lunes, 1 de agosto de 2011

... y la cithara calló

Fecha: 18 de julio de 2011. 20:30 horas.
Lugar: Iglesia de San Marcos, León.
Contexto: Segundo concierto de la VIII edición del ciclo El Camino en Castilla y León.
Programa: Versa est. Concierto escenificado.
Intérpretes: La Colombina. Carlos Pinedo (actor).


   Otro año más se presentaba en tierras castellano y leonesas ese ciclo que, a finales de julio, nos trae lo mejor de la música coral interpretada por algunos de los mejores conjuntos vocales del panorama mundial. En esta ocasión, y como no podía ser menos, el programa se centraba en la gran figura musical del Renacimiento hispánico, el gran Tomás Luis de Victoria, conmemorando así el 400 aniversario de la fecha de su marcha de este mundo.
La Fundación Siglo para las Artes de Castilla de Castilla y León, siempre preocupada por la cultura en la región, nos traía este año una propuesta algo distinta. Bajo la tutela de Soterraña Aguirre, encargada de la idea original, investigación y dirección de producción, y la dirección escénica de Ruth Rivera, con texto de Alberto Conejero, se nos presentó un concierto escenificado, protagonizado por el actor Carlos Pinedo. La Dra. Aguirre, profesora de Musicología en la Universidad de Valladolid, nos transportó a tiempos de Victoria, quien era representado en todo momento por el actor, y nos iba desgranando momentos importantes en la vida del genio abulense. Se nos presentó un Victoria enérgico, vital y enomorado por la música, entregado a ella, pero también a Dios, al que quería honrar de la más manera más humilde a través de su trabajo. Una visión muy religiosa y devota del autor, quizá no muy compartida por algunos investigadores hoy día.

   Por medio de una decoración limitada a un par de sillas -preciosos ejemplares, por cierto- y una enorme capa de color grana, que pasó de los hombros de nuestro Victoria al suelo de la iglesia, como si de una especie de escenario se tratase, y la presencia de las cantores de La Colombina, que interactuaban en ocasiones con el actor, se fue desarrollando la escena, como una correlación de escenas vitales que pasaban a ser desarrolladas por los fragmentos musicales correspondientes. La impresionante Iglesia de San Marcos hizo el resto. La Dra. Aguirre y el conjunto seleccionaron varias piezas que mostraran de la manera más amplia posible el desarrollo vital y musical del abulense, tanto en su estancia romana, como en sus últimos 25 años en la capital del reino. Así se interpretaron motetes, como O quam gloriosum a 4, Vidi speciosam a 6, O vos omnes a 4, Super flumina Babylonis a 8, fragmentos de misas, como el Kyrie de la Missa Ave maris stella a 4, o el Gloria de la Missa Pro Victoria a 9, así como el responsorio Caligaverunt oculi mei a 4, de su Officium Hebdomadae Sanctae y dos fragmentos de su Officium Defunctorum a 6: Taedet animam meam a 4 y Versa est in luctum.

   La Colombina, que amplió su cuarteto habitual, compuesto por Raquel Andueza, José Hernández, Josep benet y Josep Cabré, con las voces de la mezzo Marta Infante y el tenor Víctor Sordo, así como el concurso del organista Daniel Oyarzábal, nos mostró unas lecturas límpidas, con claridad de líneas y ciertamente expresivas, alejadas de ese sonido tan brillante a los que el Victoria inglés nos tiene acostumbrados. Con una afinación realmente pulcra, se echó en falta ciertos momentos de calidad vocal más refinada. A los Josep los años se les nota considerablemente y el avanzado estado de gestación en el que se encontraba Marta Infante le otorgó no pocos problemas con el fiato. Sin embargo, tampoco fueron problemas que desmerecieran la actuación, entre otras cosas porque fueron sobradamente cubiertos por la excelsa actuación de José Hernández y Raquel Andueza, quien continúa en un estado de gracia permanente, que afortunadamente no presenta atisbos de encontrar su ocaso con prontitud. Eligiron unas versiones curiosas para algunas piezas, como en el salmo Super flumina Babylonis a 8, normalmente con la disposición de cantvs, altvs, tenor, bassvs / altvs, tenor I, tenor II, bassvs, y que aquí fue interpretado utilzando las dos voces femeninas del primer coro acompañadas por el órgano, encargado de realizar las dos voces restantes, mientras que el otro coro mantenía su disposición habitual; también encontramos otro ejemplo en su lectura del Gloria de la Missa Pro Victoria a 9, dispuesta para cantvs I, cantvs II, altvs I, tenor I, bassvs I / cantvs III, altvs II, tenor II, bassvs II y órgano, que pasó a ser interpretada a seis partes (SSATTB) con el resto de voces interpretadas por el órgano. Son versiones que funcionan, indudablemente, aunque personalmente prefiero la opción habitual, si bien no es improbable que el propio Victoria se viera forzado a utilizar distintas plantillas en realción a la disponibilidad de sus medios.
Una interpretación notable, con momento realmente muy buenos, como el Vidi speciosam a 6, o los subyugantes Taedet animam meam a 4 y Versa est in luctum a 6 -cuyo texto sigue emocionándome en cada lectura-.
Se completó el programa con algunos interludios organísticos del gran Antonio de Cabezón, maravillosamente interpratdos por Oyarzábal, y el impresionante motete a 6 Iubilate Deo omnis terra, de Cristóbal de Morales. 

   Un concierto muy interesante, distinto -lo cual ya es decir mucho-, con la actuación magistral del actor y La Colombina como nos tiene acostumbrados, con esa particular visión más hispánica del abulense. A pesar de todo, el que firma sigue prefiriendo las versiones inglesas para la música de nuestro gran genio. Lo que sí quedó patente, una vez más, es el enorme talento y la grandeza creadora de este maestro de nuestro Siglo de oro, al que habrá que seguir alabando y venerando al menos otros cuatrocientos años más.



Tomás Luis de Victoria (1548-1611): Officium Hebdomadae Sanctae, Caligaverunt oculi mei a 4
Álbum: Offcium Hebdomadae Sanctae
La Colombina - Josep Cabré
Glossa (Los Siglos de Oro) 2005


1 comentario:

CeSolFaUt dijo...

Por pura curiosidad: en la publicación de Madrid de 1600 Victoria incluye una parte de órgano que dobla por completo el coro I de cada pieza. De hecho es la primera vez que en una publicación de polifonía se escribe una parte estrictamente instrumental declarada como tal, una de las muchas modernidades de Victoria. Y él mismo dice que, cuando no hay cantantes, se puede sustituir el primer coro en piezas a dos coros, por una voz y el órgano. De modo que la opción que toman los de La Colombina, no sólo es válida, sino que se podría decir que está bendecida por el propio Victoria. Si bien, naturalmente, el propio Victoria prefería realizar todas las partes realmente. Y las razones para hacerlo del otro modo hoy en día no dejan de ser absoluta y perfectamente históricas: el tener que ajustarse a un presupuesto que no da para más, lo mismo hoy que hace 400 años.

Lo cual por otro lado, una vez más, nos aleja de la visión estrictamente mística de Victoria. Su música es verdadera teología en muchos momentos, y él era profundamente creyente, con toda probabilidad. pero al mismo tiempo, y pese a lo que muchas veces se interpreta de su retiro en la Descalzas, era también (y no digo en vez de, sino también) un hombre de mundo, bien preocupado por vender su música, por dar opciones para que la pudieran hacer cuantos más compradores mejor (y si las capillas eran pequeñas, pues ya estaba lista la reducción), por enviarla a otros países, por estar al tanto de lo que se hacía en otros sitios...

A pesar de todo lo que se ha dicho y hecho sobre Victoria (y del impulso de este aniversario), aún queda mucho por hablar y decir: es una figura con un trasfondo tan imponente. Tal vez el año Victoria esté ya entrando en su cuesta abajo, pero aún nos queda mucho por oír...