viernes, 14 de febrero de 2014

Del «estilo de... [crítica, para Codalario, del último disco de los Berliner Barock Solisten, dedicado a Carl Philipp Emanuel Bach]

Del «estilo de la sensibilidad»
Los Berliner Barock Solisten dedican un fantástico álbum a dos conciertos y dos sinfonías de uno de los hijos más dotados del gran Kantor

Concertos & Symphonies. Berliner Barock Solisten. Deutsche Harmonia Mundi, 2014. T.T.: 65’36. Obras de Carl Philipp Emanuel Bach.  


  Este 2014 es, entre otros, el de la celebración del 300 aniversario de la venida al mundo de Carl Philipp Emanuel Bach, uno de los mayores talentos que entre los hijos del gran Johann Sebastian BACH se dedicasen a la música. Como suele ser habitual en este tipo de ocasiones, ya desde comienzos de año comienzan a desarrollarse todo tipo de festejos, entre los que los conciertos y ediciones discográficas son las que se llevan la palma. 

  Traemos aquí una de las primeras que han salido al mercado. Sin bien el repertorio no es de lo más absolutamente novedoso que puede encontrarse –alguna obra ya ha sido grabada con anterioridad por diversos conjuntos–, este registro destaca por suponer un fantástico catálogo –casi cuál resumen en doce pistas– de la evolución sonora y estilística que este compositor desarrolló a lo largo de larga carrera. Por el período en el que lo tocó vivir, Carl Philipp Emanuel es un ejemplo celebérrimo de esos compositores que transitaron, por una parte en un estilo que puede considerarse barroco, para pasar posteriormente a desarrollarse su estética dentro de lo que la musicología ha venido en denominar Empfindsammer Stil –que puede asociarse en el norte de Alemania a ese Style Galant que desarrolló durante el mismo período en Francia. Uno de los principales pilares de este nuevo estilo era lograr una expresión íntima, sensible y subjetiva, en el que se buscaba abiertamente la consecución del llanto por parte del oyente. En este sentido desataca una frase, comúnmente atribuida al propio Carl Philipp, que nos sirva de ejemplo clarificador al respecto de esta idea: «un músico no puede conmover a su público, sin antes ser capaz de conmoverse a sí mismo». Algunas de las características esenciales en este estilo era la importancia y desarrollo de la línea melódica sobre las demás –con el fin de lograr la mayor expresión y emoción posibles–, el uso de frases y períodos muy estructurados y equilibrados, el uso evidente de la dinámica y la agógica como una herramienta imprescindible para conseguir la emoción, además del uso de una textura armónica mucha más liviana, aunque, como veremos, el uso del bajo continuo todavía permanecía de manera evidente en muchas composiciones. 

  Estilísticamente las cuatro obras aquí presentadas están más cercanas a ese Empfindsamkeit –estilo de la sensibilidad–, que al puramente barroco. Se nos ofrecen dos conciertos, el primero de ellos para traverso –es necesario recordar la estrecha unión profesional existente entre el autor y el emperador Friedrich II «el Grande», que además era un consumado intérprete del instrumento–, cuerda y bajo continuo –Re menor, Wq 22–, en el que desarrollo de la melodía camina por el lirismo más absoluto del Un poco Andante central, hasta el desbocado virtuosismo –herencia barroca– del Allegro di molto final. Por su parte, el concierto para oboe –Si bemol mayor, Wq 164–, que pasa por ser uno de los conciertos más conocidos del autor, tiene buena parte de esas características anteriormente mencionadas, con una melodía de bella factura en el oboe, cuerda y bajo continuo, que es hábilmente reforzada por el tutti, con una marcada periodicidad estructural y un base armónica de notable sencillez, que no hace sino reforzar el poder melódico

  Por su parte, las dos sinfonías que se graban aquí pueden pertenecer a su etapa berlinesa –c. 1739-1768–, si consideramos que de esta época son las que se compusieron únicamente en tres movimientos –herencia aún del modelo barroco–, además de que la catalogación de Alfred Wotquenne como 182 se corresponde a esta etapa. En sendas sinfonías –Wq 182/4 y 182/5– se observa ese tratamiento orquestal más avanzado, en el que la sonoridad se encamina ya hacia los derroteros que casi paralelamente serán ampliamente desarrollados por la Escuela de Mannheim –obsérvese el parecido razonable entre sus composiciones y las de un Franz Xaver Richter, Christian Cannabich o la misma saga de los Stamitz

  La interpretación corre a cargo de los Berliner Barock Solisten. Este curiosa agrupación, fundada en 1995 por Rainer Kussmaul, tiene la peculiaridad de haber sido formada contando con miembros de la prestigiosa Berliner Philharmoniker, compatibilizando, pues, su faceta de intérpretes de repertorio clásico, romántico y postromántico, con esa faceta de intérpretes barrocos. En un comienzo comenzaron a tocar en esa denominada tercera vía –criterios historicistas pero instrumentos «convencionales»–, para pasar posteriormente a especializarse en el uso de instrumentos históricos. Es común su colaboración, además, con algunos de los grandes especialistas de la interpretación histórica del panorama mundial. Es el caso del concertino con el que cuentan en esta grabación, Gottfried Von der Goltz, uno de los mejores violinistas barrocos alemanes del siglo XX y XXI, quien aporta sus dotes de líder con maestría, notándose en esta interpretación la escrupulosidad y el mimo en el detalle de su trayectoria como concertino, por ejemplo en la inmensa Freiburger Barockorchester. Todos los intérpretes tocan instrumentos originales o réplicas de instrumentos barrocos, a excepción de los dos solistas, quiénes parecen hacerlo con instrumentos sinfónicos –la flauta es de 1900–, aunque las articulaciones, fraseo y sonoridad no se vean realmente afectadas por esta diferencia. Fantástica la labor aquí de Jacques Zoon a la flauta y Jonathan Kelly al oboe. Por lo demás, la sonoridad conseguida por la cuerda es absolutamente fantástica: limpidez y tersura como principal arma, además de una conjunción tan absolutamente perfecta, marca de la casa de los conjuntos alemanes –fascina ver la concepción de conjunto tan increíblemente bien conseguida. Incluso apabulla ver el equilibrio conseguido contando con nueve violines, pero únicamente con un violoncello y un contrabajo para el continuo –amén del consabido clave.

  Los discos de Deutsche Harmonia Mundi no suelen destacar por su especialmente hermosa presentación, ni por lo cuidado de los detalles, pero sí que se afanan en contar con un repertorio y unas interpretaciones dignas de la altura del sello. A fe que aquí han vuelto a conseguirlo. Buen comienzo para celebrar el año Carl Philipp Emanuel Bach.
 
Publicado en Codalario el 06-II-2014.

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