sábado, 25 de enero de 2014

Juditha... [crítica, para Doce Notas, de la versión que del oratorio vivaldiano grabaran la Acadèmia 1750 y Ottavio Dantone]

Juditha ¿triumpahns?
El Fèstival de Torroella de Montgrí registra una interpretación en directo del oratorio vivaldiano caracterizada por la falta de fuerza general.

Juditha trimphans. Música de Antonio Vivaldi. Gemma Coma-Alabert, Monica Piccinini, Marina de Liso, María Hinojosa, Marta Infante, Cor La Xantria y Acadèmia 1750 – Ottavio Dantone. Versàtil [VR-0001]. 2008. T.T.: 118’03.



  Juditha triumphas devicta Holofernis barbarie, con número de catálogo en Ryom 644, es el único oratorio –que él mismo calificó como Sacrum militare oratorium– de los cuatro que se cree que fueron compuestos por Antonio Vivaldi que ha sobrevivido hasta nuestros días. Este es concretamente el segundo de los que compuso, allá por el año 1716, sobre libreto de Giacomo Casetti, quien utiliza, de una manera realmente menos sutil de lo que pudiera parecer, la confrontación que desde 1714 la Serenissima  Repubblica di Venezia tenía con el Imperio Otomano para personificar en el terrible Holofernes al turco –el Sultán otomano, concretamente–, siendo la contundente y mucho menos sutil aún, Judith, la que saldrá triunfadora de su terrible enfrentamiento, que terminará con la decapitación del primero en manos de esta –interesante metáfora del futuro que la república veneciana obtuvo en dicho enfrentamiento. Todo ello con el evidente trasfondo religioso de la lucha entre el Cristianismo y las religiones «bárbaras», enmascarado en la bíblica confrontación entre judíos y asirios. Los demás personajes, aunque secundarios, tienen un papel fundamental en el desarrollo del oratorio, sobre en el aspecto dramático y musical: Abra –sirvienta de Judith– encarnará a la fe cristiana, Bethulia –la ciudad sitiada– a la Iglesia, Ozias –el gobernador– al Papa, mientras que Vagaus –latinizando el nombre de Begoas– es el general del ejército turco. Es realmente interesante observar cómo el dúo Vivaldi-Casetti desarrollan toda la acción de una manera basada en el dramatis personae, es decir, obviando el modelo del oratorio barroco anterior, en el que un personaje denominado Historicus actuaba como narrador omnisciente, sino que aquí serán los propios personajes los que vayan contando la acción a través de sus propias vivencias, en un claro acercamiento del género a la ópera.

  La obra se divide en dos claras partes, que Vivaldi marca como Pars prior y Pars altera, ambas construidas en torno a catorce números –arias y coros– con sus recitativos correspondientes, teniendo el coro una importancia algo mayor que en la ópera, pero quedando aún en un segundo plano en comparación a las arias solistas, y en el tratamiento que otros, como Händel, harán del mismo en un período estrictamente coetáneo. Esta es una obra unida de manera indisoluble al Ospedale de la Pietà, lo que se observa en que todos los papeles protagonistas están destinados a féminas, cuyos nombres, además, se conocen gracias a la inscripción que el propio Vivaldi dejó en su partitura autógrafa y en la lista que un asistente a alguna representación escribió en una copia del libreto conservado hoy en Roma. En cuanto al instrumentario utilizado, es bien sabida la afición de Vivaldi por conseguir colores especiales en sus composiciones, aunque si bien en las óperas es más comedido, en este caso desarrolla un interesante uso de algunos instrumentos, pues se sabe que La Pietà estaba especialmente bien nutrida en este aspecto. De esta manera podemos encontrar dos trompetas, timbal, dos clarinetes, un chalmeau soprano –una especie de predecesor del clarinete, con una belleza tímbrica espectacular–, viola d’amore, oboe, mandolina, cuatro tiorbas, dos flautas de pico, e incluso un pequeño consort de viole all’inglese –que suele ser asimilado a las viole da gamba. El colorido conseguido por el autor veneciano en este oratorio es de los más impactantes que se hayan conservado en la historia del oratorio.

  La Sinfonia introductoria, hoy día perdida, pudo ser extraída, de alguna de sus obras puramente instrumentales. La solución habitual hoy día es la de tomar su concerto RV 562 como sustitución más adecuada, sobre todo porque su fecha de composición, tonalidad y orquestación son muy cercanas a las del oratorio. Otra solución es la dejar la pieza sin la sinfonía introductoria, pasando directamente al coro que la sigue –opción elegida en la presente grabación.

  Los resultados, por todo lo anteriormente expuesto, son absolutamente brillantes. Un magnífico ejemplo de todo el colorido, expresividad y poder dramático de la obra vocal de Antonio Vivaldi.

  En la presente versión, grabada en directo el 16 de mayo de 2008, en el Círculo de Bellas Artes de Lugo, que se trata de una producción del Fèstival de Torroella de Montgrí, encontramos un Vivaldi, que a pesar de lo ya comentado, se nos presenta bastante plano, con falta de esa fuerza siempre tan característica suya y con algunos de los problemas propios del directo. Las voces solistas, con representación española destacada, rinden a un nivel considerable, aunque sin especiales alardes canoros. Judith es representada por la mezzo catalana Gemma Coma-Albert, que debo decir que nunca antes había escuchado, la cual me ha parecido de lo mejor del registro; una voz expresiva, elegante, con refinamiento técnico. La contralto italiana Marina de Liso encarna a un Holofernes no especialmente creíble, falto de vigor, aunque su línea de canto se muestra segura, hermosa y técnicamente solvente, en la que no destaca por su color el registro grave. Monica Piccinini, soprano italiana de gran bagaje en la interpretación de música de Vivaldi, se encarga de dar vida a Vagaus, y lo hace con un bello timbre, realmente dominadora del registro agudo y con una vocalidad muy refinada, exquisita en la no especialmente endiablada coloratura de la partitura. Abra es la soprano española María Hinojosa, uno de los papeles de mayor fuerza dramática y expresiva del oratorio, con alguna de las arias de mayor bravura; resultado en general muy notable el de la catalana, con buen dominio de las agilidades y el registro medio-agudo. Marta Infante, mezzo española, encarna a Ozias, siendo la suya la intervención más discreta. Su timbre no acaba de resultar especialmente bello –no es de lo que «encandilan»– y tiene importantes problemas en el registro grave, en el que tiende a oscurecer sobremanera su voz.

  El Cor La Xantria cumple con lo justo en los breves coros que les da la partitura. Puede tratarse de la toma de sonido –el directo ya se sabe–, pero el sonido del coro no está especialmente trabajado como tal, y hay algunos momentos de desequilibrio entre cuerdas.

  Por lo que corresponde a la Acadèmia 1750 / Orquesta Histórica del Fèstival de Torroella de Montgrí, formada de manera exclusiva por intérpretes españoles –en su mayoría catalanes; excepción hecha de la concertino, Farran James, canadiense de nacimiento, aunque española de adopción–, su sonoridad es coherente, aunque no destaca por tener una sonoridad de conjunto realmente hecho, es decir, de aquellos que llevan años tocando juntos y cuyo feedback es absolutamente memorable. Cumple sin alardes el cometido –¡y menudo cometido!– de sustentar las voces en una partitura orquestal, que como es habitual en Vivaldi, resulta absolutamente compleja, rica y expresiva. Lo mejor del conjunto es la sonoridad de las cuerdas, bien equilibradas y con una tersura notable. Se nota el papel de la gran Farran James en esta sección. Las partes solistas, que son varias y notorias en eloratorio, no destacan por su especial brillantez, «pasando» con lo justo, sin problemas mayúsculos de afinación o errores, pero faltos de un trabajo de mayor hondura dramática y expresiva.

  La dirección de Ottavio Dantone es sorprendente plana y falta de energía. Extraña esto es una figura como la suya, que tantos buenos registros ha dejado en los últimos años al frente de su Accademia Bizantina, algunos de Vivaldi, en las que esta falta de vigor que aquí destacamos no es para nada semejante. Una lectura muy regular en el uso de los tempi, en la que no hay ni un mínimo riesgo en cuanto al manejo de la agógica y dinámica, ni siquiera en el aspecto tímbrico. No se «suelta la melena» ni en aquellos momentos en los que el furore «vivaldiano» sale a relucir en una escritura de bravura y energía impactante, lo que supone una verdadera lástima, porque acerca de una manera totalmente innecesaria todas las arias de las pieza. El continuo cumple bien, con el uso de clave, órgano y dos tiorbas, aunque no resulta especialmente envolvente, ni sustenta con mano firme todo el elemento orquestal. 

  En definitiva, una lectura española, que se agradece tener, al menos para ver que los españoles también pueden acercarse a este repertorio, pero a la que falta mucho para poder llegar a «competir» con las lecturas italianas o inglesas que hay en el mercado. Una lástima, porque tenía muchos de los ingredientes para ser una gran versión. Ya se sabe, las apariencias engañan.

Publicado en Doce Notas el  26-XII-2013

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