Contexto: Segunda sesión del Festival Musika-Música 2009.
Programas e intérpretes: Concierto nº. 16: Eduardo Egüez (suites para laúd de Johann Sebastian Bach); concierto nº. 14: Ricercar Consort y solistas vocales - Philippe Pierlot (obras de Johann Christoph y Johann Sebastian Bach); concierto nº. 15: Pierre Hantaï (obras para clave de Johann Sebastian Bach).
El festival -más bien alocado maratón- Musika-Música, que se celebra anualmente en la capital vizcaína, es un auténtico espectáculo, se mire por donde se mire.
Este año el festival estaba dedicado por completo al genio de Eisenach y aglutinó una serie de conciertos, artistas, espectadores, venta de discos... (ya tendremos tiempo, en una entrada posterior, de hablar sobre estos y otros asuntos) bajo el llamativo nombre -y cartel- de Bach is Back!
Al igual que sucediera en 2006 -cuando el maratón estuvo destinado al barroco europeo- un servidor no quiso faltar a la cita y se presentó allí, para presenciar la nada desdeñable cifra de 14 conciertos, distribuidos entre el viernes por la tarde y el sábado y domingo completos.
En sucesivas entradas iré dando cuenta del resto de días, pero en el que hoy nos ocupa, le haré de los tres conciertos correspondientes al viernes por la tarde.
El primer concierto que presenciamos fue el que ofreció -en la rebautizada sala Weimar, para efectos prácticos- en laudista argentino Eduardo Egüez. Este nos ofreció un programa integrado por sendas suites para violoncello de Johann Sebastian Bach (1685-1750), en un arreglo para laúd barroco -algo bastante común entre los tañedores de cuerda pulsada, pues la calidad y belleza de estas suites las hacen especialmente apetecibles, además de contar con una buena disposición para la adaptación en este tipo de instrumentos-, en concreto, las suites BWV 1007 y 1009, en un arreglo efectuado por el mismo Egüez.
Las piezas son celebérrimas y poco o nada descubriremos a estas alturas de ellas, pero si es reseñable el magnífico arreglo de Egüez, totalmente fiel a la partitura original y demostrando la universalidad de Bach. Al observar el programa, uno se plantea si: habiendo, como hay, tan buena literatura específica de Bach para interpretarse con el laúd, resulta necesario realizar una adaptación de piezas para cello; pero al comenzar a escuchar lo que este hizo con su laúd, todas las dudas se disiparon. La total limpieza de líneas, el precioso sonido, el contrapunto espectacular... todo eso estaba allí, pero además estaba interpretado con la mayor de las precisiones, el más delicado de los gustos y la más evidente de las ilusiones. Egüez emocionó por su honestidad -el hecho de escuchar música pura, realizada por un sólo músico, ante un público espectante, es algo que nunca ha de perderse-, su ternura, su brillantez, su técnica, su disfrute... -todo ello a pesar de encontrarse enfermo y tomarse bastante tiempo para toser, masajearse su dolorido cuello...- Un espectáculo sensacional, puro.
Este concierto comenzó a las 18:30, pues bien, al terminar dicho concierto no había tiempo para entretenerse, pues a las 19:30 estaba programada el siguiente de la tarde.
En esta ocasión nos dirigimos a la sala Köthen, donde nos esperaba un concierto protagonizado por Katharine Fugue (soprano), Carlos Mena (alto), Julian Prégardien (tenor), Stephan MacLeod (bajo) y el Ricercar Consort, dirigidos por Philippe Pierlot. El programa, bajo el epígrafe "Bach De Profundis", estuvo compuesto por dos cantatas de Bach, a saber: Aus der Tiefen rufe ich, Herr, zu dir BWV 131 y Christ lag in Todesbanden BWV 4, dos de las más celebérrimas cantatas del genio. Pero como aperitivo -si es que a algo tan absolutamente genial se le puede llamar tal- se ofreció el Lamento "Wie bist du denn, o Gott" de Johann Christoph Bach (1642-1703), una obra maravillosa firmada por un compositor totalmente fascinante, lamentablemente ensombrecido por la alargadísima sombra del genio familiar. Stephan MacLeod -una de las mejores voces que pasaron ese fin de semana por allí- nos ofreció una versión absolutamente magistral y totalmente conmovedora de este lamento, secundado por el preciosista violín barroco de François Fernandez, las viole da gamba y el continuo del Ricercar Consort -hay que señalar que han dedicado una reciente grabación a piezas de la Alemania del XVII, con MacLeod de protagonista, de donde he extraído la preciosa versión de lamento que porporciono más abajo-.
Tras esta auténtica delicida, vino el plato fuerte -aunque estaba tan fascinado con lo que acababa de disfrutar, que no creía que nada pudiese superarlo-: las dos cantatas de Bach. Auténticas obras de arte, las sucesión de coros, arias, duetos, recitativos y corales era un no parar, una clase magistral de como crear, de como abordar la música en todas sus facetas de manera siempre excelsa. La versión del Ricercar, atendiendo a las teorías OVVP, estuvo muy equilibrada, nítida en las líneas y precisa en los contrapuntos. A pesar de no ser un servidor creyente y defensor de estas teorías, esta interpretación me sorprendió bastante, por su favorable resultado. Los solistas vocales rindieron a buen nivel, aunque hubo de todo. Fugue estuvo correcta, pero sin alardes y fue quien más pasó desapercibida. Mena, que "jugaba en casa", estuvo tan sólido como siempre, técnicamente impecable, potente en su sonido y de bello tiembre. El joven tenor -tan sólo 24 años-, Julien Prégardien -desconozco si es hijo del gran tenor Christoph Prégardien, aunque varios de sus datos vitales podrían sugerirlo- estuvo bastante bien: con un timbre muy bonito, bien colocado, algo escaso en su volumen, pero con exquisito gusto. El bajo suizo, Stephan MacLeod -quien con su sola intervención en el lamento podría haber cubierto su cupo por aquel día- estuvo, de nuevo, fascinante. Bien en los graves, pero muy bien la zona media-aguda, con ese timbre tan conmovedor y esa línea de canto tan elegante. Sin duda, junto a Mena, lo más destacable de la velada. El aparato instrumental, sostenido por los precisos Fernadez y Santos a los violines barrocos, cumplió a la perfección con su cometido, a excepción de algún descalabro del oboista barroco, que luego se repuso. Firmes y coloristas las partes altas y seguras y solventes las bajas, con un espléndido y variado bajo continuo.
Para terminar la primera jornada, acudimos al tercero de los conciertos de la tarde -a celebrar en la misma sala Köthen y con hora de comienzo a las 21 horas- y protagonizado por el excelente, aunque en exceso sobrado, Pierre Hantaï. Se nos ofrecieron los Pequeños preludios para Wilhelm Friedemann Bach BWV 924-932 y las Suite inglesa nº. 2, en la menor BWV 807. Todo en Hantaï es ampuloso, recargado, "divino"... Para empezar, su concierto se retrasó más de media hora -ante las continuas e iracundas quejas de los espectadores. Pero eso no es todo, sino que el francés tiene la costumbre de hacer esperar al público cuando todo está listo, es decir, desde que las luces se apagan, se ilumina el clave -modelo absolutamente precioso, por cierto- y todo está en silencio, pueden pasar cinco minutos hasta que tiene el detalle de "honrarnos con su presencia". Todo esto se termina pasando por alto cuando uno comienza a escucharle, aunque no verle, puesto que su comportamiento sigue siendo totalmente rebuscado. Estuvo muy, muy bien en la suite, aunque cometió algunos errores en los pequeños preludios -dobles notas, notas falsas- imperdonables para alguien de su categoría. No obstante, como digo, la interpretación de la suite rozó lo glorioso, con una digitación espectacular, muy seguro, mostrando un Bach muy elegante y detallista.
En definitiva, una jornada calificable de muy buena, con momentos absolutamente memorables (¡ese lamento!, varios momentos en Egüez y Hantaï) y que supuso un buen presagio para lo que habría de venir.
P.S. Si alguien desea mayor información acerca de los programas, platillas intrumentales... sólo ha de solicitarlo.
Johann Christoph Bach (1642-1703). Lamento "Wie bist du denn, o Gott". Álbum: De Profundis. Stephan MacLeod & Ricercar Consort - Philippe Pierlot. Mirare 2008. Johann Sebastian Bach (1685-1750). Sarabande, suite BWV 1007. Álbum: Suites for Theorbo. Pascal Monteilhet. Virgin Classics (Virgin Veritas x2) 200-2005
Fecha: 4 de febrero de 2009 Lugar: Auditorio Ciudad de León Contexto: Primer concierto del Ciclo de Artes Escénicas y Músicas Históricas Programa: "La música estremada y del mundanal ruido". Polifonía sacra y profana española del s. XVI (obras de Cristóbal de Morales, Tomás Luis de Victoria, Francisco Guerrero, Juan Vázquez, Juan del Encina y Mateo Flecha "el Viejo") Intérpretes: Coro Antiphonarium - Jose Luis Basso, dirección
Con tal rimbombante y rebuscado título se presentó -en una sede alternativa a la oficial, que será el Teatro Emperador de la capital leonesa - el primer Ciclo de Artes Escénicas y Músicas Históricas, creado por el INAEM para estrenar la reciente creación -aunque tardará en ver la luz de manera "física"- del Centro Nacional de las Artes Escénicas y Músicas Históricas (CAEMHis), esa especie de centro dedicado al estudio, recuperación e interpretación de toda música española, iberoamericana, europea, y relacionada con España en general anterior al siglo XVIII. Basta decir que lo que se sabe acerca de este proyecto es más bien poco, aparte de que tiene prevista su inauguración para el 2011 y que próximamente saldrán a concurso público las plazas de los encargados de las diversas facetas del proyecto, como la del director del centro así como las de los directores del coro y la orquesta barroca que se crearán como formaciones residentes. Como hasta el momento no se produjo tal concurso, este recién creado Coro Antiphonarium -que recibe el nombre de un códice, depositado en la Catedral de León, que contiene un número muy elevado de piezas musicales dedicadas al rito mozárabe- no es otra cosa que una especie de apaño que el encargado en funciones de este ciclo, el director de escena Gustavo Tambascio (aunque esto no queda tampoco muy claro), ha ido dando forma para cumplir con este primer compromiso del estreno mundial de esta nueva agrupación. Y uno se pregunta, ¿de veras merece la pena presentar a nivel mundial una chapuza semejante? El coro está formado por algunas de las voces supuestamente más cualificadas en este tipo de repertorio en cuanto al ámbito español se refiere. A muchos le sonarán varios de los nombres que aparecen en plantilla por su participación en conjuntos españoles dedicados a la interpretación histórica -aunque de dudosa excelencia- y hay también presencia leonesa -por aquello de no dejar de lado los dichosos regionalismos-. Pues bien, con tal panorama y las prisas con las que me consta que se ha desarrollado el proyecto, el resultado no podía ser diferente al que fue, más aún si tenemos en cuenta que el director invitado para tal estreno resultó ser el "reputadísimo experto" en polifonía renacentista Jose Luis Basso, del que apenas encontraremos referencias en cuanto a la interpretación histórica se refiere.
Para empezar, es necesario señalar que el programa fue una especie de popurrí o grandes éxitos -si es que esto puede ser posible- del repertorio renacentista español. Obras siempre de gran calidad pero de escaso interés por lo trillado de las mismas. Y uno se vuelve a preguntar, dada la vocación de este centro, si no hubiese sido más deseable la interpretación de obras de mayor calado y relevancia musicológica. La primera parte estuvo compuesta por música sacra y se abrió con música de Cristóbal de Morales (1500-1553), del que se interpretó su Missa Aspice Domine a 4 -en su edición de 1544-. Se trata de una misa parodia, inspirada en el motete homónimo del maestro Nicolas Gombert (c.1495-c.1560), misa compuesta por todos los movimientos del ordinario y de la que no se puede decir que sea una obra especialmente inspirada, si bien la pobre interpretación, de la que luego hablaremos, le hizo un flaco favor. Sin embargo, cabe destacar el precioso Agnus Dei a 5 (CAATB). La primera parte terminó mediante tres obras de Tomás Luis de Victoria (1548-1611): el celebérrimo motete -de temática navideña- O magnum mysterium, el también archiconocido responsorio O vos omnes a 4 (CCAT) y el (este sí algo más "inédito") motete Ego sum panis vivus. A pesar de que estas piezas están treméndamente manidas, siguen siendo obras con un gran poder de atracción y de fácil disfrute. La segunda parte estuvo protagonizada por grandes clásicos de los que interpreta cualquiera de los coros que pueblan nuestra geografía: una mezcolanza de villanescas de Francisco Guerrero (1528-1599) y villancicos de Juan Vásques (c.1500-c.1560) y Juan del Encina (1468-1529/30), además de la ensalada "El Fuego" de Mateo Flecha "el Viejo". Obras bellas, de carácter, incisivas, costumbristas y hasta con un punto cómico, bien provistas estructuralmente, pero que no terminan de calar como lo hicieran las obras de la primer parte.
La interpretación de esta caricatura coral que se vio apremiada por las exigencias temporales fue como cabía esperar: sosa, lineal, carente de estilo, exagerada y al igual que sucedió con las obras de la segunda parte, un poco cómica... Contando con la poco o nada histórica cifra de cinco voces por parte (y no porque no se puedan hacer cosas muy bien con un número "elevado" de voces, como ya dejamos claro en la reseña del concierto de Tenebrae, sino porque sencillmente no se hicieron ni mínimamente bien) -mucho más si tenemos en cuenta lo "adecuado" para las interpretaciones de los villancicos, canciones, villanescas... de la España del XVI- Pero es que, además, se encargaron de darle a todo el mismo sabor extraño, todo sonaba prácticamente igual, desde la misa de Morales a la ensalada de Flecha, aunque se encargaron bien de darle un toque aberrántemente irrisorio a la piezas profanas -error muy generalizado, por desgracia- dotándolas de ese carácter descuidado y humorístico, como carentes de profundidad compositiva. A todo esto hay que sumar el desmedido gusto proporcionado por la percusión, a pesar de los vanos intentos, desgraciamente, de la percusionista Izaskun Cruz -esta, junto al organista David Oyarzábal, que realizó una labores más que decentes en el continuo, se salvaron de la quema- a la que se encargaron de martirizar, colocándole de compañeros de viaje a distintos integrantes del coro, que agitaban y agitaban, sin cesar, los instrumentos que se les habían asignado, destrozando buena parte de las obras. Una afinación bastante reprochable en muchos momentos -el hecho de estar medio tono bajos en relación al órgano positivo dice muy poco a su favor- y una calidad vocal no demasiado acusada, hicieron de la interpretación algo meramente mediocre -en momentos hasta mala- decepcionante y para el olvido.
La dirección de Basso, que como ya he dicho, no tiene prácticamente ninguna experiencia en este campo, a excepción de algo relacionado con un coro en Florencia, me parece, que no me ha quedado muy claro y que él mismo no debe considerar importante, a tenor de la ausencia de este dato en el currículum aparecido en el programa de mano, fue absolutamente incomprensible -yo, que en ciertos momentos tuve muy buena visión de sus gestos, no entendía absolutamente nada de lo que marcaba y no le encontraba relación alguna con la música-; lo cual me lleva a pensar dos cosas: 1. Los cantantes tenían las mismas sensaciones que yo; 2. No tenían ningún interés en seguirle, ante lo desastroso de su dirección. Creo que el resultado final fue una conjunción de ambos puntos.
En definitiva, uno se plantea si es necesario crear algo de tan ínfima calidad, teniendo en cuenta como está el panorama en relación a este campo -con conjuntos como The Tallis Scholars, Huelgas-Ensemble, los ya mentados Tenebrae, Stile Antico, por nombrar sólo unos pocos de los cientos existentes- incluso en nuestro país -con conjuntos de calidad como La Colombina, La Capella Reial de Catalunya, cuando no hacen cosas raras, La Grande Chapelle o La Trulla de Bozes, incluso los medio españoles La Hispanoflamenca-. Si vamos a hacer algo, hagámoslo bien, porque luego suceden cosas inexplicables y a uno le entra el desasosiego cuando le dicen que en su ciudad van a hacer algo tan necesario e ilusionante como es este centro; pero es que ya estamos escarmentados...
Cristóbal de Morales (1500-1553). Circumdederunt me gemitum mortis. Officium Defunctorum Álbum: Officum Defunctorum & Missa pro defunctis La Capella Reial de Catalunya & Hespèrion XX - Jordi Savall Astrée 1992 Juan del Encina (1468-1529/30). Mi libertad en sosiego Álbum: Cancionero de Palacio (Chansons de la Renaissance) Ensemble Gilles Binchois - Dominque Vellard, dirección Virgin Classics (Veritas x2) 1999-2005
Fecha: 28 de marzo de 2009. Lugar: Iglesia de San Cipriano, Zamora. Contexto: Sexto concierto del Festival Pórtico de Zamora 2009. Programa: Obras para la pasión de Giovanni Pierluigi da Palestrina, Thomas Tallis, Alonso Lobo y Tomás Luis de Victoria. Intérpretes: Tenebrae Choir - Nigel Short, dirección.
No se me ocurre mejor manera de empezar mi andadura en este nuevo, compartido e ilusionante proyecto, que intentando plasmar de la manera más sincera y directa lo que pudimos presenciar en la preciosa y románica Iglesia de San Cipriano, de la capital zamorana, el pasado sábado. Vamos con ello, pues…
La Semana Santa: ese tiempo de recogimiento que en ciertos lugares del mundo es utilizado como instrumento de culto por creyentes, falsos devotos, religiosos y fiesteros… y que en tiempos pretéritos se tuvo la buena costumbre de musicalizar los textos utilizados en las liturgias para tal fin, por algunos de los grandes maestros de occidente, dando lugar a aquello que hoy denominados lecciones de tinieblas, lamentaciones del profeta Jeremías, Offcium Tenebrarum… Este es el caso de las obras que ahora nos ocupan: un programa que centró su atención en las musicalizaciones realizadas por algunos de los absolutos maestros del renacimiento europeo. La primera parte estuvo compuesta por el Stabat Mater (otro de los textos, compuesto este por Jacopone da Todi, utilizados para reflexionar en la época de pasión) de Giovanni Pierluigi da Palestrina (c.1525-1594). Siendo como es el maestro romano, paradigma del estilo polifónico más académico, riguroso y sobrio, no cabía esperar fuegos de artificio vocales, ni ornamentales, en la partitura del italiano, pero aún así, toda una obra maestra fue creada por esta mente prodigiosa y plasmada por su pluma. Compuesta a 8 voces, en doble coro a 4 (Cantus, Altus, Tenor, Bassus / Cantus, Altus, Tenor, Bassus), crea una atmósfera absolutamente policoral, asignando cada entrada entre ambos coros como si de ecos se tratara. Palestrina desarrolla aquí una magnífica técnica de fabordones y nos deja en la memoria unos sutiles compases ternarios con mesurados ritmos sincopados. La profundidad dramática de la obra se ve descargada, en algunos momentos, por secciones destinadas a un número de voces algo más reducido, creando una atmósfera trágica -como bien merece el texto- y tratada de una manera ora delicada, ora contundente. En aquel momento, uno comenzaba a vislumbrar que lo que estaba presenciando tenía visos de convertirse en algo excepcional. A la magnífica obra palestriniana le siguieron las dos lamentaciones conocidas que firmara, en su día (c.1560), el británico Thomas Tallis (c.1505-1585) -ambas para Jueves Santo-. Aunque en el programa de mano no se especificaba cual de las lamentaciones iba a ser interpretada, sí se señalaba la interpretación de una de ellas en el libreto general del festival, aunque tampoco se aclaraba cual de ellas, sin embargo, finalmente fueron interpretadas ambas lamentaciones (cuya denominación actual suele diferenciarse con un mero I y II). Sendas piezas forman parte del corpus más interpretado del inglés y resulta muy comprensible si tenemos en cuenta que Tallis despliega toda su maestría en dos auténticas maravillas polifónicas. En ellas encontramos auténticos prodigios en muchos aspectos: los cromatismos que utiliza, las increíbles disonancias empleadas -la que se haya en la primera de ellas, justo antes del verso final Jerusalem, convertere ad Dominum Deum tuum, es un auténtico despliegue de genio armónico-, modulaciones tremendamente expresivas, uso de la homofonía en los puntos que requieren una mejor comprensión y en los que el texto se vuelve especialmente importante, una serie de imitaciones entre las diversas voces definitivamente modélicas y un magistral uso de los melismas que emplea en la musicalización de las letras hebreas del alephato, que dan paso a cada uno de los diferentes versos. Este fue uno de los momentos más sobrecogedores de toda la velada, junto con el que vendría a continuación, que no fue otro que la interpretación de otras lamentaciones, esta vez creadas por el talento sevillano de Alonso Lobo (1555-1617). Mucho se ha hablado y con mucha razón, sobre el siglo de oro español y la capital importancia que el tridente Victoria-Morales-Guerrero tuvo para el desarrollo musical en nuestro país. Ello está muy bien y es más que evidente, pero ese siglo de oro no sólo lo construyeron esas tres mentes, sino que talentos como el de Alonso Lobo ayudaron, en mucho, a que esa capitalidad musical se refrendara y afortunadamente está empezando a ser reivindicado como merece. Estas lamentaciones son auténticas obras de arte de la creación humana. Se interpretó aquí una de sus lamentaciones, concretamente la escrita para Sábado Santo, en la que Lobo despliega toda su capacidad expresiva para ofrecernos una pieza -de extraordinario y amplio minutaje- en la que los larguísimos melismas sostenidos utilizados sobre el alephato son su elemento más reconocible y que nos sirven de reposo y contemplación para afrontar los versos de líneas arqueadas que flanquean la pieza. Junto con las piezas de Thomas Tallis, conformaron el momento más mágico y sobrecogedor de todo el espectáculo.
Parte correspondiente al cantus, perteneciente al motete O magnum mysterium, de Victoria. Extraído del libro de Motecta de 1572 y obtenida en http://tomasluisdevictoria.org/
Tras el adecuado descanso, muy necesario para poder asimilar todo lo que allí se había ofrecido -tras una primera parte que tuvo la nada desdeñable duración de una hora y diez minutos-, se nos ofreció una segunda mitad compuesta, única y exclusivamente por responsorios del gran Tomás Luis de Victoria (1548-1611). Se ofrecieron seis de ellos, a saber: Amicus Meus, Iudas Mercator Pessimus, Unus ex discipulus meis, Eram quasi agnus, Una hora y Seniores populi, correspondientes a la que sea, probablemente, la colección de música sacra que corona el Olimpo del arte musical en el Renacimiento: el Officium Hebdomadae Sanctae -compuesto y publicado en Roma en 1585-. Para centrar más la información, es conveniente señalar que estos responsorios corresponden a la Feria quinta; In Coena Domini; Ad Matutinam; In Secondo Nocturno (los tres primeros) y Feria quinta; In Coena Domini; Ad Matutinam; In Tertio Nocturno (los tres restantes), todos ellos compuestos para cuatro voces. No es necesario explicar, a estas alturas de la partitura, que el maestro abulense es un verdadero genio en el arte de narrar escenas por medio de la notación y el nivel de dramatismo que consigue en estas obras, con el denominador común del sentimiento de abandono y traición por parte de los que rodean a Cristo, es absolutamente modélico, como así demuestran algunos de los ingenios utlizados por el maestro: recursos rítmicos -como la aceleración- para indicar prisa en los captores, acordes lentos y ritmos ralentizados para dar muestra de la sepultura del Señor, la variante que introduce en algunos versículos al utilizar sólo tres voces, e incluso solamente dos –en el caso del Amicus meus-, como medio para indicar si los participantes en la escena son muchos o pocos, jóvenes o viejos; recursos armónicos como el modo menor para escenificar la oscuridad o el no concluir un acorde en la tónica para representar la suspensión, cuando así lo indica el texto; hasta alterando el uso de las tesituras (del modelo básico del cantus, altus, tenor, bassus, al de dos cantus, altus, tenor), mostrando de esta manera, que era un absoluto dominador de eso que se ha llamado afectos musicales. Hay que señalar, también, el uso de los cantos de lecciones entre cada uno de los responsorios, interpretadas en canto llano, que fueron encargados a distintos miembros del conjunto vocal, tanto voces masculinas, como femeninas. Como propina, ante los continuos y desatados aplausos y ovaciones que les brindó el público, tuvieron a bien obsequiarnos con una obra de Pau Casals, que no fue otra que su celebérrimo O vos omnes, que si bien resultó demasiado anacrónica, es una obra absolutamente bella, sobre todo en esa cadencia imperfecta con que finaliza y que cambia mucho la idea previa que uno puede tener de este músico catalán -al menos para mí fue una auténtica sopresa, cuando la descubrí hace cosa de tres años-.
Y si la velada se convirtió en algo absolutamente subyugante se debe, en gran medida, a la descomunal y cuasi perfecta interpretación que, de tan maravillosas obras, tuvieron a bien regalarnos el conjunto británicoTenebrae Choir -de sugerente y apropiado nombre para la ocasión, como puede comprobarse-, que dirige el ex cantante Nigel Short. Este coro de cámara inglés, creado hace unos pocos años, ha basado su actividad tanto en la música antigua, como en las creaciones contemporáneas, algunas de las cuales han sido creadas ex profeso para ellos. Suelen actuar creando una atmósfera singular, mediante la utilización de candelabros, ataviados con túnicas y acomodándose y jugando con la acústica de cada lugar, aprovechando el espacio para crear estereofonías, sonido ambiente, rodeando por completo al oyente, que disfruta de una sensación única. Para nuestro concierto sólo utilizaron parte de su performance habitual: la iluminación por medio de tenebrarios, preciosos, por cierto y que habían sido creados por la Escuela de Arte de Zamora, dejando a un lado la parte estereofónica -poco adecuada para ciertos repertorios- y utilizando una vestimenta negra "al uso". El resultado de la iluminación es siempre un punto fuerte y un garante de éxito, sino fuera porque el iluminador del festival se encargó de iluminar con una horrenda luz anaranjada los tres ábsides que tenían a sus espaldas, dándole a todo un aspecto horriblemente kitsch, rompiendo, de esta manera, cualquier posible ambiente espectacular que hubiera podido crearse. A pesar de todo y como la música es, ante todo, música y ha de estar ajena a cualquier tipo de aditivos, pudimos disfrutar de una interpretación absolutamente memorable. Compuesto por 17 voces, cuatro por parte, a excepción de la soprano, con cinco, nos ofrecieron unas versiones muy íntimas y delicadas, aunque de vez en cuando dejaban caer algún que otro fuerte realmente contundente -demasiado, quizá, en algunos momentos-, no obstante, la ternura y limpieza con que interpretaron la mayoría de los pasajes hizo que me olvidase de aquel detalle. El coro sonó absolutamente empastado, tanto, que en la obra de Palestrina, a doble coro, cada uno de los coros sonaba absolutamente igual al otro, lo que hacía prácticamente imposible distinguirlos, sino fuera por el espacio amplio que los separaba. Pero el empaste no fue su única virtud: una afinación impresionante, expresividad fantástica, una dicción más que buena -más tratándose de ingleses cantando en latín-, un equilibrio magnífico, a pesar de que en algunos momentos de la primera parte eché de menos algo más de bajo -como casi siempre, pues los coros ingleses centran más su atención en las partes altas del conjunto-, un color precioso en todas y cada una de las cuerdas, una brillantez exquisita en las sopranos -con ese color casi de voz blanca tan característico- un sonido colocadísimo en la cabeza y abierto en los tenores, una cuerda de altos -compuesta por una contralto y tres contratenores- muy delicada y siempre presente, lo cual no resulta tan habitual como fuera deseable y unos bajos contundentes y firmes, marcando siempre el carácter armónico de cada pieza. En definitiva, un verdadero corazo, con auténtico british sound, que poco o nada que envidiar tiene -si siguen sonando como este día- a los grandes de estos repertorios. Cabe destacar la gran solvencia con que fueron resueltos los fragmentos en los que Short tuvo a bien utilizar una sóla voz por parte para recalcar algunos momentos de la partitura, así como las magníficas intervenciones que tuvieron lugar, de manera individual, en cada uno de los cantos interresponsoriales en canto llano. Ya había presenciado un concierto de este conjunto, hace tres años y recuerdo que en aquella ocasión me quedé con un magnífico sabor, pero había que tener en cuenta que en aquella ocasión contaban entre sus filas con varias voces muy, pero que muy experimentadas en estos asuntos, verdaderos pesos pesados en Inglaterra y en esta ocasión se han presentado con un conjunto totalmente renovado, con la juventud por bandera –era realmente impresionante observar la media de edad de los integrantes- y que consiguieron sonar como uno sólo, auténticamente unidos. A pesar de ser partidario de interpretaciones más reducidas en el número de componentes -el uso de dos voces por parte es el que considero más adecuado para estas lides- he de admitir que el resultado obtenido por estas 17 voces fue absolutamente impresionante y tan sorprendente, que pasados tres días desde aquel momento, aún estoy intentado reponerme y dar crédito a lo que presencié.
La dirección de Nigel Short, como cabía esperar, fue absolutamente magnífica: una técnica bastante depurada, con un estilo elegante, bastante detallista, en cuanto a entradas se refiere, marcando bien las ideas que quería transmitir… todo lo bueno que cabe esperar de alguien que conoce bien tanto el repertorio renacentista (por su trabajos con The Tallis Scholars o The King’s Singers), como contemporáneo (sobre todo con estos últimos). Me quedo con dos detalles de su dirección: 1.- La pequeña licencia, quizá no muy histórica, eso sí, que se tomó al marcar ciertos ritardandos y tenuti para disfrutar y recalcar las diversas y extraordinarias disonancias que había en algunas piezas, sobre todo en la primera parte; 2.- La manera que tuvo de contener al público al finalizar cada obra, para dar esos segundos que la música necesita para dar su última palabra y esfumarse, evitando así esos molestos aplausos que el público tiende a emitir antes de que la música haya desaparecido.
En definitiva, un concierto absolutamente memorable, en el que disfruté como hacía tiempo que no disfrutaba, pues aunque hubo quien vio en estas obras algo absolutamente soporífero y sufrió para aguantar del principio al fin -si bien es cierto que para este tipo de conciertos hay que estar algo curtido en estas lides-, la absoluta belleza, armonía y sinceridad que hallé en aquellas obras y la total sublimación a la que fueron elevdadas por aquellos jóvenes cantantes, como en muy pocas ocasiones he podido escuchar, hicieron que hubiera momentos auténticamente mágicos, emocionantes y dignos de recordar hasta que uno abandone este mundo, volviendo a perderse entre las tinieblas y dejando aquella luz que una vez le iluminó, filtrándose entre estas como si de agua entre los dedos se tratase.
Tomás Luis de Victoria. Responsorio: Una hora. Álbum: Officium Hebdomadae Sanctae. La Colombina - Josep Cabré, dirección. Glossa 2005 Thomas Tallis. Lamentation I. Álbum: Latin Church Music. Taverner Consort & Choir - Andrew Parrott, dirección. Virgin Veritas x2 1999-2003