miércoles, 12 de junio de 2013

Entrevista a Aarón Zapico [para Codalario]

  Aarón Zapico forma parte del claustro de profesores de la Escuela Internacional de Música de la Fundación Príncipe de Asturias. Profesor de clave en el Conservatorio Superio de Música de Asturias y director musical de Forma Antiqva, Zapico nos recibe en su despacho del CONSMUPA, junto a dos hermosos claves, para hablarnos de su vertiente docente, de su visión de la educación musical y de cómo será la próxima edición del Festival de Música Antigua de Gijón, que dirige desde el año pasado.
 
 
¿Cómo ve la inclusión del repertorio barroco en el curso de verano de la Fundación Príncipe?
Realmente muy bien, porque es una escuela que está enfocada, en todos sus años de existencia -que son unos cuántos-, al repertorio moderno, digamos más clásico, un poco más sinfónico. El año pasado se les planteó la posibilidad de ir introduciendo la música antigua paulatinamente y lo acogieron con mucho interés. Para mí es un orgullo y un motivo de satisfacción comenzar a dar clase allí, rodeado de los compañeros que tengo. Es un poco extraño, porque el repertorio barroco es una especie de isla. Esperemos que vaya creciendo, teniendo otros instrumentos y creando un pequeño departamento.

¿Para cuándo el clave?
Quizá no sea el clave el instrumento más esencial, pues ya está sobradamente representado en los conservatorios, y por ello  no haya tanta necesidad de hacer un curso de verano dedicado a este instrumento. Puede ser más interesante buscar el violín barroco, viola barroca o cuarteto preclásico, instrumentos de uso más excepcional que resulten más difíciles de obtener en otros lugares.

¿Cuál va a ser su enfoque en estas clases?
Realmente lo que nos interesa es captar alumnos, por lo que tampoco podemos ponernos especialmente "exquisitos". Está abierto tanto a instrumentos modernos como históricos, y prácticamente a cualquier tipo de agrupación: desde el dúo de voz y continuo hasta la pequeña orquesta barroca. Intentaré que los alumnos que lleguen sean distribuidos de la mejor manera posible -si es que no me viene distribuido ya-, puesto que en la música barroca tiene cabida casi cualquier tipo de combinación, de agrupación posible.
 
En cuanto a su experiencia como docente en el CONSMUPA, ¿cómo valora los años que lleva en esta casa?
Como profesor de clave, tengo que decir que todos mis alumnos son muy responsables. Realmente es un placer darles clase. Como docente de un conservatorio tengo esperanzas de que los planes de estudios puedan ir mejorando. Creo que se perdió un poco por el camino el tiempo de estudio para los alumnos. En mi plan de piano del 66 tengo el recuerdo, y lo hablo con mis compañeros, de que realmente podíamos estudiar más. Ahora hay, creo, demasiadas asignaturas, demasiado humanismo en el conservatorio, cuando el alumno debería tener tiempo para dedicarle seis o siete horas diarias al instrumento. Actualmente están dedicando unas cuatro o cinco horas, y aunque no es insuficiente, tampoco demasiado. Parto de la base de que hay una edad para desarrollar técnicamente todo el potencial en el instrumento, que va desde los 18 a los 22 o 22 años, que es, más o menos, el grado superior. Todas las asignaturas son susceptibles de ser muy interesantes: la Roma en la época de Corelli, un estudio sobre el estreno de La consagración de la primavera... Todo, pero quizá esa pueda estudiarse o leerse posteriormente, o se pueda hacer un trabajo más con encuentros en vez de con asignaturas semana tras semana. Tenemos que fijarnos más en los grandes conservatorios europeos, en los que prima más el estudio del instrumento que el cultivo personal y del contexto socio-cultural existente.

¿Echa de menos el ambiente musical de los conservatorios europeos? ¿Observa muchaS diferencias con los españoles?
Sí, hay diferencias, porque, primero y como base, la gente aprecia más la cultura que aquí. Y la música no es como en España, donde todavía la gente piensa que es un pasatiempo, como un estudio pasajero e insuficiente -se echa las manos a la cabeza y ríe-. Echo de menos el sentirse querido y sentir que se valora la importancia de lo que supone la música. El otro día viendo Salvados, me sorprendió comprobar cómo en Finlandia la profesión más valorada es la de maestro, lo cual es alucinante. No pretendo que la profesión de maestro de clave sea la más importante de un estado, pero sí que vean que realmente los profesores de música y de educación artística tenemos la capacidad de cambiar a la gente, la capacidad de moldear a una personas y, como decía un profesor mío -Emilio Moreno-, de "desasnarlos", de desviar todos esos estímulos nocivos que recibimos cada poco y cultivar a la persona. Echo de menos, por tanto, la importancia de la cultura, más que el que haya una orquesta muy buena o un conservatorio con unas instalaciones estupendas, cosas importantes, por supuesto, pero que son satélites de lo que es realmente importante, el creer de una vez por todas que la cultura es casi, casi, lo más importante que tenemos.
 
¿Considera que el nivel e interés de los alumnos de clave en Asturias es alto?
Desde luego. Actualmente tengo dos alumnos en el grado superior y cuatro en el medio. Puede parecer poco, pero realmente es una cifra muy interesante para los tres años que llevo aquí. El clave es un instrumento que está un poco aislado, porque no hay otros instrumentos de música antigua a su alrededor, a excepción del órgano. Es evidente que si yo tuviera un departamento más grande todo sería mucho más fácil, pero estamos empezando a construir una escuela de clave en el conservatorio, lo que lleva su tiempo. Yo estoy muy contento, no lo suficientemente contento para echarme a dormir, pero sí para seguir trabajando, enseñando clave en los conservatorios, hablar de que es una posibilidad de trabajo muy real y también como un complemento muy interesante para los pianistas, porque se trabaja muchos factores que en el piano quedan, no descuidados, pero que no se trabajan tan exhaustivamente como en este instrumento.

Ya sabemos que el repertorio de Renacimiento y Barroco en España es casi una anécdota. ¿Cree que en Asturias se están dando los pasos adecuados de cara a formar alumnos en instrumentos históricos, preocuparse por el patrimonio...?
Es el gran problema, que pasa también con Forma Antiqva o con mi carrera: elegimos mal momento para despegar. Está todo tan cogido con pinzas que, yo entiendo, ¿cómo voy a ir a reunirme con el director del conservatorio y decirle que necesitamos violín barroco, viola da gamba, traverso barroco, oboe barroco...? Es posible que se desmaye allí mismo. Casi no hay dinero para pagar a los profesores que hay actualmente, como para crear nuevos puestos o intentar hacer una joven orquesta barroca en Asturias. La situación es muy, muy delicada y precaria. Tenemos que intentar sobrevivir, pero a la vez dar pequeños pasos hacia delante, no quedar estancados. Soy consciente de ello y en ello trabajo; no en sobrevivir, porque sería casi matar la especialidad, pero sí en dar pasos muy pequeños que nos llevan hacia delante. Se nos debería haber ocurrido nacer hace treinta años. Todo hubiese sido mucho más fácil (ríe).

¿Qué le pide a uno de sus alumnos de clave cuando le enseña? ¿Considera algunas condiciones especialmente necesarias?
Para mí la base de cualquier tipo de interpretación es no tocar por tocar nunca. Eso no es tocar. Esta frase -que encima es bonita- es la base indudablemente. El aprendizaje del fundamento técnico es fácil y alcanzable. Es un aprendizaje físico, ante el que uno puede tener peores o mejores aptitudes, pero realmente es fácilmente alcanzable. ¿Pero dónde está el arte, la sensibilidad, el poder expresar o comunicar algo? Ese el punto difícil y donde realmente los profesores -sobre todo en el grado superior- debemos trabajar para intentar cultivar al alumno. Intento que los alumnos desarrollen una capacidad creativa, de imaginación, de autocuestión continua, que para mí es lo más importante, independientemente de que toquen más o menos rápido, esta o aquella obra. Esto fue lo que hicieron conmigo en Holanda y yo intento hacer lo mismo. Que tengas una facilidad tremenda para elegir repertorio, que escuchen mucha música, que tengan un bagaje técnico monumental, pero a la vez una capacidad de estar continuamente "bullendo" en su cabeza. Sencillamente aplico lo que hago en la vida real, no escondo ningún secreto para que sean peores clavecinistas que yo. Darles, con mi poca o mucha experiencia, lo que sé que vale. Por eso, sí que me gustaría añadir, es importantísimo que los profesores de instrumentos tengan activo. Ahora se cuestiona mucho si un profesor debe o no tener una actividad concertística; para mí es algo que no debería tener discusión. Es inconcebible que un profesor, tanto de grado medio como grado superior, no tenga una actividad concertística. No hablamos de un concierto por semana, pero sí de estar en activo, ser partícipe de la vida musical. Si no, para el alumno hay muchas cuestiones, muchas preguntas sin respuesta que no les puedes enseñar.
 
Este aspecto sí es muy marcado en su caso. ¿Desde Oviedo le facilitan esta labor?
Sí, no tengo ninguna queja en este aspecto. Es solo que siempre hay esa cosa de que los maestros trabajamos poco, que tenemos muchas vacaciones. Esa losa que tenemos siempre encima de la cabeza. ¡Claro que habrá maestros que se tomen la vida de otra manera!, pero mi mujer es maestra en un colegio y su ilusión por renovarse, por trabajar y enseñar es realmente loable. Personalmente, si no estoy dando clase, posiblemente esté estudiando, y si no, posiblemente esté de viaje para ir a tocar en un concierto. Los conservatorios no solo no deberían prohibir o lamentar que los profesores tocaran, sino que lo deberían premiar. Al final los alumnos están realmente encantados con esto. En mi etapa en Murcia -con alumnos de ocho y nueve años-, los estudiantes se interesaban mucho por dónde iba a tocar y estaban realmente contentos por tener un profesor así. Siempre con un límite y un sentido común en cuanto a horarios y demás que creo todos tenemos.

Pasemos a hablar ya de Forma Antiqva. ¿Están satisfechos con la acogida que han tenido sus personalísimas "4 Estaciones" en Oviedo?
Estoy realmente satisfecho por tres motivos, que creo son importantes: primero por la reacción del público, porque yo noté que ya antes de empezar a tocar la gente nos quería. Lo noto es muchos sitios y en Oviedo lo noté, siendo esto algo que realmente me alegra; segundo, porque cuando eres responsable de una orquesta de esa magnitud, en la que hay gente que es realmente "lo más de lo más", y al finalizar vienen a decirte que ha sido uno de los mejores conciertos de su vida, por la energía que había, de la empatía, del respirar todos a la vez, de esos ensayos tan intensos... Desde luego es una cosa impresionante; tercero, por mi familia. A mi mujer le gustó muchísimo -vino completamente emocionada al camerino; y saber que todas las veces que te vas de casa, las veces que madrugas, las que no puedes disfrutar de tu hija, tu madre, tu familia..., poder pagárselo de alguna manera, poder devolvérselo, para mí es importantísimo. Independiente de que luego haya gente que se fuera antes de las estaciones. Con Forma Antiqva puedes decir: me gusta, es excesivo, no es excesivo..., pero la honestidad que entregamos en el escenario es total. ¡Quedamos vacíos! Yo tardo dos días en recuperarme de un concierto de Forma Antiqva. Es algo que tenemos asumido, no hay ninguna reserva. No hay una interpretación de empezamos y acabamos, sino que cada dos compases hay una trampa y se nota que eso está ensayado, mucho. Son horas y horas de ensayo. Estuve un año trabajando con la partitura antes de empezar a tocarla. Creo que al final la gente, aunque quizá no lo comprendan todo, realmente lo aprecia. Para mí fue uno de mis mejores conciertos. Acabamos encantadísimos, pero realmente destrozados.

Forma Antiqva es conjunto residente del Auditorio Príncipe Felipe. ¿Están contentos con la querencia que se muestra por parte del ayuntamiento?
Absolutamente. Nos sentimos muy queridos. Poder ensayar y  presentar nuestros proyectos en el auditorio -como la próxima temporada la "Pasión según San Juan" con El León de Oro- es un sueño hecho realidad. Desde el ayuntamiento, la Consejería de Cultura y el propio auditorio se vuelcan con nosotros.
 
Es realmente interesante que el conjunto residente sea un conjunto de música antigua.
Sí, si realmente alguien de fuera ve la programación cultural en Oviedo pensaría ¡están locos! Con la que está cayendo no solo no recortan, sino que aumentan la partida de cultura. ¡Eso es! Eso es lo que hay que hacer. Una persona que haya estudiado alguna disciplina artística desde pequeño, parece difícil que pueda ser una mala persona. Siempre hay excepciones, pero el desarrollo de la sensibilidad y el cultivo de su cultura la forman como persona. Ahí está la clave.

Acaban de grabar vuestro último disco, Opera Zapico. ¿Qué puede decirnos acerca del mismo?
Creo que va a estar muy bien, porque es un disco que nos llevó muchísimo trabajo, pero que funcionó desde el primer momento. Cuando haces una transcripción y un arreglo para uno o muchos instrumentos, si no funciona ya desde un primer momento, si no hay una naturalidad desde el comienzo, es muy difícil que termine por funcionar. Cuando lo estábamos probando nos dimos cuenta de que funcionaba solo. Es música tan absolutamente genial, que da igual cómo lo toques o con qué instrumentos, que realmente funciona increíblemente, desde el Don Giovanni mozartiano hasta el L'Orfeo de Monteverdi... pero hablamos de una música, que es "la música". La tímbrica y todas las combinaciones de archilaúd, clave, tiorba, órgano, guitarra barroca... son muy interesantes y le dan un nuevo color a la música. Además, las colaboraciones que hemos tenido ayudan a crear un producto muy exclusivo: el tener para una pista un coro como El León de Oro, para otras a un violagambista como François Jubert, a Alejandro Villar, Lluis Coll, David Mayoral... Pequeñas joyas, delicatessen. Un privilegio.

¿Cómo valora su colaboración con el sello Winter & Winter?
En toda colaboración artística hay pequeños roces, pero es algo que no pasa de anecdótico. Estamos inmersos en una cuesta abajo terrible, en la que ya no hay revistas. El cierre de Diverdi es el último y gran mazazo. La gente no consume. Pero estamos muy contentos. Tenemos un ritmo de trabajo estupendo, de un disco al año, más o menos, que es lo que nos lleva la preparación del cada disco. Y el grabar con ellos es algo que va como la seda. Es un lujo, otro lujo. Y la proyección internacional es algo realmente muy importante. Por supuesto, no puede compararse a los mainstream de EMI o Virgin, que mueven miles de euros, pero cualquier disco de Winter & Winter se encuentra en cualquier lugar del mundo, lo cual es muy, muy importante.

¿Cómo se presenta el futuro a corto plazo?
La industria y el mercado han cambiado muchísimo, porque ahora se cierra todo con muy poca antelación, al igual que hay muchos menos conciertos que hace cuatro o cinco años. Aún así, las perspectivas, el trabajo, la cimentación y la respuesta de la gente siguen siendo muy buenos. Para eso estamos trabajando, no para ahora, si no para desarrollar una proyección que dure. No es flor de un día.

¿Cuál es su punto de vista acerca de la programación para la temporada que viene del CNDM, en la que se ha apostado fuerte por conjuntos españoles?
Actualmente el Centro Nacional de Difusión Musical es el refugio donde podemos tocar. Creo que está muy bien pensado y articulado el poder tocar y a la vez dar charlas en la universidad o en el conservatorio. Involucrar a estos estamentos y tejer hermanamientos con todo el mundo es algo esencial. Cuanto más tejido tengas más difícil será que puedas caer. Solo espero que el CNDM pueda tener una continuidad, y no suceda como en ciertos festivales que empezaron muy fuerte y han ido cayendo en picado en el número de conciertos. Solo pido que dure.
 
El Festival de Música Antigua de Gijón -que se celebra el próximo julio- lleva ya varias ediciones apostando por la música española. ¿Cómo valora la andadura a lo largo de estos años?
Mi apuesta es realmente casi como un modelo francés o inglés: hasta que no acabe la nómina de grupos españoles válidos para tocar en el festival, no voy a llamar a ningún grupo extranjero. Creo que en España se hace música antigua de una calidad claramente exportable en cualquier parte del mundo. La Tempestad puede hacer Haydn y Mozart al nivel de cualquier grupo europeo, Hippocampus puede hacer Bach como el mejor. Para mí es un orgullo. Y son colegas, porque con muchos tocas, has tocado, o incluso algunos te han dado clase, lo que para mí supone un placer el poder mostrar estos productos en Gijón.

Para esta próxima edición tenemos el segundo año del curso, varios conciertos, los cursos de formación... Una programación muy alentadora. ¿Cree que el público gijonés y asturiano responde bien a la música antigua?
La gente no es tonta. Parece que siempre tenemos la letanía esa de a la gente eso no le va a gustar. Pero el público distingue perfectamente; al igual que pueden distinguir un jamón serrano bueno de uno malo, distinguen entre un concierto malo de una bueno, porque no se aburren, o no tosen. En la música antigua a veces corremos el riesgo de que se presenten programas en los que puede contemplarse solo la parte musicológica, de recuperación, o un poco a mayor gloria del director o el recuperador de ese programa, que hace que a veces nos encontremos con cosas un poco fuera de contexto y música algo dura de oír. Pero en general, la música antigua se parece tanto a la música de calidad moderna que podemos escuchar, tipo pop, rock o Jazz, que entra muy bien. Lo tengo comprobado, los conciertos siempre gustan; más o menos,  las condiciones acústicas pueden ser peores o mejores, pero siempre gustan. Tampoco tenemos los problemas que puede tener la música contemporánea, que necesita de una preparación y de una introducción. En la música antigua uno es predecible, y en eso también radica su encanto: en esa frescura, en ese momento de la interpretación.
 
Le veo muy informado sobre lo que sucede en el panorama de la música clásica, ya no solo en la música antigua. ¿Considera que un intérprete de música antigua también debe conocer el contexto musical que le rodea?
Evidentemente. Sucede que estamos en un período de tan absoluta especialización, contando con que el tiempo es muy limitado, que se está exigiendo todavía una mayor especialización. Así están surgiendo en las orquestas las figuras de los directores especialistas, que están formados de otra manera. Estamos todavía aprendiendo a convivir con ello. Tenemos ahora un panorama en el que está el gran maestro -Celibidache-, el maestro joven -Dudamel, Heras-Casado- que irrumpe con la fuerza de un volcán, y luego a los directores historicistas, que igual tienen otro tipo de preparación, pero que son capaces de sacar a la orquesta el color o la interpretación necesarios. La figura del director es la del catalizador de los talentos que hay una orquesta, y el cómo lo saque me parece algo secundario. Este tiene que estar en contacto y ser partícipe de la vida musical que hay, no solo estar enclaustrado en su mundo del XVIII, XVII o XVI, sino ver lo que se está haciendo. Es fundamental escuchar otro tipo de música, investigar otros tipos de direcciones, interpretaciones o colores. Intento ser una esponja el tiempo que tengo. Personalmente miro aquí, miro allá, escucho esto y lo otro, cojo esto de aquí y lo otro de allá... Estoy seguro de que algo, consciente o inconsciente, se puede sacar de todo lo que se escucha. Hay que partir, además, de la base de que la música del XVIII nunca jamás se podrá tocar como se tocaba. Asumo que no quiero ni puedo hacer un papel de recreación de esa música, sino un papel de creación. Resulta imposible, porque no tenemos ni el público que escuchaba en la época. Es una polémica ridícula, que hay que alimentarla de vez en cuando porque si no nos aburriríamos. Intento que todo lo que es Aarón Zapico, de escuchar, de vivir, de haber pasado... sea esa interpretación. Creo que es lo que distingue a unos grupos de otros. 
 
Publicado en Codalario el 09-VI-2013

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