Una feliz iniciativa del «Pórtico de Zamora» invita a redescubrir el templo zamorano
Sábado, 23 horas. Conforme uno se va a acercando al emblemático
edificio de la capital por la amplia y abierta plaza, va percibiendo la
algarabía que los cientos de personas, que se encuentran a la espera de
acceder al templo románico, emiten desde su posición ya dentro del
enrejado que delimita la construcción con la plaza. El estruendoso
sonido de la matraca nos saluda desde el atrio, haciendo el camino más
intenso. Muchos esperan ansiosos la entrada.
Al acceder al templo,
la tenue luz que emana de los cirios y velas nos da la bienvenida. La
penumbra y el silencio son solo interrumpidos por los pasos de los que
acceden al interior. Una hermosa crucifixión sobrecoge por su tamaño y
su tono azulado en el crucero. Es la muerte de Cristo, primero de los
puntos que propone el festival en esta peculiar visita catedralicia.
Allí, Jaime Calvo-Murillo espera en su podio para comenzar a tañer su
violoncello. Las notas de una de una de las danzas que componen las
suites para dicho instrumento por Johann Sebastian Bach comienzan a
fluir. Las interpreta entregado, sereno, concentrado. La belleza de la
música y el ambiente casi transporta a los visitantes a un estado de
recogimiento absoluto.
A nuestra espalda se perciben las notas de
un curioso instrumento. Sí, es la tiorba de Jesús Fernández Baena, quien
en su precioso marco, iluminado por cirios y con un precioso cuadro
tras de sí, interpreta la enigmática y subyugante «Toccata arpeggiata»
de Johannes Hieronymus Kapsberger. Cerca nos espera la Capilla de San
Ildefonso, segundo de los puntos centrales de la visita -triunfo de
Cristo sobre la muerte-. El ambiente creado por el delicado y hermoso
timbre de la tiorba veneciana, su excelsa digitación y calidez
interpretativa, consiguen crear un ambiente casi etéreo, inabarcable.
En
la lejanía se oyen unas voces. El claustro, tercero de los pilares
fundamentales, alberga al conjunto Schola Antiqua y su director Juan
Carlos Asensio, quienes nos ofrecen un «Tenebrae factae sunt», tan
apropiado en estas fechas. El magnífico empaste, color vocal y
conocimiento del repertorio, además de su vestimenta, parecen
trasladarnos a pleno Medievo.
Las bases están firmes. Ahora a cada
cual solo le queda deambular con plena libertad por las naves,
capillas, trascoro? disfrutando y eligiendo qué mirar, qué escuchar, qué
disfrutar. Bach, Piccinini y más canto gregoriano esperan. Una manera
distinta de conjugar música y arte, emoción y espiritualidad. Una
experiencia multisensorial que marcará un antes y un después en la
manera en que los visitantes se acercaron a la Catedral de Zamora. Un
acierto absoluto para el «Pórtico», que, esperamos, sea el comienzo de
muchos otros en este sentido. La luz se enciende, la música se apaga, el
camino se hizo corto. Ahora, la memoria hará el resto.
[Crítica aparecida en La Opinión de Zamora el 11-03-2013].
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