Se presenta el primero de los volúmenes que Les Arts Florissants
y Paul Agnew han dedicado a los madrigales monteverdianos, reflejo de
la integral que llevan interpretando desde hace varios años y que en el
presente registro se centra en la ciudad de Mantova.
Madrigali. Vol. II | Mantova. Música de Claudio Monteverdi. Les Arts Florissants | Paul Agnew. Éditions Arts Florissants, 1 CD [AF.003], 2014. T.T.: 74:03.
Los madrigales monteverdianos siguen siendo cima y culmen del género.
Es bien cierto que no son los suyos los únicos con sobrada calidad y
dosis elevadas de genio –no podemos olvidarnos de Carlo Gesualdo,
Luzzascho Luzzaschi o Luca Marenzio–, pero sí que logró como ningún otro
estructurar un corpus madrigalístico en torno a sus ocho libros que han
pasado a la historia como el mejor ejemplo y el summum de la
producción del madrigal en toda su historia. Ya el pasado febrero
dedicamos una crítica a hablar largo y tendido de la integral que La
Venexiana | Claudio Cavina grabaran durante varios años y que Glossa
reeditaba en un fantástico estuche. Pero los madrigales dan para mucho y
parece que todavía se tiene mucho que decir al respecto, cuando era un
terreno que ya parecía prácticamente inaccesible para los intérpretes,
puesto que estos madrigales se han grabado en numerosas ocasiones y muy
bien, por cierto.
Fue en 2011 cuando el conjunto francés Les Arts Florissants, con su director musical adjunto, el cantante escocés –aunque francés de adopción– Paul Agnew, se embarcaran en un proyecto fascinante: la interpretación integral en concierto de los ocho libros de madrigales de Claudio Monteverdi
[1567-1643]. Desde entonces y hasta este mes de mayo, cuando se da por
finalizado el proyecto, han llevado por gran parte del mundo y a algunos
de los escenarios más importantes sus interesantes lecturas de este
monumento musical. Afortunadamente, y gracias a la disponibilidad que
actualmente se tiene de la tecnología, y que a Les Arts Florissants es
un conjunto que se afana considerablemente por difundir a los
internautas muchos de sus espectáculos, su integral se ha podido seguir
en directo a lo largo de estos años, concretamente en cada uno de los
conciertos que se han interpretado en la Cité de la musique,
reconvertida este año en la nueva Philharmonie de Paris.
Como reflejo de este magno proyecto, Éditions Arts Florissants, el sello propio creado por William Christie
y su conjunto en 2013, ha planeado la edición discográfica de algunos
de los madrigales. Hay que lamentar que no se trata de una integral,
sino de una edición de tres volúmenes en los que se presentan algunos de
los extractos de los conciertos, por lo tanto, se trata de grabaciones
en directo, lo cual siempre supone un aporte de frescura y naturalidad a
los registros, con algunas pistas pertenecientes no estrictamente al
directo, sino a sesiones de anteriores o posteriores a dichos
conciertos. El concepto a la hora de seleccionar y editar ha sido el
siguiente: los madrigales según las ciudades en las que se compusieron.
Así, se ha presentado primeramente este segundo volumen, que tiene a la
ciudad de Mantova como protagonista.
Están representados aquí su Quarto Libro [1603], Quinto Libro [1605] y Sesto Libro
[1614], publicados todos en ellos en Venezia, a pesar de ser compuestos
en su estancia mantovana. Los límites no resultan tan claros como
podría parecer a priori, pues este Sesto Libro ya coincide con el año en que Monteverdi se traslada a la laguna veneciana, al igual que el Terzo Libro
[1592] lo hace con su traslado a Mantova, sin embargo, se eligen
criterios puramente musicales y de estilo para establecer dicha
separación geográfica. Un total de 22 piezas, que no son sino una
muestra pequeña dentro de la producción total de los tres libros, pero
que sirven como referencia para apreciar el excelso trabajo desarrollado
por Monteverdi durante estos años, especialmente para apreciar su
evolución en la escritura y el tratamiento de las voces, además de la
introducción de acompañamiento instrumental.
Il quarto libro de madrigali todavía pertenece a los madrigales desarrollados bajo los designios de la Prima prattica o Stile antico,
un estilo dominado por la ausencia de acompañamiento instrumental y en
el que el lenguaje mira en cierta manera hacia el pasado, aunque con
ciertas licencias que Monteverdi supo introducir de manera fantástica,
especialmente en lo que al tratamiento armónico se refiere. Utiliza
básicamente todos los textos firmados por uno de los grandes autores del
momento, Giovanni Battista Guarini. Algunos de los madrigales aquí representados son obras de la grandeza de Sfovaga con le stelle, Si ch’io vorrei morire o Anima dolorosa, che vivendo.
En Il quinto libro de madrigali se produce
el cambio más sustancial en la historia del género y una inflexión en la
carrera de Monteverdi, pues del total de 19 madrigales que se contienen
en el libro, los trece primeros están escritos en la línea de sus
anteriores libros –aquí representados por el célebre Cruda Amarilli o por Era l’anima mia–,
los seis últimos constan de una línea de bajo continuo, algo hasta
ahora inédito. De esta manera el madrigal pasa a convertirse en una
forma musical concertata, suponiendo este uno de los mayores
avances dentro del género. Si bien a principios de siglos algunos
compositores como Salomone Rossi o Luzzaschi ya habían compuesto
colecciones en las que se introducían instrumentos, puede decirse que
con Monteverdi este paso se convertiría en una práctica ya consolidada y
que cambiaría los designios del género desde ese momento. La mayoría de
los textos pertenecen de nuevo a Guarini. Además, Monteverdi se atreve a
traspasar la barrera de las cinco partes para las que había compuesto
todos sus madrigales, y utiliza siete en E così, a poco y nueve en Questi vaghi –que cierra el disco–, en el que introduce unos pasajes puramente instrumentales a modo de introducción y ritornelli, que suponen otro de los momentos más imponentes en el desarrollo del madrigal a lo largo de su historia.
Il sesto libro de madrigale supone ya el
gran cambio en la producción madrigalística del propio Monteverdi, pero
especialmente en toda la historia del género. Continúa con su estructura
a cinco partes vocales –a excepción de su Presso un fiume tranquillo,
obra a siete partes–, añadiendo en algunos de ellos el bajo continuo,
pero el cambio esencial se produce en el tratamiento de la escritura:
Monteverdi pasa del contrapunto polifónico a una textura en la que la
monodia acompañada comienza a adquirir el mayor peso en las
composiciones. Las partes siguen interactuando, pero ya no lo hacen a la
manera de una pieza polifónica renacentista profana, sino que se
presentan como estructuras complejas en forma y variedad de conjunto que
plantean un evidente cambio de mentalidad. A este libro pertenecen
piezas maestras como su Lamento d’Arianna o la Sestina,
que juntas aglutinan 10 de los 18 madrigales del libro. Los poetas
elegidos para la ocasión son Ottavio Rinuccini, Francesco Petrarca,
Scipione Agnelli y Giambattista Marino.
¿Y qué pueden ofrecer Les Arts Florissants y Paul
Agnew a unas obras que, como decimos, se han grabado tantas veces y de
manera tan extraordinaria por algunos de los intérpretes a priori más
dotados para ello, como La Venexiana | Claudio Cavina o Concerto
Italiano | Rinaldo Alessandrini? Pues presentan unas lecturas muy
sólidas, técnicamente muy solventes, con una gran carga expresiva, pero
con una visión apasionada que es capaz de mantenerse a cierta distancia.
Al contrario de los italianos, que sienten el género y las obras como
propias, el conjunto francés logra unas interpretaciones vívidas pero
menos mediterráneas, algo más estáticas y menos extáticas, presentando
así a un Monteverdi nuevo hasta el momento, lo cual es todo un logro. Se
cuenta con voces de contrastada calidad, como el propio Agnew o Miriam Allan
[soprano], a la que se añaden auténticas sorpresas –al menos para el
que firma–, la de cantores de una calidad superlativa, entre las que
cabe mencionar la belleza y ligereza de Maud Gnidzaz [soprano], el timbre cálido y el poderosísimo e impactante registro grave de Lucile Richardot [alto], el color británico aportado por Sean Clayton [tenor], o el poderío y contundencia, además de la elegancia en la línea, de Lisandro Abadie y Cyril Costanzo [bajos].
Se suman a ellos un conjunto de instrumentistas de
enorme calidad, entre los que se encuentra una curiosa mezcla de
experiencia –los violines barrocos de Myriam Gevers y Sophie Gevers-Demoures, las violas barrocas de Galina Zinchencko y Simon Heyerick, la viola da gamba de Anne-Marie Lasla o la tiorba y el laúd barroco de Jonathan Dunford y Massimo Moscardo– con juventud –la tiorba de Thomas Dunford y el clave de Florian Carré–. El momento conseguido por los instrumentistas en Questi vaghi concenti
es uno de los más gloriosos de cuantos se hayan escuchado a lo largo de
la ingente discografía dedicada a Monteverdi. Si definir el buen gusto
es casi imposible, por lo subjetivo que resulta, desde luego este disco
es un ejemplo magnífico palpable de lo que ello puede ser.
Paul Agnew, que lleva años mostrándose como uno de
los mejores cantantes del repertorio barroco, especialmente en el
francés –para mí sin duda uno de los mejores hautes-contres que
han tenido los siglos XX y XXI–, estaba un tanto alejado de la
interpretación vocal, pues se había centrado en su carrera como
director. Por lo tanto, escucharle aquí para comprobar que sigue en
plano forma, y observar con qué naturalidad es capaz de aunar su faceta
vocal con la directora, suponen un auténtico regalo. Siempre cálido,
elegante, con una fluidez en su línea admirable, con una facilidad para
el agudo de la que adolecen otros muchos, Agnew se presenta aquí además
como un director notable, un gran conocedor del repertorio –que llevaba
cantando desde hacía años con otros conjuntos–, que le postulan como un
director ideal para acometer un proyecto de estas características. El
trabajo realizado es grandioso.
Un disco hermoso que se completa con un doble
libreto realmente cuidado y de máximo interés, pues en el primero,
además de los textos, unas preciosas fotografías, y los datos relevantes
del disco, se añaden una serie de textos del propio Agnew sobre
Monteverdi y sus madrigales, además de un texto de Ritta de Letteris centrado en los poetas de los madrigales y otro de Jean-Pierre Darmon sobre la ciudad de Mantova en la época de Monteverdi. Un segundo libreto presenta el texto inédito del escritor francés René de Ceccatty,
encargado para la ocasión, titulado La Sibylle ou la fresque des
illusions. Un hermoso disco, de cuidado y elegante diseño, que supone un
exquisito trabajo en colaboración de Les Arts Florissants, el Théâtre
de Caen, la Cité de la musique y Radio France. Todo un ejemplo del buen
hacer de los franceses en estas cuestiones. Un Monteverdi no inédito,
pero sí redescubierto, que promete dejarles fascinados. Esperamos con
ansia ya el primer volumen de la serie, dedicado a los tres primeros
libros y a Cremona, que se anuncia para este mes.
Publicado en Codalario el 27-V-2015
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