viernes, 12 de junio de 2015

«El comienzo de...» | Crítica, para Codalario, del primer volumen del proyecto Haydn2032

El comienzo de todo un hito discográfico
Codalario otorga su Sello de Calidad a este primer volumen de Haydn2032, un ambicioso y espectacular proyecto que pretende grabar y editar la integral de sinfonías del compositor austríaco a lo largo de 18 años.

Haydn 2032 | No. 1 La Passione. Música de Franz Joseph Haydn y Christoph Willibald Gluck. Il Giardino Armonico | Giovanni Antonini. Joseph Haydn Stiftung Basel | Alpha Production, 1 CD en edición de coleccionistas, 2014. T.T.: 70:52.


   Hay proyectos discográficos que suponen per se un absoluto hito. En los últimos años hemos presenciado algunos de ellos, como la integral de cantatas bachianas llevadas a cabo por autores como John Eliot Gardiner, Masaaki Suzuki o Ton Koopman; la integral del corpus compositivo de Dieterich Buxtehude, firmada por el propio Koopman; la Vivaldi Edition, que pretende grabar toda la obra vivaldiana conservada en la Biblioteca Nazionale Universitaria de Torino, de la mano de varios conjuntos de fama internacional; o la integral de sonatas para clave de Scarlatti que grabara en su día el gran Scott Ross, por ejemplo.

   Pues bien, este que tenemos aquí pasa a engrosar, sin duda alguna, esta lista, porque bajo el nombre de Haydn2032 se proyecta grabar la integral de las sinfonías que Franz Joseph Haydn [1732-1809] compusiera a la lo largo de su vida y que culminará precisamente para conmemorar en 2032 el 300 aniversario de su nacimiento. No se trata de una novedad, puesto que las 107 sinfonías de Haydn ya han sido grabadas en su totalidad por varias orquestas del mundo e incluso por alguno de los conjuntos historicistas más prestigiosos es célebre la versión de Christopher Hogwood al frente de The Academy of Ancient Music. El proyecto nace dentro de la Joseph Haydn Stiftung Basel, que ha planeado grabar el más de centenar de sinfonías de la mano de Giovanni Antonini al frente Il Giardino Armonico y Kammerorchester Basel, ambas formaciones de gran calado en la interpretación de la música del XVIII con criterios e instrumentos históricos.

   Bajo el título de La Passione se presenta el primer volumen de este magno proyecto, que incluye tres sinfonías del autor austríaco, además del ballet Don Juan ou Le Festin de Pierre, de Christoph Willibald Gluck [1714-1787].

   Las tres sinfonías que componen este volumen inicial son las números 39 HOB. I:39, 49 HOB. I:49 y 1 HOB. I:1. La sinfonía no. 1 data de 1757, su época preEsterházy y es una de las más antiguas. Se compuso probablemente para el Conde Morzin. Se trata de una pieza en la tonalidad de Re mayor muy favorable para el viento-metal, compuesta para cuerda, 2 oboes y dos trompas, y que consta, como el modelo previo de la sinfonía barroca, de tres movimientos: un poderoso Presto inicial fantástico el juego de contraste entre el tutti orquestal y el pequeño motivo de la cuerda, al que le sigue un Andante liviano provisto de cierta ligereza y en el que el viento no participa; para terminar con un Finale: Presto de gran sonoridad y algunos toques casi cercanos a la fanfarria. Es difícil encontrar antecedentes o modelos en la obra de Haydn en sus comienzos, aunque algunos han querido ver en el comienzo de esta sinfonía no. 1 reflejos de la llamada Escuela de Mannheim, especialmente por el recurso muy utilizado del crescendo orquestal.

   Por su parte, la sinfonía no. 39, en la tonalidad de Sol menor, data de 1765. Y es precisamente en su tonalidad donde encontramos el principal aporte de Haydn con esta obra a la historia de la música, pues es la única contribución que realiza a las sinfonías de la escuela vienesa en esta tonalidad de Sol menor, y que parece ser la primera obra sinfónica desde 1757 escrita en una tonalidad menor. La instrumentación requerida es de 4 trompas, 2 oboes y cuerda, lo que para algunos supone todo un ejercicio de genialidad, especialmente por utilizar un par de trompas en Si bemol y el otro par en Sol sonando a la vez, algo que no suele realizar con asiduidad, puesto que lo habitual era alternar su presencia. Se estructura en torno a cuatro movimientos: un vigoroso Allegro assai en el que las trompas dominan el intrigante comienzo, para dar paso a un tutti orquestal y a un posterior dominio de la cuerda que repite un precioso motivo hacia la parte final de la exposición y los oboes, con gran dominio de las dinámicas bajas; le sigue un Andante en compás ternario [3/8] con un bajo muy marcado, en una escritura algo inusual para Haydn; el ternario sigue marcado gracias al Menuet. Trio posterior, de corte muy clasicista y en el que el peso del viento en evidente; para concluir con un Finale: Allegro di molto, de carácter agitado y un contraste muy incisivo tanto en la figuración como en la dinámica.

   La tercera sinfonía presentada es la que da título al registro, La Passione, sinfonía no. 49, en la tonalidad de Fa menor, que data de 1768 y es la única de las tres aquí grabadas de la que se conserva el manuscrito autógrafo, albergado hoy en el Musik- och teaterbiblioteket de Stockholm. El sobrenombre de La Passione no es original ni  corresponde a su autor, sin embargo ha sobrevivido a los años y se la sigue conociendo como tal. Queda apuntado en un documento de 1811 que Haydn había perdido a un familiar recientemente y de ahí el sobrenombre y el carácter en cierta manera melancólico de la pieza, aunque como sucede con la mayoría de las obras de su etapa temprana y media apenas se conocen los motivos e implicaciones del autor en la obra. La sinfonía, compuesta para 2 trompas, 2 oboes y cuerda, comienza con un Adagio repleto de ternura y delicadeza con gran protagonismo de la cuerda; le sigue un trepidante Allegro di molto en el que los violines I desarrollan un fulguroso tema que será desarrollado durante el movimiento; el Menuet. Trio sirve para dar un pequeño respiro ante tanta melancolía y en cierta manera agresividad contrastantes, en el que observamos la ligereza propia del ternario y de este tipo de movimientos en las sinfonías del Clasicismo, con gran protagonismo del viento, que sostiene gran parte del movimiento; la sinfonía concluye con un Finale: Presto con el que regresamos a la brusquedad, a las figuras breves, al calor de la agitada rítmica, para concluir una sinfonía de tintes enérgicos.

   Como aporte extra en la grabación se incluye el ballet pantomime Don Juan ou Le Festin de Pierre, una obra compuesta en 1761 por Christoph Willibald Gluck. Esta obra supuso en su momento un acontecimientos de dimensiones mucho más importantes de lo que cabría pensar en un principio, puesto que se trata de la primera obra en la que la acción dramática se mantiene únicamente con música instrumental, sin un solo fragmento cantado ni hablado, además de gracias al uso de la gestualidad corporal. Existen principalmente dos versiones de esta pieza: una larga, que contiene 30 números, y una corta, que consta de 15 y que parece ser la original de 1761 que se graba aquí. Es música realmente muy descriptiva, que pinta escenas de manera muy particular y que tiene en alguno de sus números un cierto olor español. Es música con una claro toque italianizante y que se ha introducido aquí como complemento porque en cierta manera ambos muestran una mentalidad similar y alguno aspectos concretos coincidentes para mostrar diferentes cuestiones en sus respectivas obras. Si Don Juan se erige como el primer ballet con pantomima, en el que se es capaz de mostrar pasiones humanas solo con la música y el gesto, en estas sinfonías de Haydn se observa un vocabulario similar de la retórica gestual, al menos así lo defiende Bernhard Lassahn en las notas críticas.

   Los encargados de estrenar tan ambicioso proyecto son Giovanni Antonini, director italiano de gran calado, no ya solo en la música barroca, sino también en el Clasicismo e incluso en la música del XIX; quien está el frente de Il Giardino Armonico, conjunto historicista que él mismo fundara en 1985. Si bien el conjunto saltó a la fama mundial por sus enérgicas lecturas de las obras instrumentales de Vivaldi, posteriormente han abierto su mente hacia repertorios diversos y más tardíos. En su discografía no se encuentran, sin embargo, muchas referencias dedicadas a la música del Clasicismo, de hecho únicamente hayamos una, un disco titulado La Casa del Diavolo, con obras de Gluck, Carl Philipp Emanuel Bach, Wilhelm Friedemann Bach, Pietro Locatelli y Luigi Boccherini. Es por eso que nos sorprendió en cierta manera la elección de estos intérpretes para llevar a cabo todo un proyecto como este, lo cual implica un conocimiento del lenguaje y de la interpretación profundos no es lo mismo tocar Haydn que Vivaldi, es obvio. Pues escuchado convenientemente el presente registro podemos decir que la elección es absolutamente acertada y que se sostiene de manera fantástica per se.

   El trabajo de los instrumentistas es realmente pulcro, logrando un sonido exquisito en cada pasaje. La formación no es tan amplia como parece que se tiene asimilado para este tipo de obras los apasionados de las grandes orquestas sinfónicas para este repertorio no encontrarán aquí eso buscan, pero sí otras muchas de las que quizá puedan aprender algo, pues la cuerda es en cierta manera reducida [4/4/2/2/1], además de los instrumentistas de viento convenientes, con los dos oboes, las cuatro trompas, un fagot, el clave y unas castañuelas para una pequeña intervención en Gluck. Como decimos, el trabajo de todo ellos resulta admirable. Se plasma aquí un Haydn más íntimo, pero no raquítico; más articulado, pero no desmesurado; con más carácter, pero no desproporcionado; más elegante, pero no pastoso. Unas sinfonías que aparecen clarividentes en las líneas y su equilibrio, con un control de las dinámicas excelso las dinámicas bajas son realmente poderosas, muy contrastantes en el carácter de los diversos movimientos y pasajes, pero que fluye de manera muy natural y que encaja a las mil maravillas, como un engranaje perfecto. El trabajo de Antonini al frente es como él mismo, dinámico, preciso, profundo, a veces extremo, pero con sentido. Desde luego, si bien no es una sorpresa absoluta, sí que se muestran mucho más adecuados a este repertorio de lo que cabría pensar a priori. Esperemos la llegada de sinfonías de la etapa tardía, quizá más alejada del lenguaje que en cierta manera dominan estos intérpretes pues aquí se graban obras de su período temprano y medio, los cuales están más cercanos al lenguaje barroco. De cualquier forma, visto lo visto, nos esperamos lo mejor de ellos.

   El proyecto sale en dos formatos: uno habitual, en cedé, editado por Alpha, y otro segundo en edición para coleccionistas, con únicamente 1500 copias editadas, que se presenta en un gran formato tamaño de vinilo, pero también en disco compacto, con preciosas fotografías de Gueorgui Pinkhassov, además de unos textos del ya mencionado Bernhard Lassahn, todo ello supervisado por la editora Anna Iskina y con un gran trabajo de diseño por parte de ussus.kommunikation. Es necesario destacar el trabajo realizado por el musicólogo Christian Moritz-Bauer, quien ha ayudado a sostener la parte teórica del proyecto. Excelente trabajo, por lo demás, el de Tobias Lehmann en la toma de sonido, Julian Schwenkner en la edición y masterización y el Friedemann Engelbrecht en la producción. Este es, sin duda, un equipo bien avenido que trabaja de manera brillante para conseguir sacar productos de la excelencia del presente registro, que inaugura con magnificencia el que es, a todas luces, uno de los hitos discográficos del siglo XXI.

Publicado en Codalario el 15-IV-2015.

martes, 9 de junio de 2015

«Salve, señor de...» | Crítica, para Codalario, del debut discográfico del clavecinista Javier Nuñez en Cantus

Salve, señor de los instrumentos
Javier Nuñez debuta discográficamente con este extraordinario recital centrado en música para teclado de la Italia de los siglos XVI y XVII en el que muestra toda su capacidad virtuosística y expresiva, para bordar un disco de los que incitan a ser escuchados una y otra vez.

á modo italiano. Música de Antonio Valente, Giovanni de Macque, Luzzasco Luzzaschi, Ercole Pasquini, Giovanni Maria Trabaci, Girolamo Frescobaldi, Ascanio Mayone, Giovanni Salvatore, Gregorio Strozzi, Bernardo Storace y anónimo. Javier Nuñez. Cantus Records, 1 CD [C 9615], 2014. T.T.: 58:00.


   No me resisto a añadir aquí la cita con la que se abren las notas críticas del presente registro, firmada por Giovanni Maria Trabacci y aparecida en su Il Secondo Libro de Ricercate & altre varij Capricci [Napoli, 1615]: «porque el cembalo es Señor de todos los instrumentos y en él se puede tocar cualquier cosa con facilidad». Sin querer abrir aquí un debate sobre si es el clave el auténtico rey de los instrumentos o no, y poniendo al maestro Trabacci un poco en tela de juicio en cuanto a su aseveración de que en él se puede tocar lo que sea con facilidad, sí que nos parece que la cita es muy acertada en cuanto al sentido de la presente grabación. Es este un álbum se presenta como un dechado de imaginación, de diversidad consonante, de una desaforada pasión y respeto por un repertorio muy concreto, el que los compositores italianos de los siglos XVI y XVII dedicaron a los instrumentos de tecla, especialmente el clave, con una querencia particular hacia los compositores napolitanos.

   El recital se estructura en torno a tres zonas geográficas bien delimitadas, y todas a su forma muy definidas estilísticamente. El repertorio napolitano es, como decimos, el más privilegiado aquí, en el que se destaca la presencia de autores como Antonio Valente [fl. 1565-1580], del que se interpreta una maravillosa Fantasia, además del alegre y danzante Tenore del Passo e mezzo & La Romanesca música con gran carga del basso ostinato; Giovanni de Macque [c. 1550-1614], de quien se graba su Capriccietto fantástica esa escala descendente inicial y la Seconde Stravaganze de carácter calmo y una escritura armónica realmente compleja, y que aunque nacido en Francia ha pasado a la historia como un napolitano más, pues fue maestro de otros de los grandes maestros napolitanos de los que aquí se graba alguna pieza, como Ascanio Mayone [c. 1565-1627] su Toccata Quinta y Giovanni Maria Trabaci [c. 1575-1647] –registrándose aquí su fabulosa y armónicamente interesante Consonanze stravaganti, además de su Gagliarda Quarta a 5, alla spagnola y su visión del madrigal Io mi son giovinetto–. Giovanni Salvatore [1610-c. 1688] es otro de los autores napolitanos aquí presentes, del que se graba su Canzone Francese Seconda, del Nono Tuono Naturale, una obra que mira en cierta manera hacia la modernidad de la sonata; terminando el recorrido por los compositores napolitanos con Gregorio Strozzi [c. 1617-c. 1687] y su Sonata di basso solo per Cimbalo, & Arpa ò leuto en la que se deja claro la escritura para dúo y que le unen en cierta manera más a la manera de hacer renacentista que a la barroca.

   Sicilia también tiene un pequeño pero importante espacio dedicado, y lo hace por medio de Bernardo Storace [fl. 1644], interesante compositor del que no se conocen muchos datos y del que se graba su variación sobre la célebre canzona Monica.

   El resto de compositores presentes se establecen en torno a la ciudad norteña de Ferrara, que está en cierta manera muy unida a Roma, pues muchos de estos maestros desarrollaron buena parte de su carrera en la capital italiana. Así, podemos escuchar piezas de Luzzasco Luzzaschi [1545-1607], compositor ferrarés más conocido por su aportación vocal y por ser el maestro de Frescobaldi, de él se interpreta su Ricercare del secondo tono, una pieza en un estilo que le une más a los polifonistas franco-flamencos que a la escritura para tecla italiana. De su alumno, Girolamo Frescobaldi [1583-1643], uno de los grandes maestros del teclado en la Italia del XVII, se nos muestra su Capriccio di durezze, maravillosa pieza que se enmarca dentro del hacer de la época en cuanto a las llamadas durezze manera de tratar las disonancias y ligature las suspensiones armónicas. Ercole Pasquini [c. 1550-c. 1620] es probablemente el autor para tecla más importante e interesante de Ferrara, como dan buena muestra las dos piezas aquí presentes: Rugieri y Ancor che col partire, en un estilo quizá no tan novedoso como el que emplea en su toccate, pero que presenta al gran autor que es.

   Como última pieza del registro aparece un Colascione, doble pieza anónima italiana del XVII que se conserva en dos manuscritos: Chigi. QIV28, de la Biblioteca Apostolica Vaticana [Roma], y Ms. 964, de la Biblioteca Pública, Braga, y que llevan el título de este curioso instrumento de cuerda pulsada, largo mástil, numeroso trastes y únicamente dos o tres cuerdas que se tañen con plectro.

   Javier Núñez es el dotado alquimista capaz de conjugar de manera magistral todos estos elementos. Su pulsación es límpida, elegante, sutil, repleta de matices, pero sobre todo es especialmente expresiva, muy evocadora, casi pictórica. Técnicamente se muestra sobrado ante las complejidades melódicas y armónicas a las que se tiene que enfrentar en este repertorio, el cual es tremendamente exigente, pero lo que más sorprende en su interpretación es lo exquisito de su discurso, lo bien que maneja el fluir de las líneas, cómo se desenvuelve en el terreno del afecto. Además se muestra como un apasionado incansable de este repertorio y especialmente como un conocedor muy profundo de todo el contexto, las escuelas y compositores que para tecla compusieron en la Italia de los siglos XVI y XVII. Así, el propio Núñez firma unas notas críticas de absoluto lujo, pues hablamos de nada menos que de 17 páginas en la que se expresa todo su hondo saber y que se riega con una serie de clarificadoras y magníficas imágenes.

   El clavecinista sevillano está acompañado aquí en alguna de las piezas por tres conocidos intérpretes del panorama nacional de la música antigua: Pedro Estevan a la percusión, Sara Águeda al arpa doppia y Fahmi Alqhai al colascione que además es el productor artístico de la grabación. Aportaciones las suyas interesantes en mayor o menor medida, hay que señalar. Quizá el aporte de Estevan a la percusión no sea especialmente relevante, no por la calidad del intérprete fuera de toda duda, sino porque la mezcla no favorece en exceso el resultado y el aporte tímbrico no resulta necesario desde mi punto de vista, salvo quizá en los colascione. La aportación de Alqhai es interesante en cuanto a interpretar un colascione en las piezas que llevan por nombre el del instrumento. Quizá lo más interesante provenga de la mano de Águeda, quien forma un extraordinario dúo con Núñez, realizando en la sonata de Strozzi una lectura de absoluta referencia y que supone uno de los momentos álgidos de la presente grabación.

   Por lo demás, el disco se completa con el habitual y espectacular diseño de Cantus Records, a cuyo alma mater, José Carlos Cabello, hay que felicitar por el olfato mostrado al grabar por primera vez en disco a un intérprete tan sobresaliente y por crear un objeto artístico de primer orden. El sonido del registro es totalmente maravilloso, merced al fantástico instrumento tañido para la ocasión construido por Titus Crijnen [Sabiñán, 2011] sobre un G.B. Giusti de 1611, además de por una límpida y ejemplar toma de sonido realizada por Jordi Gil y sus asistentes Ale Barranco y Ángel Martínez.

   Estratosférico recital que supone, sin duda, uno de los más interesantes en el terreno puramente instrumental del pasado año, y que presenta a un intérprete llamado a estar entre lo más granado de la tecla en España y Europa. Lo dicho, voy a volverlo  a poner…

Publicado en Codalario el 10-IV-2015.

miércoles, 3 de junio de 2015

«Caron, una joya...» | Crítica, para Codalario, del triple álbum dedicado del conjunto masculino en Fra Bernardo

Caron, una joya franco-flamenca
El sello Fra Bernardo edita este triple álbum en el que el conjunto anglo-alemán interpreta la integral de las misas y algunas chansons de un compositor tan desconocido como talentoso.

Masses & Chansons. Música de Firminus Caron. The Sound and the Fury. Fra Bernardo, 3 CDs [FB 1207302], 2012. T.T.: 190:00.


   Resulta complejo situar a un autor como el que aquí se nos presenta cuando ha permanecido tanto tiempo oculto de los oídos del público general por supuesto, pero incluso del ya avezado o de los propios estudiosos e intérpretes. Sabemos hoy que Firminus Caron [c. 1440-c. 1475] fue un compositor admirado en su tiempo, un maestro que llegó a ser elogiado incluso por el gran Johannes Tinctoris. En las adscripciones de sus obras se le menciona únicamente como Caron o F. Caron y no se ha encontrado documentación directa de la vida del compositor, lo que dificulta notablemente su estudio. En una copia de siglo XVIII de los documentos anteriores se presenta a un Firmino le Caron como primus huius ecclesie musicus en la catedral de Amiens en el año de 1422, lo que es indudablemente muy pronto para él, pero que quizá se refiriera a su padre. Es bastante razonable pensar que él fuera de Amiens, ya que Firmin es un apellido bastante común en la zona. Nuevo documentos encontrados recientemente parecen situarle en Amiens alrededor de 1459 como maitre d’ecole. Algunos documentos de la catedral de Cambrai indican que algunas de sus misas polifónicas fueron incluidas en los libros de coro de la institución en 1472, lo que complica la teoría defendida por algunos de que Caron desarrolló la mayor parte de su carrera en Italia al albergarse allí los únicos ejemplos manuscritos de todas sus misas y de la mayoría de sus chansons. El nombre de Caron se puede encontrar además en el texto del motete Omnium bonorum plenum de Loyset Compere, en el que se mencionan los nombres de algunos compositores, alabando sobremanera a Guillaume Du Fay compositor que influyó de manera evidente en su obra, pero poniendo a Caron en un nivel muy cercano al de este. Tinctoris le menciona como un compositor muy notable, de hecho le coloca junto a Johannes Ockeghem, Antoine Busnoys y Johannes Regis como «uno de los compositores más destacados que he escuchado», aunque también menciona que se encontraba entre los minime litteratos, esto es, lo menos educados. Posteriormente se le menciona en algunos de los textos de autores de gran importancia, como Franchinus Gaffurius, Adrianus Petit Coclico o Hermann Finck, entro otros.

   De las obras que se le han atribuido únicamente cuatro de sus chansons se han conservado en fuentes franceses, y es muy probable que gran parte de su legado musical fuera destruido durante la Revolución Francesa. Afortunadamente varios de sus manuscritos han quedado en fuentes italianas, aunque varias de sus misas se encuentren en condiciones realmente lamentables debido a la corrosión de la tinta ferrogálica. Otras de sus chansons más populares, por el contrario, llegan a encontrarse hasta en 22 fuentes distintas, como el caso de Helas que pourra devenir, o las 15 fuentes de Cent mille escus quant je vouldroye, las 11 de Le despourveu infortuné o las 9 de Accueilly m'a la belle au gent atour. Parece que sus chansons pudieron haber ayudado a establecer, junto a las de Hayne Van Ghizeghem y Pihilippe Basiron, un nuevo y más florido estilo dentro del género. Todas sus piezas profanas son a tres partes a excepción de Corps contre corps sans penser convoitise/Ramboure luy rataquon, un quodlibet a 4, y únicamente tres de ellas utilizan tempus perfectum ternario, siendo la mayoría de compás binario, lo que trató con gran maestría. Es además uno de los primeros en utilizar la voz de bassus para las canciones a tres partes y sus patrones de imitación a distancia de tan solo una minima parecen haber iniciado una tradición en el género.

   En cuanto a sus misas, únicamente se han conservado cinco, todas a cuatro partes, basadas en elementos preexistentes. En tres de ellas [Missa Clamens et benigna, Missa Jesus autem y Missa Sanguis sanctorum] el cantus firmus está tomado de la melodía gregoriana y colocado en la línea del tenor, fácilmente reconocible y elaborado posteriormente de diversas maneras para aparecer en varios pasajes durante todas las misas. En su Missa Accueilly m’a la belle utiliza una de sus propias chansons, colocándolas en el superius y el tenor, pero modificándolas de manera muy notable en el aspecto melódico-armónico-rítmico. Lo mismo sucede con la Missa L’home armé, basada en la célebre chanson, convirtiéndola es una de sus obras más impresionantes.

   The Sound and the Fury, conjunto formado por las voces de David Erler [contratenor], John Potter y Christian Wegmann [tenores], y Colin Mason y Michael Mantaj [bajos] es un excelente conjunto, aunque no es tan conocido como debiera por el público, quizá porque no se ha prodigado mucho fuera de Austria y Alemania, centro de su actividad musical. Sin embargo, la aportación que el conjunto anglo-alemán está realizando al campo de la polifonía renacentista, especialmente la franco-flamenca, se nos antoja poco menos que impagable. Y es que a través de sus diversas grabaciones realizadas y editadas en un comienzo por la ORF, en la serie que muy acertadamente han venido a denominar Paradise regained algo así como «paraíso recobrado», ya son varios los maestros que están viendo sus obras recuperadas del olvido. Se han centrado en autores algo más conocidos, como Nicolas Gombert, Jacob Obrecht, Pierre de la Rue o Johannes Ockeghem, pero también en aquellos a los que no se suele prestar demasiada atención, y es aquí donde reside la principal valía del conjunto: Guillaume Faugues, Marbrianus de Orto, Matthæus Pipelare o el propio Caron.

   Se trata de versiones grabadas entre mayo y septiembre de 2011 en Kartause Mauerbach, un monasterio de la Orden de los Cartujos situado en Mauerbach, en los alrededores de Wien. El buen conocedor de las interpretaciones de polifonía renacentista encontrará aquí una interesante mixtura entre la sonoridad británica especialmente los tenores y la belga/holandesa sobre todo en los bajos, unas lecturas que pueden recordarles en cierta manera a la Capilla Flamenca, pero también en un punto a The Hilliard Ensemble. Fantástico trabajo de todos los cantores, que son auténticos especialistas en el repertorio a interpretar, con el que se mimetizan desde el primer momento. Hay equilibrio, afinación, un buen diálogo entre las voces que favorece la comprensión de la escritura horizontal, pero también un gusto por remarcar la horizontalidad de la escritura, sin regodearse en exceso en la disonancia, dándole el espacio que requiere y sin privilegiarla en búsqueda de una tensión desmedida. Una interpretación que no ceja en el empeña de remarcar lo mucho que hay detrás de una música como esta, que es capaz de llegar de manera tan compleja a la mente pero también a la entraña del que la escucha.

   El trabajo de Fra Bernardo es realmente bueno, y lo encontramos en todos los procesos: grabación, producción, edición, maquetación y diseño. En todos menos en el de la recuperación y transcripción de las partituras, trabajo este último llevado a cabo de manera absolutamente encomiable por Jaap van Benthem, al que le dedican en la primera página del libreto un efusivo agradecimiento da gusto ver cómo se valora el trabajo del estudioso en otros países.

   Estamos sin duda ante un triple álbum absolutamente imprescindible para todos aquellos que gustan de la polifonía del Renacimiento, de los franco-flamencos, de la sonoridad cuidada y del trabajo profundo, de aquellos que valoran la recuperación patrimonial. Una presentación sencilla pero muy cuidada, con un libreto que incluye unas interesantísimas notas del autor de las partituras, y que aporta en formato digital todos los textos de las obras, además de, ojo, una digitalización de todas las partituras editadas en este caso la edición es puramente manuscrita para la ocasión. Un registro que más allá de todo esto pone en su lugar a un conjunto y un sello que deben comenzar a situarse entre lo mejor de la producción musical de los últimos años, creando proyectos que combinan el gusto por las cosas cuidadas y absolutamente bien hechas. Así, sí.

Publicado en Codalario el 28-II-2015.

sábado, 30 de mayo de 2015

«Inagotable el genio...» | Crítica, para Codalario, del rescate de ópera rameauniana a cargo de Niquet

Inagotable el genio de Dijon
Glossa obtiene nuestro Sello de Calidad Codalario por esta impresionante recuperación patrimonial de primer nivel, que rescata del olvido una extraordinaria ópera en el Année Rameau y que pone de manifiesto la inmensa talla del autor francés, de la mano de un plantel de solistas de que aúna experiencia y talento, junto a uno de los conjuntos y directores franceses más capacitados para su música.

Les Fêtes de l’Hymen et de l’Amour. Música de Jean-Philippe Rameau. Chantal Santon-Jeffery, Carolyn Sampson, Blandine Staskiewicz, Jennifer Borghi, Mathias Vidal, Reinoud Van Mechelen, Tassis Christoyannis, Alain Buet • Le Concert Spirituel | Hervé Niquet. Glossa, 2 CD | Libro-disco edición deluxe [GES 921629-F], 2014. T.T.: 114:24.


   Todavía se dejan sentir los ecos de la efeméride «rameauniana» que tuvo al 2014 como auspicio de multitud de eventos musicales de primer orden, especialmente en el terreno de los conciertos y las grabaciones discográficas, y que todavía se dejará notar con fuerza en este 2015 se estrenó el año con una grabación de Les Fêtes de Polymnie, y están por venir nuevas grabaciones de Le Temple de la Gloire, Zaïs y Castor et Pollux en su versión de 1754. Este que presentamos es uno de los últimos discos aparecidos en aquel aparentemente ya lejano 2014. La importancia del mismo solo puede comprenderse desde el punto de vista de lo que supone grabar por primera vez una obra que lleva sin interpretarse desde el siglo XVIII, pues contó con considerable éxito gozó de 150 representaciones a lo largo de unos treinta años que se mantuvo en cartel, pero sobrepasado 1776 no se volvió a interpretar hasta el 2014.

   Esta Les Fêtes de l’Hymen et de l’Amour ou Les Dieux d’Egypte fue concebida por Jean-Philippe Rameau [1683-1764] como una opera ballet-heroïque uno de tantos subgéneros para la escena de la fecunda ópera barroca francesa en tres actos y un prólogo, para quien contó como libretista con Louis de Cahusac, aquel con quien más colaboró en su carrera. Creada en el año de 1747, constaba en primera instancia de tres entrées: Osiris ou les Amazones, Canope y Arueris ou les Isies, que aparecieron bajo el título genérico de Les Dieux d’Egypte, la cual previsiblemente se iba a estrenar en la Académie Royale de Musique. No obstante, las circunstancias del momento, con las inminentes nupcias entre el Delfín de Francia con Maria Josepha Karolina Eleonore Franziska Xaveria von Sachsen la hija de Friedrich August II, Elector de Sachsen, hicieron que el destino de la obra cambiase, añadiendo para la ocasión un prologue y se cambió el nombre inicial por el de Les Fêtes de l’Hymen et de l’Amour ou Les Dieux d’Egypte, estrenándose en la escena de la arena de la Grande Écurie de Versailles el 15 de marzo de 1747.

   El resultado definitivo se concibe para ocho sopranos [dessus], cinco tenores agudos [haute-contre], un tenor grave [taille] y tres bajos [basse], y se estrena de manera oficial en el mundo operístico en la Académie Royale de Musique [Paris] el 25 de noviembre de 1748 no sin la inestimable colaboración de la Marquesa de Pompadour. Cahusac estructura la obra en torno al tema egipcio inicial, pero dando relevancia al triunfo amoroso que sostiene la causa para la que fue modificado. Es capaz de aportar una serie de elementos que hacen de este ballet una muestra pionera en el mundo de la escena francesa del momento, pues Cahusac no se detiene en lo habitual, sino que se transita por el terreno de la experimentación en el tratamiento de la danza, los coros o el uso de la maquinaria. Especialmente interesante resulta la manera en que se introduce la danza en un libreto repleto de didascalias indicaciones al margen que presentan los fragmentos danzados denominados por él como ballets figurés, que no solo aportan colorido escénico, sino que se integra magníficamente y ayudan al desarrollo de la acción.

   En lo musical también se trata de una obra de magnitudes de genialidad, pues estamos ante una partitura de una calidad superlativa, repleta de fragmentos vocales rebosantes de gracia, elegancia, de una exquisita mezcla entre la ligereza italianizante y el elocuente sabor francés. Rameau es capaz aquí de crear un genial sfumato en la línea que divide el aria y el recitativo, creando un discurso sonoro realmente fluido, un continuum dramático y musical que da muestras de su genialidad. Los números de conjunto son otra de las grandes aportaciones a la escena aquí, con un desarrollo importante de los dúos [4], cuarteto [1], quinteto [1] e incluso un sexteto que supone el único caso en todo el corpus operístico de Rameau. Los coros son de lo mejor de la obra, concebidos dentro del habitual estilo y genialidad en que Rameau los concibe no obstante es el gran maestro del coro operístico en la historia de la ópera francesa, se convierten por gracia de Cahusac en un elemento protagonista de la acción, comentando la acción con una fascinante coherencia dramático-musical. Todo ello se adereza con una serie de fragmentos instrumentales que aportan colorido, brillantez y densidad orquestal a la pieza, comenzando por la ouverture, que rebosa luminosidad y en la que se aprecia gran carga del elemento rítmico y en la que se nos muestra con claridad cuáles serán los parámetros por lo que Rameau hará transitar a la plantilla orquestal durante la obra: delicadeza y tersura en la cuerda, diafanidad y dulzura en las maderas, y contundencia y liderazgo en el continuo.

   Por todo lo señalado hasta el momento estábamos, ante la ausencia de representaciones y una grabación en la actualidad, ante un verdadero crimen artístico. Parece incomprensible que hasta el 2014, y agradezcamos el auspicio de los fastos por la efeméride «rameauniana» que de no haber sido así quién sabe hasta cuándo tendríamos que haber esperado, no existiese grabación alguna de esta magna obra. Puede que no estemos ante una obra de la intensidad y genialidad dramática de Castor et Pollux o Hippolyte et Aricie, ni ante la fascinante comicidad de Platée, o ante el tratamiento innovador y tremendamente psicológico de Les Boréades, pero sin duda esta Les Fêtes de l’Hymen et de l’Amour es una obra que muestra sin ambages la maestría y el talento para la escena de un Rameau ya muy maduro.

   Afortunadamente, como decimos, el Année Rameau ha servido para rescatar del ostracismo las pocas obras que aún quedaban sin grabar de su catálogo. Esta obra en concreto sirvió como apertura oficial de la efeméride, cuando gracias a una producción del Centre de musique baroque de Versailles se llevaron a cabo una serie de representaciones de la misma en la Opera Royal du Château de Versailles en febrero de 2014 puede verse una de las representaciones íntegra en el vídeo propuesto al final de estas líneas. Los encargados de trasladarla a la escena fueron una serie de cantantes de gran nivel, cuya elección suponía una interesante mixtura entre conocimiento y talento, entre juventud y experiencia, cuyo resultado es absolutamente espléndido.

   Es necesario destacar que todos los cantantes multiplican sus roles para cubrir el amplísimo espectro propuesto por Rameau en la obra y que hoy día hace casi imposible plantearse con un cantante para cada uno de ellos. Por un lado, las cantantes femeninas lucen espléndidas sin excepción. Excelsa resulta la dupla de sopranos compuesta por Chantal Santon-Jeffery y Carolyn Sampson, de brillante registro agudo, expresividad y adaptación fantástica a los personajes y gran conocimiento de la vocalidad del barroco francés. La también soprano Jennifer Borghi y la mezzosoprano Blandine Staskiewicz adoptan los roles compuestos para bas-dessus soprano de registro menos agudo, cumpliendo de manera notable, aunque quizá un punto por debajo de las dos anteriores –a veces algo tirantes en la zona superior y con un vibrato algo desmesurado en ciertos pasajes–. Por su parte, el cuarteto masculino se divide los nueve papeles de la ópera, brillando especialmente los dos haute-contre: Mathias Vidal y Reinoud Van Mechelen actualmente dos de los cantantes más requeridos para este repertorio, que solventan con relativa facilidad y naturalidad las siempre exigentes y técnicamente complejas escrituras para los tenores agudos. Vidal es un tenor más natural aunque sufre a veces en las partes más exigentes del agudo y su registro medio tiende a veces a una sonoridad algo entubada, mientras que Mechelen posee un timbre más redondo, aunque a veces tiende a obscurecer en exceso. Los roles graves quedan de parte de los barítonos Tassis Christoyannis y Alain Buet, que cumplen bien con sus no demasiado largos y exigentes roles. Destaca la fluidez en la línea de canto del griego, contenido y convincente en lo dramático, mientras que el francés es un cantante de mayor peso vocal, que viene bien en este caso para su rol de Le Grand-Pêtre, aunque a veces resulta demasiado pesante.

   El apartado coral resulta realmente fabuloso en las voces del Choeur de Le Concert Spirituel, que cuenta para la ocasión con 25 excelentes voces que muestran su sobrado conocimiento y perfecta adecuación al terreno del barroco francés, donde se presentan como uno de los grandes especialistas a nivel mundial. Fantástica sonoridad y carácter en una escritura coral compleja en lo técnico y lo dramático.

   En cuanto a los instrumentistas de Le Concert Spirituel, poco se puede decir a estas alturas que no se sepa ya de quienes son una de las mejores orquestas barrocas del mundo en cuanto a la interpretación del repertorio del Grand Siècle se refiere. Se cuenta aquí con la formación de gala, con una cuerda contundente [violines barrocos primeros y segundos con 5/5; 3 hautes-contres de violon; 3 tailles de violon; 4 violonchelos barrocos; y 2 contrabajos barrocos], que resulta de una sonoridad depuradísima, con un empaste, un dominio de la sonoridad conjunta y un feedback sobresalientes, comandados con sapiencia por la gran Alice Piérot. Mención especial merecen las maderas, por lo imprescindible de su papel aquí y por lo que bien que lo cumplen. Cuatro traversos barrocos que lidera el talentoso Alexis Kossenko, cuatro oboes barrocos Héloïse Gaillard al frente y cuatro fagotes barrocos ¡qué fascinante es siempre la escritura de Rameau para este instrumento!–, son los encargados de aportar el toque de elegancia y dulzura tan evocadores y subyugantes a los que el de Dijon nos tiene acostumbrados. Exquisito, por lo demás el aporte del continuo con Tormon Dalen al chelo barroco, los graves poderosos de Luc Devanne y Marie-Amélie Clément y el fantástico desarrollo en el clave de Élisabeth Geiger y François Saint-Yves.

   Al frente de esta masa sonora está alguien como Hervé Niquet, uno de los grandes cuando se trata de llevar a buen puerto obras de Charpentier, Lully, Desmarest, Boismortier, Campra, Marais o el propio Rameau. Firme al mando, aúna a la perfección la contundencia sonora con la expresión dramática. El francés no es un director muy dado a la ligereza, pero es que esta obra es menos ligera de lo que puede parecer a priori, por lo tanto, el resultado obtenido resulta absolutamente convincente. Deja a los cantantes desarrollar su línea con fluidez, pero sin que esto afecte a la firmeza rítmica, para él fundamental, lo que confiere a la partitura una sensación de naturalidad contenida, sin concesiones que desmerezcan la escritura musical en aras de una supuesta expresividad mal entendida. Confiere a cada sección el espacio necesario, conjugando inteligibilidad y equilibrio de manera sobresaliente.

   Estamos sin duda ante un evento discográfico de dimensiones fastuosas, y Glossa, magnífico conocedor del panorama y mostrando de nuevo su inteligencia de mercado, ha sabido generar un objeto artístico de primer orden, especialmente en esta edición libro-disco limitada de 2000 ejemplares generada para el público francés, con una presentación impresionante, que contiene una serie de cuatro textos escritos con el máximo rigor por cuatro especialistas: Patrick Florentin, Thomas Soury, Sylvie Bouissou y Benoît Dratwicki, que sirven para ahondar en el conocimiento sobre esta obra, sobre la relación de Rameau y Cahusac, o sobre su figura como compositor real. Se añade la correspondiente sinopsis, además del libreto y todos los datos necesarios, contando además con numerosas y fantásticas imágenes. La presentación, a cargo del gran Valentín Iglesias, y una toma de sonido excelente trabajo impecable de Manuel Mohino, cierran un registro fundamental, que Carlos Céster ha sabido hacer extensivo al mercado internacional con una edición menos lujosa, pero repleta de la calidad habitual a la que la marca escurialense nos ha bien-acostumbrado a lo largo de los años.

   Cuando uno escucha esta música siente felicidad. Rameau es un inigualable creador de atmósferas, un dador de luz, un estratosférico talento, alguien capaz de hacer remover lo más profundo de uno con sus armonías, su dominio del color orquestal y su tratamiento vocal. Un auténtico regalo de la humanidad que ahora se nos presenta aquí de la mejor forma posible. Un disco pero mucho más imprescindible para cualquier apasionado de la buena ópera, pero también para cualquier que disfrute con la música de calidad, aquella que le hace a uno ser feliz.

Publicado en Codalario el 13-II-2015.

miércoles, 27 de mayo de 2015

«La vihuela...» | Crítica para Doce Notas del último disco de John Grifftihs dedicado a los vihuelistas hispánicos

La vihuela australiana
Desde la Antípodas se nos presenta un fantástico recital centrado especialmente en dos de los grandes representantes del instrumento hispánico, que vuelve a demostrar que estamos ante un repertorio único y valorado por muchos fuera de nuestras fronteras.

Intimate vihuela. Obras de Enríquez de Valderrábano, Miguel de Fuenllana, Alonso Mudarra, Luis de Narváez y Esteban Daça. John Griffiths. Contrastes Records, 1 CD [CR 2201405], 2014. T.T: 56:31.


   Si hay una época a la que la historia de la música española le deba realmente mucho más de lo que los estudiosos han querido/podido ver a lo largo de los años, esa es la del Renacimiento. No solo porque de ella provenga probablemente el que es el mejor compositor español de todos los tiempos, Tomás Luis de Victoria, sino porque en lo vocal la España del XV y especialmente del XVI legó a la humanidad algunas de la páginas más sublimes, escritas por algunos de los maestros que pasarán a la historia como genios de la creación universal. Pero es que, además, en la España del XVI se desarrolló de manera increíble un instrumento único, que tuvo un desarrollo tan fascinante como fugaz, pero que ha supuesto uno de los casos más singulares en la historia de la música en Occidente. Y es así porque la vihuela, este maravilloso instrumento de cuerda pulsada, de evidente parecido con la guitarra española y de sonoridad absolutamente delicada, elegante y evocadora, es un instrumento nacido en España y que podemos decir se practicó casi exclusivamente en este país durante cuarenta años, los que van desde que se publica el primer libro dedicado al instrumento, Libro de música de vihuela de mano intitulado El Maestro, de Luys de Milán [Valencia, 1536], hasta el último de ellos, Libro de música de cifras para vihuela, intitulado El Parnaso, de Esteban Daça [Valladolid, 1576], aunque actualmente sabemos que parece que la primera tablatura para vihuela data de 1514, concretamente por una obra para vihuela sin finalizar que se encontró dentro del Epistolarum familiarum de Lucius Marineus Siculus, y que a finales del XVI todavía se encuentran algunos ejemplos en Ramillete de flores o colección de varias cosas curiosas [1593].

   Sin embargo, puede decirse que el grueso de los libros de piezas para vihuela se cifra en siete, que, contando con los dos ya mencionados de Milán y Daça, son los siguientes: Los seys libros del Delphin de musica de cifras para tañer vihuela | Luis de Narváez [Valladolid, 1538]; Tres libros de música en cifra para vihuela | Alonso Mudarra [Sevilla, 1546]; Libro de música de vihuela intitulado Silva de Sirenas | Enríquez de Valderrábano [Valladolid, 1547]; Libro de música de vihuela | Diego Pisador [Salamanca, 1552]; Libro de música para vihuela, intitulado Orphénica Lyra | Miguel de Fuenllana [Sevilla, 1554].

   En el presente recital se nos presentan piezas sobre todo de los libros de Enríquez de Valderrábano [c. 1500-c. 1557] y Miguel de Fuenllana [c. 1500-1579], que aunque de calidad superlativa, han permanecido en cierta forma a la sombra de los libros de Milán, Mudarra o Pisador. Un total de 18 piezas, de las cuales 7 pertenecen a Valderrábano y 6 a Fuenllana, quedando las cinco restantes para Luys de Narváez [c. 1500-c. 1550/60] [2], Alonso de Mudarra [c. 1510-1580] [1], Esteban Daça [c. 1537-1591/96] [1] y un anónimo. Hay aquí arreglos de chansons francesas sobre Josquin y canciones hispánicas, de villancicos sobre Flecha, de secciones de misas polifónicas sobre Josquin, pero sobre todo composiciones originales, como fantasías [7], variaciones sobre temas populares [3] y tres sonetos de Valderrábano piezas sin nombre, a las que se denominaba sonetos.

   El encargado de acercarnos este «ramillete» de extraordinarias obras es John Griffiths, intérprete y musicólogo australiano, al que el siglo de Oro español y especialmente el repertorio para vihuela le han obsesionado desde hace años, de tal forma que ha sido uno de los que más estudios han realizado sobre el instrumento, sus autores y las obras, además, como podemos comprobar en el presente registro, de ser un fantástico intérprete de las mismas. Es curioso el caso de los australianos, un país tan absolutamente alejado y con personas a priori tan distantes de la cultura hispánica, que sin embargo se han convertido en potentes embajadores de la música del XVI español. Me refiero al propio Griffiths para la música instrumental y a Michael Noone quien hace lo propio con la producción vocal sacra. Es obvio que la música española del Renacimiento tiene una calidad superlativa y algo muy especial que hace a personas acercarse desde miles de kilómetros para su estudio e interpretación.

   Griffiths se acerca a estas obras de la única manera que parece posible hacerlo: la calidad interpretativa, por supuesto, la técnica solvente que no emborrone lo exquisito de las líneas, pero especialmente el carácter y la expresividad, sabiendo aportar la calma y la delicadeza que subyacen en este repertorio, y especialmente esa capacidad expresiva, ese poder tan sugerente y la hondura que hay realmente detrás de cada pieza. Como bien se señala en las notas críticas del disco redactadas por él mismo, la música para vihuela puede resultar a veces realmente asequible al oído, siendo posible distinguir y seguir cada una de las líneas, pero también puede ser tremendamente compleja, con una densidad textural y una concepción contrapuntística verdaderamente intrincada que hacen que su audición se torne más exigente. Lo que sí es seguro, en cualquiera de los casos, es que al escuchar una vihuela, así como la música que se compuso para ella en la España del XVI, uno siente un enorme placer, una inmensa paz interior. Resulta una música tremendamente introspectiva, que invita a la reflexión, al disfrute intelectual, y eso supone siempre un ejercicio tan necesario como habitualmente ignorado. Cabe destacar el precioso sonido de la vihuela en La tañida por Griffiths, construida por Ian Watchorn en 2012 sobre modelo de Belchior Dias.

   Un fantástico registro con el que Contrastes Records reciente discográfica, con sede en London, pero relación estrecha con Sevilla– anota una primera referencia dedicada a la vihuela y a los repertorios pretéritos en su curioso e interesante catálogo, dedicado en exclusiva a la cuerda pulsada especialmente la guitarra. El disco cuenta con una límpida y fabulosa toma de sonido llevada a cabo por Thomas Grubb y Mano Music y una presentación muy interesante, sencilla, casi minimalista, concebida para la ocasión por Morpheus Communications Inc. Sin duda la música de nuestros vihuelistas merece esto y muchísimo más. Los hay que seguimos esperando con ansia desmedida una integral de los siete libros de vihuela publicados en el XVI. Griffiths sería una buena opción para llevarla a cabo, sin duda, aunque también tenemos en España grandes intérpretes capaces de ello. No son tiempos que ayuden a tal empresa, pero seguiremos soñando.

 Publicado en Doce Notas el 20-II-2015.

sábado, 18 de abril de 2015

The Choir Project al día | 18-IV-2015

Pedro de Escobar [b Oporto, c1465; d ?Évora, after 1535]: Offertorium | Missa Pro defunctis à 4.
Ensemble Gilles Binchois | Dominique Vellard.
Ephemeris of Renaissance composers [III] | Between Portugal and Spain.


    Robert Stevenson wrote about Escobar:
«Portuguese composer, active in Spain. He was a singer in the chapel choir at the court of Isabella I from 1489 to 1499, and was the only member described as ‘Portuguese’. He composed a Lady Mass in collaboration with Juan de Anchieta, also a member of Isabella’s choir, and one with Peñalosa, Hernández and Alva. Escobar returned to Portugal, perhaps among the musicians accompanying the daughter of Ferdinand and Isabella [see Knighton], but on 19 May 1507 he was invited back to Spain as master of the choirboys of Seville Cathedral; the chapter sent a courier to Portugal at the cathedral’s expense ‘calling Escobar to come and take charge of the choirboys’. Peñalosa, since 1505 a canon at Seville, may have taken part in this decision. As magister puerorum Escobar was obliged to teach polyphonic music to the choirboys and also to feed, clothe and board them. Unsuccessful attempts in 1510 to augment his salary through the addition of two cathedral chaplaincies led to his resignation in 1514 [his successor, Pedro Fernández, was appointed on 13 August 1514].

   Assuming that Pedro do Porto [mentioned by Sousa Viterbo and Barbosa Machado] and Escobar were the same person, Escobar was mestre da capela to Cardinal Dom Affonso, son of Manuel I, in 1521. In August of that year Gil Vicente described Pedro do Porto in his Côrtes de Jupiter, performed to celebrate the imminent wedding of King Manuel’s daughter, as the leader of a band of «tiples», «contras altas», «tenores» and «contrabaxas». Escobar's four-part wedding tribute may well be Ninha era la infanta, copied anonymously in P-Ln CIC 60 [see Rees, 1994–5]. In 1535 Escobar still survived precariously in Évora.

    Escobar’s masses and motets show him to have been a composer of uncommon contrapuntal skill and sensitivity to text. Vicente’s Auto da Cananea of 1534 claims Escobar’s fine four-voice motet Clamabat autem mulier Cananea as its inspiration; the piece was to be sung at the end of the auto. It was intabulated by Gonzalo de Baena in his Arte nouamente inuentada pera aprender a tanger [Lisbon, 1540], again by Mudarra [ed. in MME, vii, 1949] in 1546 and praised by João de Barros in his Libro das antiguidades [P-Ln 216]. The enormous vogue that it enjoyed is further attested to by its transmission in two manuscripts copied by indigenous scribes in north-east Guatemala [in US-BLl]. So individual are its characteristics that the anonymous four-voice Fatigatus Jesus, which shares all its individualities, must also be by him [see Rees, 1995]. Escobar’s 18 secular songs in the Cancionero Musical de Palacio have a marked popular flavour. Three of them are in the Cancionero Musical e Poético da Biblioteca Públia Hôrtensia [P-Em 11793], which together with P-Ln CIC 60, ranks among Portugal’s earliest collections of secular polyphonic music.»

   Probably this is the first Iberian polyphonic Requiem ever composed. Escobar is a composer of great talent, but has been somewhat forgotten, in the shadow of the great Spaniards and Portuguese composers. Dominique Vellard has a keen interest in his work, who performs really well. This is a delicate, elegant and very Iberian colored version.