta un
extremo en el que parece vivir cada uno de los pesares, dolor y llantos, pero
también los regocijos de los personajes que interpreta; incluso los mensajes
que sirven de voz de la conciencia. Pocos como Andueza son capaces de mostrar
un nivel de empatía tan sobrenatural.
La Galanía,
en su versión más amplia, suma aquí un total de ocho instrumentistas. José Manuel Navarro y Pablo Prieto son los encargados de los
violines barrocos, consiguiendo una afinación y un empaste entre sí fabuloso,
extrayendo un sonido realmente terso y brillante de sus instrumentos –gran
trabajo en las Sinfonie. Marta Vila y Vega Montero son las encargadas de las líneas bajas en la cuerda
frotada, siempre presentes, manteniendo el aparato armónico del conjunto con su
cello barroco y violone respectivamente, muy precisas y delicadas en los
momentos que así lo exigen, y robustas cuando la música lo requiere. Gran trabajo
de profundidad sonora en las arias más expresivas.
El otro gran
apartado del continuo lo constituye la cuerda pulsada, que cuenta aquí con el
concurso de César Hualde [guitarra
barroca], Manuel Vilas [arpa] y Jesús Fernández Baena [tiorba], tres continuistas
de probada eficacia, por otra parte. Un despliegue de colorido tímbrico que
sirve a la música de Cesti a las mil maravillas. Magnífica la elección de los diversos
instrumentos en cada parte, creando para ellos unas líneas muy imaginativas que
no afectan al entendimiento del texto, sino que incluso mejoran la comprensión
del carácter de cada aria. Es fantástico comprobar cómo, incluso prescindiendo
del clave para el continuo –un instrumento tan fundamental para esa labor en
este momento–, se consigue crear un continuo sólido, variado, contundente y
numeroso, pero que ni se supedita a la música ni agacha la cabeza ante las
partes melódicas, sino que va de la mano de estas líneas y de la misma voz. Un
exquisito trabajo de conjunción tímbrica y todo un ejemplo de cómo el trabajo y
el cuidado de los detalles pueden conseguirlo prácticamente todo.
Excelso el
trabajo de Fernández Baena en su labor de recolector y transcriptor de las
obras seleccionadas, además de coordinador de todo el aspecto artístico en las
interpretaciones que se nos brindan en este fascinante registro. Qué bueno es
comprobar cómo la visión del sevillano parte desde la línea más grave de la
partitura y va construyendo sobre ella todo la estructura expresiva y musical
que a posteriori conseguirá
emocionarnos.
Completan el
disco unas fantásticas notas críticas, escritas mano a mano por Raúl Angulo y Antoni Pons, así como un moderno pero precioso diseño, que harán
las delicias de quien lo tenga entre sus manos en el aspecto intelectual y
visual.
Un disco de
esos que hay que tener, sí o sí. No duden y háganme caso: compren ya este
disco, porque no se arrepentirán. No es común encontrar un registro con música
de tal calibre interpretada de una manera tan ejemplar, y además por
intérpretes únicamente españoles –mensaje directo para aquellos que opinan que
la música antigua en España no está a la altura del resto de Europa. Raquel
Andueza y La Galanía no fallan, porque consiguen, una y otra vez, llegarnos a
lo más profundo, a ese punto justo en el que se remueven los instintos más
puros del ser humano. Primero fue Yo soy
la locura, después In Paradiso, y
finalmente este Alma mia. SI alguien
puede demostrarme que esto no es un trío de ases, le espero sentado.
Lo
dicho, si no consiguen emocionarse –incluso puede que hasta el llanto– con
momentos como Alma mia, Intorno all’idol mio, Disserratevi abissi
o Dormi, ben mio, que les devuelvan
el dinero. Pero créanme, pocas veces lo habrán invertido mejor.
Publicado en Codalario el 25-X-2013.