Enrico
Gatti y los suyos lo vuelven a hacer, firmando un exquisito recital en el que
el violín termina por convertirse casi en una mera excusa.
Mille consigli. 17th-Century Italian Violin Sonatas. Obras de Giovanni Battista Fontana, Giovanni Pierluigi da Palestrina/Francesco Rognoni/Aurelio Virgiliano, Antonio Bertali, Alessandro Piccinini, Tarquinio Merula, Marco Uccellini, Giovanni Antonio Bertoli, Michelangelo Rossi, Giovanni Legrenzi y Dario Castello. Ensemble Aurora – Enrico Gatti. Glossa [GCD 921208]. 2013. T.T.: 78:54.
Mille consigli. Título curioso, evocador. Tiene como base las propias
palabras aparecidas en Le instabilità del
ingegno, texto de Anton Giulio Brignole, considerado hoy día casi como un
manifiesto de la estética barroca, del uso del lenguaje, de la búsqueda de
colores, metáforas, del cambio improvisado de imágenes, en clara referencia al
juego de contraste y la imaginación del Barroco en estos primeros años del Seicento. La «escuela» –realmente no se
puede hablar de esta como tal– violinística italiana del Seicento es una de las más absolutamente deslumbrantes y destacadas
de cuántas hayan ido surgiendo en Europa desde que el nacimiento del violín
como instrumento tuviera lugar no muchas décadas antes. Como el mismo Enrico Gatti destaca, en una entrevista
en su página personal de Internet, es una música –sobre todo la de la primera
mitad de siglo– repleta de colores y emociones, como si de un caleidoscopio se
tratase, y que para él es posiblemente la que mejor podría definirse como barocca.
Como siempre,
menos es más. Cuatro intérpretes y una decena de autores son suficientes para
dar buena muestra de ese crisol cromático-emocional que Gatti destaca. Comienza
el disco con la absolutamente desgarradora Sonata
seconda à violino solo, de Giovanni
Battista Fontana [1571-1630], desde mi punto de vista, la pieza más
hermosas de cuántas desfilan en el presente registro y ejemplo magistral del contraste
de color y sensaciones que proponía desde sus inicios el Barroco. Del mismo
compositor se nos ofrece un poco más adelante su Sonata duodecima a due, fagotto e violino, maravilloso entrecruce
de instrumentos contrapuestos, cuyas sonoridades absolutamente extremas en
rango se adaptan a la perfección en una textura liviana y diáfana, ayudada por
un ritmo armónico bien marcado y clarificador.
Giovanni Pierluigi da Palestrina
[1525-1594] está representado con dos piezas –no, no es que se haya descubierto
recientemente que Palestrina componía para instrumentos, pueden seguir
tranquilos–, concretamente en dos disminuciones, la primera de ellas de su
motete Pulchra es amica mea a 5,
realizada por Francesco Rognoni [fl. Segunda mitad del XVII], que es todo
un especialista en estas lides, y sabe captar la esencia de la composición
vocal renacentista para pasarla por el tamiz de la escritura instrumental
barroca de la manera más satisfactoria posible; la segunda corresponde al
madrigal Vestiva i colli a 5, de los
que se encargan a la par Aurelio
Virgiliano [c. 1540-c. 1600], en
su primera parte, y el propio Gatti en la segunda, consiguiendo un resultado
exquisito y realmente homogéneo, al contrario de lo que podría pensarse.
Antonio Bertali [1605-1691] es uno de
los mayores exponentes dentro de esta «escuela» violinística, como da buena
cuenta la calidad de las piezas que de él se han conservado. Se interpreta aquí
su obra más célebre, que lo es por méritos propios, su Chiacona a violino solo, uno de los ejemplos más hermosos en la
construcción de una pieza para violín sobre el célebre ostinato.
Tarquinio Merula [1595-1665], otro de
los grandes, está representado aquí por su La
Cappellina, una hermosa canzone
de vigorosa y sutil rítmica, en la que violín y fagot se encargan de las líneas
solistas, en un contrapunto ligero y elegante.
Marco Ucellini [c. 1603-1680] aparece aquí por partida doble: Sonata Op. V, nº.
11 y Sonata Op. VIII, nº. 3, hermosos ejemplos de la parte más
técnica, en clara búsqueda del contraste y el equilibrio que en este momento un
sector de estos violinistas requerían para sus obras –en la línea de Fontana o
Castello–, y que tiene como resultado una sonoridad más profunda y expresiva.
Giovanni Antonio Bertoli [fl. primera
mitad del XVII] es uno de los compositores menos conocidos, pero su papel en la
historia de la música destaca por ser uno de los primeros en darle importancia
al fagot como instrumento solista. De su colección de 1645, dedicada a dicho
instrumento, se extrae su Sonata seconda,
un ejemplo de virtuosismo contenido, que busca más las sensaciones y colores
que la mera tecnicidad interpretativa.
De Giovanni Legrenzi [1626-1690], uno de
los grandes compositores del XVII italiano, a la par que uno de los principales
maestros de música del momento, se graba aquí su Sonata Op. II, nº.
8, La Foscari, en la que de nuevo
violín y fagot protagonizan un intenso diálogo, fruto de un profundo
conocimiento de la escritura virtuosística para instrumentos melódicos.
Dario Castello [fl. primera mitad del XVII] es, junto a Fontana y Uccellini, el
maestro más capaz en la conjugación de técnica y expresión, no siendo, en
verdad, su Sonata ottava a due, sopran e
faghotto un ejemplo de especial hondura compositiva. Sin embargo, el manejo
de la textura contrapuntística se hace latente en cada pasaje.
Pocos
violinistas mejores que Enrico Gatti
pueden venirnos a la mente para abordar un repertorio de estas características.
Y así es, el despliegue es casi infinito. Lo técnico se da por supuesto en
alguien de este nivel, pero no deja de sorprender, aun con todo, en muchos de
los momentos más intrincados en la escritura. Gatti es, además, un intérprete
especialmente dotado para el sentimiento, la evocación y la hondura expresiva,
lo que es absolutamente de agradecer, porque un disco de estas características
firmado únicamente por un virtuoso puro y duro, hubiera perdido prácticamente
toda su esencia. Hay que destacar, por lo demás, la esplendorosa sonoridad de
su violín Cornelis Kleynman de c.
1660.
Le acompaña
en labores solista la gran Elena Bianchi,
uno de los puntales dentro de la interpretación de fagot barroco. Su sonido es
sutil, rico en matices y tremendamente constante a pesar del constante cambio
de registros a los que se ve sometida durante toda la grabación. Además, sabe
bien cuando plegarse a las labores de continuo y hacerlo de la manera más
efectiva y afectiva posible.
El continuo
está absolutamente garantizado con la presencia de dos grandes intérpretes: la
tiorba de Gabriele Palomba –habitual
compañero de Gatti– siempre consigue encontrar el punto justo en su labor,
entre la elegancia requerida, pero sin dejar de lado la contundencia y
presencia necesarias para desarrollar de la manera más adecuada dicha labor.
Tiene un pequeño espacio en el disco para el lucimiento personal, en la Toccata decima de Alessandro Piccinini [1566-1638], y vaya si se luce; sin ser esta
una pieza extremadamente compleja, Palomba consigue desplegar todo un
muestrario de colores, de nuevo referencia a ese mille consigli. Por su parte, el organista Fabio Ciofini triunfa absolutamente sentado ante el teclado del
fantástico órgano Luca Neri de 1647, sito en la Collegiata di San Nicolò,
Terni. Lo hace con un continuo efectista, de sonoridad profunda y siempre
presente, destacando en el aspecto técnico al enfrentarse a su pieza a solo, la
fantasiosa y desbordantemente cromática Toccata
settima de Michelangelo Rossi
[1601/1602-1656].
Desde luego, si el Ensemble Aurora y Glossa quería dar buena muestra de la inmensidad de posibilidades que el violín, pero no solo, desplegó durante buen parte del XVII en Italia, a buena fe que pueden sentirse orgullosos. Un disco de escucha honesta, de los que se sienten sinceros, hechos con la más absoluta pasión. Puro disfrute.
Desde luego, si el Ensemble Aurora y Glossa quería dar buena muestra de la inmensidad de posibilidades que el violín, pero no solo, desplegó durante buen parte del XVII en Italia, a buena fe que pueden sentirse orgullosos. Un disco de escucha honesta, de los que se sienten sinceros, hechos con la más absoluta pasión. Puro disfrute.
Publicado en Doce Notas el 21-I-2014