viernes, 3 de octubre de 2014

Todo el Festival Abvlensis 2014

Despedida agridulce
The Hilliard Ensemble recalan en Ávila en el que supone su antepenúltimo concierto de su historia en España, dejando una extraña sensación de angustia vocal.

26-VIII-2014, 20:00. Ávila, Iglesia del Real Monasterio de Santo Tomás. Festival Abvlensis. Entrada 12, 10 y 8 €uros. In paradisum. Obras de Tomás Luis de Victoria, Giovanni Pierliuigi da Palestrina y anónimos. The Hilliard Ensemble.

Web de The Hilliard Ensemble

  El Festival Abvlensis se ha convertido, en tan solo tres años, es una referencia en el panorama español de la musical coral y la polifonía renacentista. Si en la pasada edición fueron los responsables de traer a The Tallis Scholars a España –en la gira de su 40 aniversario–, este año tenía como protagonistas a The Hilliard Ensemble, cuarteto vocal británico de leyenda, que también celebra los 40 años de existencia, que aprovechan además para anunciar su retirada de los escenarios. Sí, 40 años, muchos, se mire por donde se mire para un conjunto de la exigencia y la exposición vocal del Hilliard. Fundado en 1974, únicamente uno de los cuatro miembros fundadores continúa en la fundación, el contratenor David James. El tenor Rogers Covey-Crump y el barítono Gordon Jones llegaron algunos años más tarde, completando la actual formación el tenor Steven Harrold –que suplió el 1998 la baja del mítico Paul Hillier. De mano, hay que señalar que la exquisitez con la que han acercado al público las polifonías medievales y renacentistas más imponentes ha sido sobresaliente a lo largo de su carrera, convirtiéndose, sin duda, en un conjunto referencial en el panorama de la música vocal. A lo largo de estas décadas han conseguido mantener una esencia sonora, creando uno de los sonidos más propios y reconocibles de cuantos haya en los conjuntos vocales a nivel mundial, que han sabido articular y hacer suyo a lo largo de decenas de registros discográficos dedicados a música de los siglos XIII, XIV, XV y XVI, así como  a la creación contemporánea, que han hecho suya a lo largo de las últimas dos décadas. 

  El concierto de hoy, bajo el título de In Paradisum, presentaba un programa concebido en 1997 para la grabación discográfica homónima en el sello ECM, una reconstrucción litúrgica de un posible Requiem, conformado por extractos del canto gregoriano procedente de una copia del Graduale Romanum de 1627 –conservado en Toul–, al que se añaden fragmentos polifónicos de Tomás Luis de Victoria [c. 1544-1611] y Giovanni Pierluigi da Palestrina [1525-1594]. Un programa bien concebido, aun con un toque imaginativo algo desmedido –el encuentro entre ambos compositores no está demostrado de manera fehaciente y la mezcla de obras resulta, a efectos de la praxis, bastante inverosímil–, compuesto por la lectio Tædet animam meam a 4, procedente del Officium Defunctorum a 6 [1605], y los responsorios Libera me y Peccantem me quotidie, de su Requiem a 4 [1592]. Del maestro italiano se nos presentaban sus motetes Domine quando veneris, Ad Dominum cum trubularer y Heu mihi Domine, publicados en su Motectorum liber secundus [Roma, 1584], además de Miserere mei Deus, aparecido en el Cantus ecclesiasticus officii maioris hebdomadae [Roma, 1587] de Giovanni Guidetti [1530-1592]. La música es de una calidad fuera de dudas, pues los responsorios de 1592 de Victoria son un ejemplo de su refinada y honda escritura, destacando la belleza de su Kyrie eleison, Christe eleison, Kyrie eleison final. Además, la fuerza expresiva y el impacto sonoro del Tædet animam meam sigue siendo un descubrimiento en cada nueva escucha. Por el contrario, la música de Palestrina, menos libre y más ceñida a lo académico, se presenta con su complejidad desbordante en un claro ejemplo de la calidad de la escritura del maestro romano, capaz de hacer muy fácil lo realmente difícil. A pesar de todo, el «estilo» de ambos maestros en estas piezas concurre y ser acerca más de lo que a priori pudiera parecer –aunque Victoria fue un gran admirador de la obra de Palestrina. 

  40 años dan para mucho, para toda una carrera plagada de hitos, pero también para aguardar inevitablemente un declive artístico considerable. Ayer presenciamos un ejemplo de la complejidad del ser humano, una lucha encarnizada contra las fuerzas de la naturaleza y el inexorable paso del tiempo por mantenerse y ser. Y es que la práctica de la música está abocada, cada vez queda más patente, a un irrenunciable final, me temo que más pronto que tarde. Y si cualquier instrumento es esclavo de la técnica, y por ende del estado físico del que lo tañe, la voz humana supone, por razones obvias, el ejemplo más claro de los problemas de este tipo cuando se llega a cierta edad. Si bien David James nunca gozó de un timbre especialmente bello –ni en su años de veintañero, cuando comenzaba su carrera–, la cuestión se ha agravado considerablemente con el paso del tiempo, resultando en exceso anguloso, demasiado directo y hasta un punto estridente. Rogers Covey-Crump, que siempre fue un dechado de perfección técnica, con un registro agudo más que envidiable, adoleció de problemas serios durante los 80 minutos de concierto, mostrando una imagen que personalmente –me permito el lujo de dejar aquí una impresión íntima– me causó una gran tristeza. En cuanto a Gordon Jones, su registro grave resulta ya demasiado cavernoso, muy poco fluido y natural, estando realmente más cómodo y mucho más elegante en el registro agudo. Solo Steven Harrold –a pesar de que también tuvo algunos problemas momentáneos– fue el único que rindió de manera real a lo que se supone el nivel habitual del Hilliard –la diferencia de edad con sus compañeros le permite mantener una exigencia técnica mucho mayor. El resultado global resultó, como digo, lastimoso, por ver a los que han sido un mito relegados ya a una posición en la que nunca deberían estar. Ya no existe esa frescura tan característica, la tensión se pierde por momentos de manera alarmante –las cadencias eran, casi una tras otra, una agonía–, los problemas con la afinación más que notables, el balance muy desajustado y el empaste casi inexistente. Victoria realmente salió mal parado, con unas lecturas demasiado agitadas, en las que la inteligibilidad de las líneas resultó muy costosa. Algo mejor su Palestrina, al que quizá tienen más trabajado y asumido con el paso de los años. 

  Pero la grandeza de grupos como este siempre sale a relucir, y aún con todo, existieron momentos «muy Hilliard», especialmente en el canto llano, con un Jones entonando los versículos de manera grácil. Sorprende el impresionante feedback existente, siendo capaces de realizar unas entradas y unos cortes apenas sin mirarse de la manera más pulcra posible. 

 El numeroso público que abarrotó la nave central de Santo Tomás, sabedor de que estaban presenciando un adiós, supo relegar a un segundo plano estas carencias técnicas causadas por el paso de los años, y rendir un sentido homenaje a toda una cerrera, con poderosos aplausos, bravi y poniéndose de pie para mostrar su cariño y admiración –un gesto que les honra. El cuarteto respondió a tan caluroso tributo con la interpretación de Most Holy Mother of God, que el  compositor estonio Arvo Pärt [1935] compusiera expresamente para el grupo en 2003, en la que fue, sin ninguna duda, la mejor interpretación de la noche, y en la que se percibió mayor disfrute por parte de los intérpretes.

  Sin duda, un evento histórico. Otro tanto más para Abvlensis, que ha sabido mostrar al público de la hermosa ciudad de Ávila lo que es The Hilliard Ensemble antes de su adiós definitivo. No podemos quedarnos más que con una sensación agridulce, agria por el resultado y por comprobar tan notoriamente como el tiempo no pasa en balde para nadie, y dulce por observar que aun así, la música es capaz de sobrepasar ciertas barreras que el público es capaz de interpretar, en este caso, de manera sabia.
 

Publicado en Codalario el 28-VIII-2014.


Toda una lección organística
El organista jerezano ofrece un magistral recorrido por tres siglos música en un recital que evocó de manera singular la figura de Victoria.

27-VIII-2014, 20:00. Ávila, S.A.I. Catedral del Salvador. Festival Abvlensis. Entrada 12, 10 y 8 €uros. Entre tientos y sonatas. Obras de Antonio de Cabezón, Tomás Luis de Victoria, Francisco Vilar, Francisco Cabo, Francesc Mariner, Francisco Pérez Gaya y anónimos. Andrés Cea.


  Que Andrés Cea dé, a estas alturas, un recital de enorme talla no es novedad. Que lo haga con programa en el que se interpretan tablaturas de piezas de Tomás Luis de Victoria lo es, sin duda, algo más. Que en el mismo se interprete música inédita de algunos compositores españoles de los siglos XVII y XVIII supone todavía un punto más. Y que lo interprete en un órgano situado sobre el coro en el que el pequeño Victoria se formó como niño cantor en la Catedral de Ávila, lo es aún más. Con estos mimbres fue transcurriendo este concierto singular, en el que se realizó un curioso recorrido por circa 300 años de música dedicada al «instrumento rey», por algunos de los compositores españoles más interesantes –algunos ignotos– que dedicaron su vida a tañer tan magno instrumento.

  Comenzó así el recital con tres piezas de Antonio de Cabezón [1510-1566], el ciego burgalés, una de las mayores figuras, ya no solo de la música para órgano, sino de la composición en la España del «Siglo de Oro». De sus Obras de música pata tecla, arpa y vihuela [Madrid, 1578] –editada de manera póstuma por su hijo, Hernando de Cabezón, con todas las obras compuesta en vida por su padre–, se extrajeron tres tientos –de quinto, primer y sexto tono–, en los que se ejemplificó de exquisita manera la filigrana de su escritura, destacando sobre manera los preciosos pasajes de polifonía imitativa, así como los que se desarrollan en una escritura de acordes paralelos. Impresionante por su belleza el Tiento de quinto tono, en el que podía extraerse con total limpieza cada una de las voces de esta obra, ejemplo maravilloso de lo que es un «motete organístico». 

  De Tomás Luis de Victoria [c. 1548-1611] –sí, leen bien– se interpretaran tres piezas en curiosas intabulature para órgano –esto es, adaptaciones para órganos de sus piezas polifónicas– compuestas en el siglo XVII, una práctica más común de lo que a priori puede parecer. De este modo se nos hicieron llegar las lecturas de los motetes Vidi speciosam y Ardens est cor meum –ambos a 6, publicados originalmente por Victoria en 1572 y 1576–, en tablaturas encontradas en manuscritos de Alemania y Polonia respectivamente. Además, se interpretó el breve pasaje del Cruxifixus, de su Credo de la Missa Pro Victoria a 9 [1600], en la versión organística que el propio Victoria realizó para poder sustituir a uno de los coros por el órgano si fuese necesario.

  Dos anónimos castellanos [c. 1680], el primero sobre Tres Pange lingua [Biblioteca Nacional, Ms. 1359], así como una Gaitilla de dos tiples de séptimo tono [Biblioteca de Catalunya, Ms. 1011] –curioso género, normalmente dirigido a la mano izquierda, aunque a veces podía estarlo a la derecha, que intentaba imitar los sonidos de la gaita, utilizando para ellos apropiados registros del órgano. Piezas de gran interés por lo desconocidas, que nos ofrecen una interesante muestra del hacer de los maestros organistas a finales del siglo XVII en la tan fecunda escuela castellana.

  Hasta aquí la que puede considerarse como primera parte, con un desarrollo estilístico más afín. A partir de entonces piezas de maestros organistas de los siglos XVIII y XIX.  Primeramente de la mano de Francisco Vilar [¿-1770], organista y compositor barcelonés que parece desarrolló gran parte de su carrera en su ciudad natal –aunque aparece mencionado también en la Catedral de Sevilla, como apunta Beatriz Ares en las notas al programa–, y del que se encuentran algunas de sus piezas diseminadas en manuscritos de archivos como Monserrat, Barcelona y Astorga. Compositor de escritura más bien primitiva, en los que destacan sus progresiones de acordes sencillos, así como  pasajes más rápidos que se confrontan con notas sostenidas y un breve desarrollo de la imitación, lo que se aprecia en sus Tres Pange lingua [Biblioteca de Catalunya, Ms. 751/11], que son, por otro lado, unas de las composiciones más destacadas en su corpus organístico. 

 De Francisco Javier Cabo [1768-1832], compositor y organista valenciano que ocupó cargos de importancia como organista en las catedrales de Valencia y Orihuela, y que incluso intentó obtener el puesto de maestro de capilla en las catedrales de Valencia y Granada a finales del siglo XVIII, sin éxito en su empresa. De las circa 100 piezas organísticas suyas que se conservan se interpretaron dos de sus sonatas para festividades religiosas concretas: la Sonata para Pascua de Spiritu Sancto [1799] –de claros tintes dieciochescos, en la líneas de las sonatas para tecla del Padre Antonio Soler–, y la Sonata para la Asunción de Nuestra Señora [1798] –con una escritura mucho más tendente al romanticismo. 

  Se presentaba a continuación la Obra sobre la Salve, de Francesc Mariner [1720-1789], organista y compositor barcelonés, que fue organista en la Catedral de Barcelona hasta 1786, que concibe esta pieza casi como un estudio para tecla en el que la base de la Salve es una mera excusa para un desarrollo melódico y armónico realmente complejo y elaborado, en un lenguaje considerablemente avanzado al siglo XVIII. 

 Finalizaba el recital con la figura de Francisco Pérez Gaya [1766-1850], compositor y organista ilerdense, que recaló en tierras abulenses para ocupar el puesto de maestro de capilla de la catedral de la ciudad a partir de 1794. Rebuscando en la biblioteca del Real Monasterio de Santo Domingo –fantástico edificio, sede, como hemos visto, de algunos conciertos del festival– se han encontrado los únicos ejemplos de su música para tecla conservados, de los que se interpretó su Sonata en Do mayor, compuesta por tres movimientos: Allegro-Rondó-Allegro, de una interesante, particular y a veces desconcertante escritura, con el uso del flautado y registraciones muy amables para los momentos más delicados y extraños en la escritura, a los que se confronta el uso de la lengüetería para los pasajes más estruendosos y de carácter más vigoroso –especialmente en el final de la obra.

  Andrés Cea tañó con clarividencia todas una y cada una de las piezas, mostrando de manera absoluta lo versátil y excelente organista que es. Supo aportar a cada obra el carácter más oportuno y los colores y registros más adecuados, con lo que además dejó claro lo exquisito del sonido del órgano «del evangelio» –tribuna del lado norte sobre el coro–, construido por Leandro Garcimatín en 1828 y reinaugurado en 2008 tras la conveniente restauración realizada por el taller de Gerhard Grenzing. Cea es un músico honesto, atento de manera constante a la recuperación del patrimonio organístico más ignoto, y muy preocupado siempre por aunar la vertiente musicológica con la praxis interpretativa. Sus maneras son un ejemplo de ligereza, de rotundidad técnica, consiguiendo siempre la expresividad adecuada en el punto justo. Todo un ejemplo de cómo se ha de tañer un órgano histórico, manejando a la perfección tiempos y caracteres.

  Abvlensis consigue con su presencia, y con la cesión del espacio en el coro para que fuese ocupado por el público, un contrapunto perfecto al concierto inaugural, en el que la presencia del pequeño Victoria parecía casi sentirse, especialmente cuando las obras de Cabezón y las suyas propias sonaban al comienzo del programa. Un recital fastuoso, repleto de exquisitez y delicadeza, y digno de cualquier de los mejores festivales de órgano del panorama mundial.
 

 Publicado en Codalario el 30-VIII-2014.

 
La cuerda pulsada de Victoria
Exquisitas adaptaciones para dos voces y dos vihuelas dan vida, del modo más íntimo, a la música polifónica del abvlensis.

28-VIII-2014, 20:00. Ávila, Auditorio de San Francisco. Festival Abvlensis. Entrada 12, 10 y 8 €uros. Victoria en cifra. Obras de Tomás Luis de Victoria y Josquin Des Prez. Anna Maria Friman • John Potter • Ariel Abramovich • Jacob Heringman.


  La música de Victoria gozó en vida del autor de una fama e importancia considerables. Es por ello que no es muy extraño encontrar adaptaciones de sus obras en alguna de las formas y estructuras más habituales de finales del siglo XVI. Nos estamos refiriendo a las intabulature –tablaturas– para voz y laúd o vihuela de piezas polifónicas, llevadas a cabo por maestros de Inglaterra, Italia o España sobre obras de varios de los maestros más importantes del Renacimiento europeo, entre los que se encuentra, naturalmente, nuestro protagonista. Teniendo como germen el trabajo que Ariel Abramovich y John Potter habían realizado previamente –en un registro discográfico que verá la luz en pocos meses–, en el que se mezclaban adaptaciones para voz y cuerda pulsada de piezas de Tomás Luis de Victoria [c. 1548-1611] y Josquin Des Prez [c. 1450/55-1521], aparecidas en un manuscrito británico, se concibió el presente programa, protagonizado para la ocasión por el abvlensis

  Como apareció en su momento en el fantástico texto editado por Pepe Rey en su Tomás Luis de Victoria, 7 Obras adaptadas para laúd [Ávila, Caja de Ahorros de Ávila, 2001] –ahora disponible en una adaptación propia para la página web personal del musicólogo–, así como en las notas crítica del exquisito disco Et Iesum –que en su día protagonizaron para Harmonia Mundi Carlos Mena y Juan Carlos Rivera, con la colaboración de Francisco Rubio–, de estas adaptaciones de la obra polifónica de Victoria para voz y cuerda pulsada existen cuatro fuentes fundamentales –de las que se hace eco Silvia Galán en las notas al programa del presente concierto: I. Florilegium omnis fere generis cantionum suavissimarum ad testudinis tabulaturam accomodatarum, longe iucundissimum. Coloniae Agripinae, Gerardus Grevenbruch, MDXCIV, de Adrian Denss [fl. siglo XVI]; II. Tres manuscritos anónimos de la British Library, London [Add. 29246, 29247 y 31992]; III. Manuscrito anónimo del Royal College of Music, London; y IV. Manuscrito anónimo del St Michael’s College, Oxford, que está albergado en la Bodleian Library, Oxford. No obstante, de estas fuentes únicamente se interpretaron la adaptación del motete Ne timeas, Maria a 4, que se encuentra en Add. 29246, nº 80, f. 32v, además del célebre Vadam et circuibo civitatem a 6, en un arreglo realizado por Giovanni Battista Bovicelli [c. 1550-1594] para su tratado Regole, passaggi di musica, madrigali et motetti passeggiati [Venezia, 1594], en el que explica las manera de ornamentar las piezas vocales, tanto sacras como profanas, destacando de manera increíble las disminuciones y ornamentos vocales desarrollados en este motete.

  El resto de piezas, las concernientes a las diversas partes del ordinario de la Missa Surge propera a 5 –basada en el motete homónimo de Giovanni Pierluigi da Palestrina y publicada en su Missarum Libri Duo Quae Partim Quaternis. Partim Quinis. Partim Senis. Concinuntur Vocibus [Roma, 1583a]– han sido adaptadas ex profeso por los dos pulsistas que protagonizaron la velada. De este modo se fueron intercalando fragmentos de la misa con estos motetes. Hubo, tras el Vadam et circuibo civitatem a 6 un cambio –anunciado convenientemente por Ariel Abramovich, que además, fue explicando los motivos de la creación del presente programa–, pues las dos piezas adaptada por Adrian Denss –O quam gloriosum a 4 y Domine non sum dignus a 4– se eliminaron para interpretar en su lugar el canto llano Benedicta es, cælorum regina –puramente vocal–, así como un arreglo instrumental del motete Illibata Dei virgo nutrix a 5, compuesto por Josquin Des Prez, cuyo texto forma un acróstico en el que aparece el nombre del propio compositor, música de gran calado intelectual y complejidad de escritura, pero de una belleza fascinante, que los dos pulsistas quisieron brindar a la memoria de su maestro Pat O’Brien, recientemente desparecido.

 La música de Victoria resuena absolutamente deslumbrante en tan delicadas, elegantes y aterciopeladas versiones. Las voces y las cuerdas crean una sinergia de una belleza realmente desbordante. Es una música realmente cercana, a pesar de lo compleja que en el fondo resulta y del gran ejercicio mental que supone. Cuando estas adaptaciones están bien hechas –y se conocen las piezas polifónicas originales con cierta profundidad–, uno puede ir extrayendo cada una de las líneas vocales ideadas por el maestro Victoria con su genialidad habitual. La música no solo no pierde en absoluto, sino que nos muestra una concepción distinta pero fascinante, que por otro lado resulta, a la luz de los documentos, tremendamente verosímil.

  Los cuatro intérpretes de la velada son músicos con una dilatada carrera y una experiencia fuera de toda duda. Las voces protagonistas fueron las de la soprano sueca Anna Maria Friman y el tenor británico John Potter. Friman, miembro del célebre Trio Mediæval, resultó ser una cantante un tanto inexpresiva, quizá en la búsqueda de un ambiente más etéreo que terrenal, con una línea de canto delicada, pero con excesivo aire, especialmente en el registro agudo. Resultó más convincente y expresiva en los pasajes con un registro medio-grave. Fue, sin duda, quien más sufrió las inclemencias de un programa estrenado para esta ocasión con el formato de dos vihuelas y dos voces, lo que se notó en algún que otro despiste considerable. Poco puede decirse de Potter ya, una absoluta eminencia en el campo del canto histórico, así como en el mundo académico. Sin ser aquella voz sobrecogedora de sus mejores años, el británico sigue manteniendo un cuidado y elegante timbre, sorprendiendo sobremanera la tremenda naturalidad de su línea de canto –es de los que parece no realizar esfuerzo alguno cuando canta. Supo librar con ligereza y virtuosismo los terribles escollos del Victoria pasado por Bovicelli, en un ejemplo brillante de como ornamentar con exquisito gusto. 

  Las dos partes instrumentales fueron un ejemplo de feedback y maestría a la hora de tañer la vihuela y acompañar las voces. Ariel Abramovich y Jacob Heringman son probablemente los dos laudistas que más «intabulan» en el panorama de la música renacentista hoy día, lo que se nota considerablemente al observar el trabajo realizado con la misa de Victoria interpretada esta noche. Nada sobra, nada falta ni resulta extraño. La mirada de músicos del siglo XXI, pero con un conocimiento extraordinario del hacer del XVI, por lo que la diferencia es imperceptible. Técnicamente sobrados, Heringman está quizá algo más dotado en este aspecto, pero resulta en cierta manera un tanto inexpresivo, mientras que Abramovich tañe la vihuela volcando todo lo que tiene de manera realmente expresiva. En cualquier caso, la unión de ambos resulta apabullante y llega al público de una manera muy directa, honesta. Un exquisito concierto, que nos acerca una visión diferente, pero igualmente maravillosa, de la música de Victoria, unas lecturas más intelectuales, repletas de intimismo y un color doméstico, que no solo no suponen una faceta diferente, sino que consiguen un resultado desbordante de imaginación y pura belleza. 

  Abvlensis puso así el broche de oro a esta tercera edición, en la que se ratifica como uno de los festivales más interesantes del panorama nacional en la actualidad. Una cita ineludible cada final de agosto, en la que trabajan con admirable ilusión y esfuerzo un grupo humano de una pasión desbordante por la figura de Tomás Luis de Victoria. Cuatro conciertos –los tres que se han narrado en Codalario, además del concierto ofrecido por los alumnos que asistían al curso de interpretación con The Hilliard Ensemble–, además de una teatralización de la vida de Victoria por las calles de Ávila –con notas de humor, que ha servido para acercar la figura de Victoria a un público familiar–, así como el estreno del documental que Oniricom Producciones ha dedicado a la etapa de Victoria en Ávila –que en principio es parte de una trilogía que continuará con las etapas romana y madrileña–, que sirve para colocar en un medio audiovisual español por primera vez la trascendental figura del protagonista del festival estos días, que sirven para catapultar a este evento cultural en uno de los más importantes del estío español. Un excelente trabajo, que no cabe sino felicitar y esperar que tenga continuación por muchos años más.

Publicado en Codalario el 02-IX-2014.

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